Juan
Calzadilla
Gema del
sentido
hay que
tallar el sentido, no la forma. Hacer gema de la transparencia del verbo. Pero
que la herramienta no sea el buril o el escoplo, sino el escalpelo.
Hay que
hacer del lenguaje algo más transparente. Que se pueda mirar a través de su
opacidad como a través de un cuerpo.
Instrucciones
para leer
Más allá
de su apariencia el monólogo es un diálogo con lo invisible. A la inversa, en
el caso del poeta, todo ensayo de escritura es un tipo de diálogo que tiene
como interlocutor el papel. ¿Y es que puede el poeta hacer algo? Si leerse
piadosamente. A eso podría reducirse toda esperanza en el porvenir de la
poesía.
Inversión
de factores.
Que el
poema sea el que nos lleve de la mano y no a la inversa. Que él nos lea, y no
lo contrario. En esta perspectiva, nuestra relación con la lectura sería mucho
más productiva si el poema, viniendo a nuestro encuentro, se transformara rn lo
que trae de la mano;: un mundo
.
La
página
Estaba
tan próximo a la realidad del hecho que no podía percibir más que la página
donde lo había descrito. La realidad para el escritor es siempre lo que éste
sabe de ella. Respecto a la realidad, la experiencia es algo que él solo se
imagina. Y, lo que es peor, que no puede comunicar.
Cuanto
hay de desconfianza, tanto hay de poesía
Escribir
es desconfiable en sí mismo, pues es inseparable de la duda. La duda se
manifiesta en la escritura en todo momento y sobre todo antes y después de
tomar la pluma. El intermedio está lleno de falsa felicidad. Y consiste en lo
que algunos llaman erróneamente júbilo.
Pero que
no es sino candidez.
Dictado
por el absurdo
Las
cosas que más debe ver el poeta son las absurdas. Las cosas corrientes solo
tienen interés práctico. No enseñan a la
experiencia; por el contrario la constriñen. El absurdo otorga la libertad que
le falta a lo real. Pero el absurdo como tal solo puede ser descubierto por el
poeta. Y esto esto es lo que lo hace poeta.
Del
texto
Algunos
han experimentado el sentimiento de la poesía hasta un grado tan extremo que el
hecho de haberlo expresado en sus vidas con la misma intensidad con que
hubieran deseado escribirlo, los ha incapacitado y, por eso mismo, eximido de
ponerlo en las palabras.
Pero
¿acaso la índole de la poesía no consiste en el acto de vivirla? No. Como
tampoco en la acción de escribirla. Consiste en la escritura misma. El
verdadero poeta no tiene, por eso, existencia real.
El
aguijón de Ío
A la
imaginación no es preciso que le den cuerda. Basta que la empujen para que se
ponga en marcha. Aunque a veces conviene hacerla girar en redondo, vuelta y
vuelta, como cuando calentamos el brazo para arrojar lejos la piedra. Así coge
el trote. Prueba de que el oficio necesita también del aguijón.
Diálogo
El
poeta: Yo estoy en desacuerdo con la realidad (en mayúsculas ese YO)
El
lector: Muy bien. Entonces no se meta con ella. Déjela donde está.
Las dos
ventanas
El drama
corriente del poeta de hoy consiste en que no dispone en su casa sino de dos
ventanas. Por una solo le es dado ver hacia sí mismo y por la otra puede mirar
hacia su infancia, pero sin rozarla. Con esta última no cuenta. Es una ventana
ciega. ¿Y entonces como haría si quisiera mirar las cosas? Tendría que utilizar
la primera. Y podría hacerlo si no fuera porque, al ver por ella, siempre se
encuentra a sí mismo, atravesado en el medio.
Escrito
en la piel
Piensa
en una poesía que, aún estando escrita, no necesitara de palabras. Y en la cual
el sentido y no lo que se ha escrito sea lo que dé la cara por el poema. Un
poema que estuviese escrito en la piel y que yo pudiera leerlo en tu cuerpo
cuando estuvieras a mi lado desnuda en la cama.
De:
Libro de
las
poéticas. (2006). Caracas: Fundación Editorial el perro y la rana
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