Juan Calzadilla
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Juan Calzadilla. Imagen: Guillermo Colmenares |
El poema
Escríbelo.
Escríbelo de todos modos. Escríbelo como si finalmente nada hubiera de decir.
Escríbelo.
Escríbelo aunque sólo fuera para demostrar que lo que tenías que decir no ha
elegido en ti al instrumento para decirlo.
Cero grandes pasiones, cero poesía.
El
poeta supera el fracaso de su vida sólo cuando se exime de hablar de él. Es
entonces cuando a costa de ese fracaso y sin mencionarlo puede exhibir algún
trofeo.
En
cambio, el éxito de la poesía se refiere sólo a ella misma. Y en caso de
tenerlo, sólo se haría efectivo si encontrara a un lector. Y si el olfato de
éste fuera tan bueno como para hacer borrón de autor. Para quedarse sólo con el
poema.
Los
poetas mueren solos.
Poética objetualista
El
problema no es crear una lámpara en el poema, sino cómo, una vez creada,
encenderla. Así pasa con la rosa: la cuestión no es inventarla en el poema,
como aconsejaba Huidobro, sino colorearla.
La rosa no es rosa hasta que la mirada la entinta. Es el
color el que decide. No la palabra.
Instrucciones para leer
Más allá de su apariencia el monólogo es un diálogo con
lo invisible. A la inversa, en el caso del poeta, todo ensayo de escritura es
un tipo de diálogo que tiene como interlocutor al papel. ¿Y es que puede el
poeta hacer algo? Si, leerse piadosamente. A eso podría reducirse toda
esperanza en el porvenir de la poesía.
El conocimiento en poesía
En poesía no hay que hacerse ninguna ilusión respecto de
que pueda llegarse a saber. Ni aún si está de por medio el conocer. Saber en
poesía es asunto de iluminación genética.
La poesía conoce por ósmosis. Y se guarda el secreto.
Autobiografía
Ahora estoy poniendo en limpio mi autobiografía,
efectuando una especie de balance de ingresos y egresos morales de mi necesidad
expresiva, desanudando a ésta del enrevesado mapa de mi cobardía. Confieso que
antes había ocupado mucho tiempo en oír a los otros y en sacar conclusiones
serías acerca de cosas que tenían por eje todo lo que yo no había sido. Ahora
trato de oírme más a mí mismo, ayudado por una máscara.
Y el perverso espejo de la memoria.
Escrito en la piel
Piensa en una poesía que, aún estando escrita, no necesitara de
palabras. Y en la cual el sentido y no lo que se ha escrito sea lo que dé la
cara por el poema. Un poema que estuviese escrito en la piel y que yo pudiera
leerlo en tu cuerpo cuando estuvieras a mi lado desnuda en la cama.
Epitafio atribulado
Todos los que han muerto, murieron por mí. Todos los que
mueren, mueren por mí. Si no murieran por mí, yo no estaría vivo ni estuviera
yo llenando por ellos el lugar que dejaron vacío para mí. Ni estaría yo ocupado
de escribir en este momento el poema con que pongo fin a mi libro.