José Gregorio González Márquez
La poesía alienta el espíritu. La creación,
soplo de vida desencadena ríos de palabras que trasmiten los estados de ánimo y
las emociones de quien piensa y escribe. El corpus poético se despliega como
una marejada que va inundando los rincones de la naturaleza misma del ser
humano. El poeta transforma lo que se ve como una realidad tangible, lo que
asume como cotidiano; lleva los elementos captados por la concreción del
pensamiento al estuario de la imaginación para sensibilizarlos y convertirlos
en imágenes augustas que sus semejantes celebran. Reverdy ( 1977) dice que: “ La
sensibilidad del hombre es, en su orden, única en el mundo – eso lo sabemos,
así como sabemos también que, si el sufrimiento y el gozo no son su exclusivo
privilegio, se lleva a un incomparable grado de intensidad la calidad de ese
sufrimiento y ese gozo, por la
conciencia que se le da.” (p. 83).
Emociones, sentimientos, angustias, gozos,
alegrías; todos reunidos en torno a la imagen para crear, para vislumbrar en la
palabra escrita la libertad que nace con el poema. Hombre o mujer que particulariza
su fuerza interior delegada en imagen para afrontar la naturaleza de la
existencia.
El poeta escribe y trasgrede las normas. Hace
suyos los enigmas que revolotean a su alrededor y que solo él puede ver y
descifrar. El poeta conoce las licencias que le permiten alterar lo que los
demás conocen como realidad; estas licencias revitalizan la palabra y la
conducen por infinitos caminos cada vez más complejos que desembocan en el caos
y la anarquía para luego establecerse en un orden quizás lúdico que embellece su obra. Para Reverdy: “Es
en el momento en que las palabras se desprenden de su significación literal
cuando adquieren en el espíritu un valor poético. Es en ese momento cuando
libremente se las puede situar en la realidad poética.”
El lenguaje poético da vida a las situaciones
consideradas nimias comúnmente. La palabra trabajada hasta el cansancio,
pulimentada en su esencia justifica el nacimiento de la poiesis; metamorfosis de la grafía desde donde surge
el poema para declararse poseedor del don de la ubicuidad. Así, los versos
pueden expresar miles de sentimientos o pasiones de acuerdo a las lecturas que
se le den. El lector se apropia del poema y lo vive o lo sufre desde su visión
interna de mendicante de la palabra. Expresado por Víctor Bravo: “Cuando el
poema nombra al mundo y la vida, intuimos que se produce la conversión del
fenómeno en esencia, haciendo de lo contingente, presencia y persistencia.”
(p.99). Luego, la poesía se consagra
como un reducto y se instale en la memoria histórica de la humanidad.
En el trabajo poético que se hace para los
niños, el poeta introduce un mundo imaginario que permite a los niños y niñas
recrear en su pensamiento itinerarios de personajes y situaciones que en la
realidad no son factibles. La imaginación y la fantasía se constituyen en
elementos vitales que se posesionan en el infante para provocarle gozo y
alegría. Uno de los temas que con mayor frecuencia trabajan los poetas cuando
se trata de encantar a los niños es el bestiario.
Los animales y las bestias han estado
presentes en el ámbito de referencia del hombre. Desde las culturas primitivas,
los animales existentes o creados desde la fantasía, forman parte de la
cotidianidad. En los comienzos de las sociedades humanas, la superioridad del
animal dio inicio a relaciones diversas que parten del temor a las bestias y recalan en una simbiosis donde la
domesticación facilitó el acercamiento al humano. Para Marcos Antonio López
Sánchez, el animal encarna dioses y demonios. “Es un ser unívoco, a
diferencia del hombre que participa en una esencia equívoca, de dos o más
formas de comportamiento.” (p.45)
A lo largo de la historia, los bestiarios se
constituyeron en libros de referencia para la humanidad. Bestias creadas por la
imaginación o exageradas en sus condiciones naturales, atemorizaron o ayudaron
a quienes se topaban con ellas. Incluso de una cultura a otra la visión que se
tenía de ellas, podía ir de un extremo al otro.
San Francisco de Asís tiene una visión más
conciliadora pues sus relaciones con los animales se fundamentan en la igualdad
ante Dios de todas las criaturas. Para él, son sus hermanos. Ildefonso Montero
Agüera afirma que: “El aspecto más llamativo, más original de Francisco de
Asís es su manera de situarse ante la creación. Todos los seres, formando una
familia gozosa bajo la paternidad de Dios, son, para él, «hermanos» y
«hermanas».(p.153). Tiene el arte de dialogar con cada ser como nunca ningún
hombre ha hecho.” Pero además, el
uso de los animales y las bestias en la escritura está marcado por el plano
didáctico-moral, pues eran utilizados por un simbolismo oculto que se le daba
desde la religión para enseñar doctrinas religiosas. De las relaciones de los
animales con la naturaleza se tomaban ejemplos para extrapolarlos a la vida del
hombre. La biblia es un cantero inagotable de estos ejemplos.
La fábula es quizás el género literario que
más ha usado los animales y las bestias como modelo moralizante. Siempre
rematando los textos con una inseparable moraleja, el poema en prosa o verso pretendía
enseñar a partir de la actuación de los animales. Fauna que representa el saber
de la naturaleza donde se mueve el bien y el mal. Envidia, inquina,
malevolencia, solidaridad, tolerancia, respeto son algunos de los valores que
se atribuyen a los animales para que simbolicen las fuerzas pasionales que el
hombre experimenta en su diario acontecer.
Emiro Duque Sánchez, poeta nativo de Zea,
Estado Mérida, dedicó parte de su obra
poética a los niños y niñas. En su poesía confluyen muchos animalitos que cobran
vida revestidos por la humanización; así, actúan bajo esquemas propios de los
humanos para enseñar, divertir o desacralizar el comportamiento de los hombres.
Un libro esencial de su trabajo poético es El
Caballito del Diablo. Reúne aquí una serie de poemas cuya estética se
desliza entre las aguas de la moraleja y el humor como sentido lúdico para
divertir al niño.
La ranita silbadora es un poema que encarna
la miseria que pueden esconder algunos seres ante sus semejantes. La vanidad se
contrapone a la calidad humana que despierta sentimientos de bondad y belleza
interna. Aun cuando se atribuyen los visos de maldad a la mujer, no es una
acusación que generaliza sino que particulariza una relación específica. La
ranita coqueta ansía solo relacionarse con alguien que comparta su estatus.
Nótese que no siempre fue así. Lo que significa que ha dado un cambio en su
vida.
La ranita silbadora,
la que vive en el jardín,
ahora viste, con la moda,
minifalda y calcetín.
Ancho escote por la espalda
y en el pecho leve tul.
La ranita silbadora
ahora viste como tú.
El poeta inicia el texto describiendo el
cambio de la ranita silbadora y reflejándolo en los vaivenes de la moda que es
propia de los humanos y que muchas veces despierta la vanidad y la envidia en
la gente. Luego introduce un segundo elemento que forja el desprecio hacia una persona. El poema habla de un enano, pero
se presume que sea otra rana (macho)
Un enano la enamora,
el enano Serafín.
El enano como es calvo,
luce un negro peluquín.
La ranita no lo quiere,
la ranita lo ve mal.
Tiene piernas de madera,
tiene un ojo de cristal.
Se nota en el poema que utiliza referentes
propios de los humanos; sin embargo, el enano pudiera ser un ser inanimado, un
muñeco sin vida quizás un juguete que el niño manipula. Encaja en el enano, la descripción de un
hombre de pocos atributos físicos. Simbolismo que refiere a las relaciones de
la sociedad actual.
La ranita silbadora
se divierte en el jardín,
delgadita, encantadora,
con un rubio chiquitín.
En los versos anteriores puede corroborarse
que ya no es la estatura el impedimento para el amor o la atracción pues habla
de un rubio chiquitín. Recae entonces en la belleza física, uno de los cánones
que manejan algunas personas.
Con los ojos muy azules,
muy alegre, muy galán.
Sin las piernas de madera,
sin el ojo de cristal.
Si arrugas en la frente,
sin el negro peluquín.
La ranita silbadora,
dio la espalda a Serafín.
Y las ranas que murmuran,
con razón o sin razón,
dicen todas, en voz baja,
que no tiene corazón.
Otro texto en el que la protagonista es una
ranita, tiene elementos pedagógicos. El poeta usa al animal para establecer
relaciones con los niños. La ranita es la fachada para educar, para decirles a
los niños y niñas cuál es la importancia del aseo personal. La humanización es
el medio idóneo para inducir a los pequeños a ser aseados; a bañarse tal como
lo hace ella todos los días. El texto se divida en dos partes. Las dos primeras
estrofas reseñan las acciones diarias de la ranita.
La ranita de la fuente
La ranita de la fuente
coge sol por la mañana,
se baña con agua fresca
y con jabón de manzana.
Tiene una bata de luz
que le regaló la araña
y piensa lucirla el día
de San Juan, allá en la playa.
Una metáfora de inigualable belleza domina el
espacio de la segunda estrofa a saber: tiene una bata de luz/ trasparente
quizás señal de pureza, resistencia pero además, celebra el valor de la amistad;
es un regalo de la araña.
Imitando la ranita
cojo sol por la mañana,
me baño con agua fresca
y esencia de mejorana.
Yo sueño con ser ella,
limpia, alegre y menudita.
Que bello ejemplo nos da
a las niñas la ranita.
La presencia del elemento pedagógico, de
enseñanza o de modelo a seguir, generalmente le quita fuerza a los poemas para
niños puesto que muchos autores descuidan o sacrifican la belleza y el trabajo
metafórico para resaltar la enseñanza. Sin embargo, Emiro Duque Sánchez logra
fundir ambos elementos para lograr poemas con una carga de belleza que atrapan
al lector.
La escritura de poemas para niños no se deja
al azar. Las líneas de un texto dedicado a los más pequeños se nutre del saber,
de la experiencia del escritor, de la cotidianidad pero también integra el
maravilloso mundo que se mueve en la imaginación del adulto y que el niño no
solo asume sino que recrea de acuerdo a su pensamiento lúdico.
Quién imagina una tortuguita que venga de la
luna. Un satélite poco explorado y en el que se supone no hay vida, es el sitio
de origen de la tortuga que llega a la vida de una niña.
Mi tortuguita
es un pequeño aerolito
que me trajeron de la luna
los astronautas.
Aerolito que viaja con los astronautas,
argonauta que remonta el espacio desde la imaginación de la niña. Es selénica,
traída de la luna territorio de los selenitas que la poblaron desde la antigua
historia de los griegos. Argonauta, viajera del espacio infinito.
Mi tortuguita es selénica
y argonauta.
Oro de la luna
luce en la cabecita
que esconde temerosa.
Pedacitos de roca
de otros mundos,
lleva en la concha.
Y tiene en las patitas
algo de módulo lunar.
La evolución del poema permite al lector
conquistar estamentos avanzados de la imaginación. Imaginar no requiere de
grandes esfuerzos mentales. Simplemente se deja en libertad el sentido de mirar
el mundo desde diferentes perspectivas y luego se explora hasta la intimidad
cada resquicio de lo imaginado.
Mi tortuguita
es espacial,
es siglo veinte.
Para el 86, los astronautas
me traerán un cangrejito.
Y como soy pequeña,
tendré por compañero
un rubio marcianito.
Puede definirse la poesía para niños de Emiro
Duque Sánchez de excepcional. Su trabajo de filigrana va encajando cada palabra
para dar vida desde la fantasía a cada animal u objeto que retrata en sus
poemas. Pedro Pablo Paredes en la nota que abre el libro Caballito del diablo
apunta: “Pensado con altura; sentido con hondura verdadera; logrado como
decía Homero, con “aladas palabras”. Algunos de cuyos poemas han sido
elaborados para resistir ala más exigente antología.”
Más adelante dice también: Poesía para
niños. Nada más. Nada menos. La belleza en su más auténtica plenitud. No nos
preocupa por desentrañar los modos de que se valió el poeta para alcanzarla. Ni
saber cómo se incorporará al alma de sus traviesos destinatarios. Contentémonos
con su evidencia. Y tengamos desde ya, la convicción que llegará a su destino”
Bibliografía
Bravo,
V. (2007). El Señor de los tristes y otros ensayos. Caracas: Monte Ávila
Editores Latinoamericana.
Duque
Sánchez, E. (1977). El caballito del diablo. San Cristóbal: Unidad de Artes
Gráficas INCE.
López
Sánchez, M. (2014). Cantan los animales. En: Factótum Nº 11. Universidad de
Salamanca.
Montero
Agüera, I. (1982) San Francisco de Asís y símbolos animales. En: Boletín de la
Real Academia de Córdoba. Córdoba-España: Real Academia de Córdoba.
Reverdy,
P. (1977). Escritos para una poética.
Caracas: Monte Ávila Editores.
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