Mostrando entradas con la etiqueta Juan Ángel Mogollón. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Juan Ángel Mogollón. Mostrar todas las entradas

domingo, 29 de marzo de 2020

La novela


Juan Ángel Mogollón 

Tal vez nadie piense que en literatura se puede llegar a formas definitivas y concluyentes. Sería un absurdo. Como en toda expresión artística, un sentido dinámico le imprimirá cambios y evoluciones constantes. Es incluso posible que sufra transformaciones profundas, pero sin rebasar las medidas hasta un grado en que se desvirtúe su naturaleza. Porque si bien en un determinado género literario se pueden hacer todos los experimentos imaginables, siempre habrá un límite, después del cual, en virtud de las violentas mutaciones de que es objeto, se despoja de su propia esencia y pasa a ser otra cosa.

Hay quienes al pretender ser excesivamente innovadores caen en los extremos de una originalidad maniática. Obsesionados con descabelladas quimeras, y no pocas veces impulsados por la vanidad, creen posible legitimar sus extravagancias ante un público perplejo. Esto es lo que ha pasado con la novela contemporánea. El predominio de lo estrambótico es el signo de sus manifestaciones más representativas. Desde los ya antiguos experimentos de James Joyce con su renovador y audaz texto de “Ulises”, hasta

martes, 20 de octubre de 2015

Limitaciones de la Crítica

Juan Ángel Mogollón

Pawel Kuczynski
Muchos sostienen que el crítico, en buena medida, no es otra cosa que un artista frustrado y que avanza como un miope, sin ver más allá de lo que le ponen cerca o le afecta su roma subjetividad. Sobre todo los malos críticos a menudo no actúan sino en el círculo de  mezquinas capillas, de grupitos afines, con desdén absoluto hacia los demás que no comulgan en la intimidad del santuario, de esta manera, el que es débil por naturaleza e ignorante por pereza, según se ha dicho, puede todavía sostener su vanidad con el nombre de crítico.
Los juicios de un individuo así, arbitrarios y parciales, resultan nugatorios y de un valor muy escaso. Quizá  la crítica pudiera envolver algún mérito si se hiciera a distancia, en el tiempo e incluso en el espacio, del autor estudiado. Se haría necesario mirar a ese creador con la suficiente perspectiva que sólo el decurso de los años suele otorgar, sin prejuicios, rivalidades ni rencores.
Pero entre gentes que se reúnen con frecuencia para elogiarse o combatirse sin mesura, las opiniones estarán siempre viciadas, y las personas cuerdas que no se hallan involucradas en esos manejos, no las tomarán en serio. Porque es posible que a los tontos les maraville todo cuanto escribe un autor afamado, pero aquel que sólo lee para sí mismo no aprueba sino lo que realmente le agrada.

viernes, 21 de agosto de 2015

Acerca de la poesía

Juan Ángel Mogollón


Tal vez pueda decirse que la poesía es indefinible. Porque, realmente ¿qué cosa es la poesía? Los críticos literarios han aportado muchas definiciones tentativas, pero ellas sólo reflejan un punto de vista personal, una manera individual de ver la poesía. Y aun los poetas, involucrados como están en el problema de su creación, son ineficaces en sus definiciones. En verdad, siempre que un poeta intenta definir la poesía lo que está es haciendo poesía, acaso sin saberlo. Incluso podría decirse que a los poetas sólo les es dado el privilegio de de crear poesía, sin ocuparse mucho en desentrañar sus misterios, pues una cosa tan vaga e infinita, tan sumida en lo desconocido, al definirse se limita. Y la poesía escapa a todo límite y es la esencia que anida en todo objeto. Sin embargo, el poeta si puede referirse a su propia manera de hacer poesía, a su ars poética, que es su dominio personal. En este sentido, a lo que a mí respecta, puedo decir que me esfuerzo en la captación de las imágenes, a las que asigno un valor superior a las ideas. Un poeta no es un ideólogo, un teorizante de la realidad, sino un hacedor de belleza. Y para lograr este objetivo superior se sirve de la realidad y de los sueños, de todos los materiales que le suministra el universo, sin excluir ninguno. En este vasto reservorio, para los fines del poeta, no hay categorías ni jerarquías excluyentes. Vale tanto una hormiga como el Monte Everest, tanto una flor como una galaxia. Lo que importa, ciertamente, es el resultado, la suma de belleza que se obtenga de esos elementos, considerados individual o colectivamente.