domingo, 29 de marzo de 2020

Poéticas


Juan Calzadilla



Gema del sentido

hay que tallar el sentido, no la forma. Hacer gema de la transparencia del verbo. Pero que la herramienta no sea el buril o el escoplo, sino el escalpelo.
Hay que hacer del lenguaje algo más transparente. Que se pueda mirar a través de su opacidad como a través de un cuerpo.

Instrucciones para leer

Más allá de su apariencia el monólogo es un diálogo con lo invisible. A la inversa, en el caso del poeta, todo ensayo de escritura es un tipo de diálogo que tiene como interlocutor el papel. ¿Y es que puede el poeta hacer algo? Si leerse piadosamente. A eso podría reducirse toda esperanza en el porvenir de la poesía.


Inversión de factores.

Que el poema sea el que nos lleve de la mano y no a la inversa. Que él nos lea, y no lo contrario. En esta perspectiva, nuestra relación con la lectura sería mucho más productiva si el poema, viniendo a nuestro encuentro, se transformara rn lo que trae de la mano;: un mundo
.
La página

Estaba tan próximo a la realidad del hecho que no podía percibir más que la página donde lo había descrito. La realidad para el escritor es siempre lo que éste sabe de ella. Respecto a la realidad, la experiencia es algo que él solo se imagina. Y, lo que es peor, que no puede comunicar.

Cuanto hay de desconfianza, tanto hay de poesía

Escribir es desconfiable en sí mismo, pues es inseparable de la duda. La duda se manifiesta en la escritura en todo momento y sobre todo antes y después de tomar la pluma. El intermedio está lleno de falsa felicidad. Y consiste en lo que algunos llaman erróneamente júbilo.
Pero que no es sino candidez.

Dictado por el absurdo

Las cosas que más debe ver el poeta son las absurdas. Las cosas corrientes solo tienen interés práctico.  No enseñan a la experiencia; por el contrario la constriñen. El absurdo otorga la libertad que le falta a lo real. Pero el absurdo como tal solo puede ser descubierto por el poeta. Y esto esto es lo que lo hace poeta.

Del texto

Algunos han experimentado el sentimiento de la poesía hasta un grado tan extremo que el hecho de haberlo expresado en sus vidas con la misma intensidad con que hubieran deseado escribirlo, los ha incapacitado y, por eso mismo, eximido de ponerlo en las palabras.
Pero ¿acaso la índole de la poesía no consiste en el acto de vivirla? No. Como tampoco en la acción de escribirla. Consiste en la escritura misma. El verdadero poeta no tiene, por eso, existencia real.

El aguijón de Ío

A la imaginación no es preciso que le den cuerda. Basta que la empujen para que se ponga en marcha. Aunque a veces conviene hacerla girar en redondo, vuelta y vuelta, como cuando calentamos el brazo para arrojar lejos la piedra. Así coge el trote. Prueba de que el oficio necesita también del aguijón.

Diálogo

El poeta: Yo estoy en desacuerdo con la realidad (en mayúsculas ese YO)
El lector: Muy bien. Entonces no se meta con ella. Déjela donde está.

Las dos ventanas

El drama corriente del poeta de hoy consiste en que no dispone en su casa sino de dos ventanas. Por una solo le es dado ver hacia sí mismo y por la otra puede mirar hacia su infancia, pero sin rozarla. Con esta última no cuenta. Es una ventana ciega. ¿Y entonces como haría si quisiera mirar las cosas? Tendría que utilizar la primera. Y podría hacerlo si no fuera porque, al ver por ella, siempre se encuentra a sí mismo, atravesado en el medio.

Escrito en la piel

Piensa en una poesía que, aún estando escrita, no necesitara de palabras. Y en la cual el sentido y no lo que se ha escrito sea lo que dé la cara por el poema. Un poema que estuviese escrito en la piel y que yo pudiera leerlo en tu cuerpo cuando estuvieras a mi lado desnuda en la cama.

De: Libro de
las poéticas. (2006). Caracas: Fundación Editorial el perro y la rana

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