viernes, 3 de julio de 2020

Arte de vida

Efraín Barquero

Extractos del libro Arte de vida

 

Viene mi abuelo escoltado por dos de mis tías, y, qué gran coro se alza a su paso, removerse de cabalgaduras ahí afuera, exclamaciones de hombres trabajando, zumbido de abejas, cantos de pájaros, rumor de aguas.

Me mira largamente mientras le tienden un asiento, y yo sé por su manera de sentarse que este hombre es aún el eje, aunque gastado, de lo que ocurre en torno. Además están mis tías para informarme. A su derecha, alta, grave, mi tía Tila; a su izquierda, sonriente, juguetona, mi tía Dina. Ambas se preocupan, a su modo, del anciano y ambas me hacen comprender, mejor que en un libro de estampas, las dos ramas que se cruzan en toda descendencia.

Mi abuela está detrás de esta escena, mi abuela está allá, al fondo de las habitaciones, haciendo posible los buenos alimentos.

Entre los hombre el trato es más ceremonioso. Yo creo que esta entrevista, por así decir, se repitió muchas veces, todas las veces que yo estuve en Piedra Blanca.

No obstante, nunca creo haber escuchado netamente la voz de mi abuelo, sino, más bien, un sordo murmullo como un rezo que iba y venía entre él y la naturaleza circundante. A pesar de haberme dado muchas muestras de cariño y entendimiento, él estaba ahí para mostrárseme y para callar, para que yo escuchara enmarcados por su rostro y su vetusta persona, lo que sucedía a toda hora en la comarca.

La casa, los misterios

Qué grande, qué obscura es la casa adonde nos trajeron. Por todas partes muros, muros altos y graves. Muy pocas ventanas como en todas las viviendas de los pueblos, las indispensables para no apartarnos completamente de la noche.

domingo, 29 de marzo de 2020

Poéticas


Juan Calzadilla



Gema del sentido

hay que tallar el sentido, no la forma. Hacer gema de la transparencia del verbo. Pero que la herramienta no sea el buril o el escoplo, sino el escalpelo.
Hay que hacer del lenguaje algo más transparente. Que se pueda mirar a través de su opacidad como a través de un cuerpo.

Instrucciones para leer

Más allá de su apariencia el monólogo es un diálogo con lo invisible. A la inversa, en el caso del poeta, todo ensayo de escritura es un tipo de diálogo que tiene como interlocutor el papel. ¿Y es que puede el poeta hacer algo? Si leerse piadosamente. A eso podría reducirse toda esperanza en el porvenir de la poesía.

Kanko y Ventarrón en la memoria de El Tocuyo



José Gregorio González Márquez




Desde la memoria, la humanidad recrea todos los acontecimientos surgidos en el devenir del tiempo y que marcan sus pasos por la historia. Los pueblos guardan entre las paredes de sus casas, en los resquicios de su pensamiento  los recuerdos que cada tanto, son rememorados para afianzar sus identidades y sus huellas perennes.
El rescate de la crónica, se convierte en estos momentos históricos en un deber fundamental de todo ciudadano. El conocimiento ancestral, la historia oral y la palabra escrita están en peligro y pueden desaparecer de nuestra geografía humana. Olvidar los tiempos idos y su historia implica borrar la memoria y desconocer nuestros ancestros. Es imperante entonces rescatar la memoria colectiva para reafirmar los rasgos que identifican a cada pueblo y mantener los hilos que unen al pasado histórico.

¿Envejecen los clásicos?


Ricardo Gil Otaiza

Como parte de lo finito, los libros también envejecen, dejan de tener la prestancia de sus primeros días, van perdiendo los olores que les son consustanciales y que para los avezados lectores (maniáticos por demás) constituyen parte esencial de sus encantos; el olor de la tinta fresca recién puesta sobre el papel, el del papel recién cortado, el del cartoné con el que se fabrica la carátula y las solapas, el del papel celofán que protege al libro por estrenar. El color del papel cambia con el paso del tiempo, dependiendo del tipo de sustancias que intervengan en su constitución (equilibrio ácido-básico), y se oscurece adquiriendo tonalidades que le imprimen al libro viejo cierta elegancia y dignidad. La experiencia dice que el papel bond es reacio al envejecimiento y se conserva mejor que otros (el tancreamy envejece deprisa).

Por supuesto, como en todo proceso de conservación de obras, la manera cómo guardamos los libros determina el que envejezca o no con decencia. Si a un libro nuevo lo sometemos a la acción directa de la luz solar y de los factores climáticos, en poco tiempo se tornará deteriorado, como si varias décadas le cayesen encima, acelerando un proceso que no debería abrupto. El polvo que contiene ácaros y polillas es un factor que incide, produciendo deterioro del papel y daños al corpus del ejemplar.

La novela


Juan Ángel Mogollón 

Tal vez nadie piense que en literatura se puede llegar a formas definitivas y concluyentes. Sería un absurdo. Como en toda expresión artística, un sentido dinámico le imprimirá cambios y evoluciones constantes. Es incluso posible que sufra transformaciones profundas, pero sin rebasar las medidas hasta un grado en que se desvirtúe su naturaleza. Porque si bien en un determinado género literario se pueden hacer todos los experimentos imaginables, siempre habrá un límite, después del cual, en virtud de las violentas mutaciones de que es objeto, se despoja de su propia esencia y pasa a ser otra cosa.

Hay quienes al pretender ser excesivamente innovadores caen en los extremos de una originalidad maniática. Obsesionados con descabelladas quimeras, y no pocas veces impulsados por la vanidad, creen posible legitimar sus extravagancias ante un público perplejo. Esto es lo que ha pasado con la novela contemporánea. El predominio de lo estrambótico es el signo de sus manifestaciones más representativas. Desde los ya antiguos experimentos de James Joyce con su renovador y audaz texto de “Ulises”, hasta

martes, 24 de marzo de 2020

Josefa Zambrano o la escritura a fuego lento


“La realidad es furtiva, es como un gato que se escapa por la ventana. 
Escribo de la realidad y los sueños son una parte de la realidad.”
Wislawa Szymborska



Carlos Yusti






Cuando pienso en la escritura de Josefa Zambrano Espinosa (Boconó, Trujillo, 1950) la palabra que viene a mi memoria es densidad. No obstante no se trata de esa densidad académica un tanto postiza, sino más bien de esa densidad porosa y que se encuentra oculta en frases bien construidas, en párrafos estructurados con la minuciosidad del artesano.

Josefa me contó, mucho tiempo después, que había leído algunos de mis textos en un suplemento cultural y le gustaba de mis ensayos, creo, ese estilo fortuito, sin clip sujetador. También yo conocía a Josefa a través de sus cuentos pertenecientes al libro Magia de Páramo.

jueves, 23 de enero de 2020

Libros que leo sentado y libros que leo de pie


José Vasconcelos


  Marcapáginas de luna, especial para lectores nocturnos (ilustración de  Quint Buchholz)
Para distinguir los libros, hace tiempo que tengo en uso una clasificación que responde a las emociones que me causan. Los divido en libros que leo sentado y libros que leo de pie. Los primeros pueden ser amenos, instructivos, bellos, ilustres, o simplemente necios y aburridos; pero, en todo caso, incapaces de arrancarnos de la actitud normal. En cambio, los hay que, apenas comenzados, nos hacen levantar, como si de la tierra sacasen una fuerza que nos empuja los talones y nos obliga a esforzarnos como para subir. En éstos no leemos: declamamos, alzamos el ademán y la figura, sufrimos una verdadera transfiguración. Ejemplos de este género, Platón, la filosofía indostánica, los Evangelios, Dante, Espinoza, Kant, Schopenhauer, la música de Beethoven, y otros, si más modestos, no menos raros.