Leandro
Arellano
Además de divertida, una historia universal del adjetivo sería muy
provechosa: rastrear su formación y desarrollo en distintas lenguas
y conocer su representación en distintos signos y caracteres, a
sabiendas de que se halla entre los vocablos prescindibles o
relativos. En toda lengua “mesa” representa y significa mesa,
pero si decimos que es barroca o infame, hollamos un terreno menos
firme. Ocurre que la definición del adjetivo comienza a partir de su
relación con el sustantivo; su existencia es intangible sin este.
Mediante la lengua creamos el universo y sus realidades. Es ella el
vehículo por el que nos representamos el mundo. La palabra ejerce y
facilita las funciones del espíritu. Previamente al señalamiento de
sus características, nuestros antepasados bautizaron los objetos,
crearon las palabras con que se expresan los estados y acciones de
los seres. Desde los orígenes, el sustantivo precede al adjetivo. El
mar fue mar antes de ser, en adición, pacífico o aborrascado,
renegado o fidelísimo.