José Gregorio González Márquez
La poesía alienta el espíritu. La creación,
soplo de vida desencadena ríos de palabras que trasmiten los estados de ánimo y
las emociones de quien piensa y escribe. El corpus poético se despliega como
una marejada que va inundando los rincones de la naturaleza misma del ser
humano. El poeta transforma lo que se ve como una realidad tangible, lo que
asume como cotidiano; lleva los elementos captados por la concreción del
pensamiento al estuario de la imaginación para sensibilizarlos y convertirlos
en imágenes augustas que sus semejantes celebran. Reverdy ( 1977) dice que: “ La
sensibilidad del hombre es, en su orden, única en el mundo – eso lo sabemos,
así como sabemos también que, si el sufrimiento y el gozo no son su exclusivo
privilegio, se lleva a un incomparable grado de intensidad la calidad de ese
sufrimiento y ese gozo, por la
conciencia que se le da.” (p. 83).