Laura Antillano
Yo no conocí a mi abuelita Lula, porque
cuando nací ya ella no existía, pero, todos los años, al llegar el mes de
diciembre, pienso en ella.
No puedo dejar de hacerlo porque mi
mamá, en estos días de diciembre, todos los años, comienza por sacar sus cajas
del cuartito de los corotos, (ese donde guardamos lo que no se usa siempre, o
lo que no sé sabe cuando se usará, como mi bici pequeñita, o la aspiradora de
antes).
Me gusta mucho estar allí cuando ella
saca esas cajas. Es como una ceremonia,
como si la magia de la Navidad comenzara justo cuando esas cajas son
destapadas.
Mamá las carga hasta el centro de la
sala, y yo voy tras ella, ahora que estoy más grande la ayudo llevando algunas, cuando estaba más chiquita
solo la seguía como en una marcha de fiesta.
Cuando las tenemos a todas allí, nos
sentamos en el piso y las vamos abriendo. Están cubiertas de papeles todos
arrugaditos, y de paja también. Hay que revisar con cuidado porque cada cosa
allí está muy envuelta, y está así desde
el pasado enero.
¿Y saben lo que sale de ellas?