jueves, 3 de octubre de 2019

Adioses azules y otros poemas de Arnulfo Quintero López





Adioses azules

Acaso los adioses envueltos en fábulas azules nos despierten un día de los sueños y estemos sentados en algún camino esperando la vuelta, apartados de risas disolubles, en franca armonía con nuestras cosas, desmitificando el instante impreciso cuando atravesamos el recuerdo y tomados de la mano en el oscuro vuelo, depositamos la primera flor en el vientre de la brisa.

lunes, 23 de septiembre de 2019

El taller blanco


Eugenio Montejo

Quienes en nuestros días se sienten atraídos por el aprendizaje de la escritura poética, pese a tantos impedimentos que procuran disuadirlos, no sabemos si para bien o para mal, pueden al fin y al cabo encaminar su vocación a través de un taller de poesía. El experimento es novedoso entre nosotros, pero cuenta, como en muchas otras partes, con un manifiesto número de defensores y detractores. La tentativa, sin embargo, aunque opera de forma más o menos idéntica, esto es, congregando a un guía y a una seleccionada docena de participantes, puede proporcionar resultados tan dispares como los mismos grupos que la integran. Depende en mucho de la formación y sensibilidad de los concurrentes, y sobre todo del clima fraterno y cordial que a través de la práctica llegue a establecerse. Lograr desde el inicio que cada uno distinga su voz en el coro, que no perciba en el guía más que a un persuasivo interlocutor, en vez de un conductor hegemónico, constituye sin duda un buen punto de partida. El hábito de la discusión fecunda, los estímulos al trabajo, el respeto mutuo y todo lo que, para usar una expresión de Matthew Arnold, podríamos llamar "la urbanidad literaria", se seguirá naturalmente de ello solo.

Errar


Eduardo Milán



Eduardo Milán. Foto: Cortesía El Cuaderno


DECÍA: ESCRITURA es superficie. Pero no decía que era superficie reflejada, superficie refractada, doble superficie. Plano y de una plenitud de espejismo, este desierto señala una nueva condición. Señala también su margen, un margen que comienza a contarse por la posibilidad de oír una voz. Entre esa voz – posibilidad emergente de una entrada de mar en la escritura – y el desierto como metáfora de una soledad muda hay un vagabundeo de alguien que, por falta de otro nombre, llamamos “poeta”. Ahí está, en un espacio virtual y transitorio, no como pez en el agua. Habría que insistir en el desierto ya que en el desierto lo único posible es insistir. Insistir: estar en estado de absoluta disponibilidad. No es posible clamar en el mar pero es posible reclamar en el desierto. Reclamar: estar en estado de escucha. Estado de escucha es también estado de alerta, estado de alas levantadas en el medio, un estado por volar – sin jamás aspirar a pájaro, esa figura sin raíz. 

domingo, 22 de septiembre de 2019

Luchín de Víctor Jara: Para todos los niños que entienden desde la lucidez de su descubrimiento del mundo


Laura Antillano

Todos recordamos a Víctor Jara. ¿Cómo olvidarle?
La tradición de la canción chilena y de protesta lo tuvo, lo tiene, entre sus intérpretes más importantes, y se habló recientemente del juicio, finalmente, a quienes perpetuaron su muerte.
Y ahora descubrimos un bello texto atribuido a él por editorial Lom de Chile. Es un poema, canción y cuento, ilustrado a todo color por Raquel Echenique y se llama: Luchín.
El cuento está compuesto por el hilar de versos sencillos, típicos de la canción popular folclórica.
Describe las andanzas de un niño, que juega con una niña, con un caballo, un gato y un perro. Luchín en la playa, con el mar y los techos de Barrancas.
El tono del verso popular, de la canción de calle, del refrán y la retahíla, está en este libro de Lom hermosamente presentado, lleno de sencillez y mesura, entre tonos azules y amarillos con sepia, donde la sencillez descriptiva de los personajes nos acoge y nos hace comunicar con ese pequeño Luchín con sus manitas moradas de frío, y su miseria ignorada.

Marina Colasanti : La belleza en los vínculos descubiertos


 Laura Antillano

La editorial Global define una colección con el mismo nombre de la escritora Marina Colasanti de Brasil. Esta peculiar circunstancia nos puso en contacto con dos títulos de la autora, editados con bellas ilustraciones: Un amor sin palabras y Un verde brilla en el pozo. Leemos estos relatos con jóvenes que se inician en el taller literario de La letra voladora, y quienes acaban de terminar en la escuela primaria para iniciar la vida del bachillerato.
La belleza poética de estos cuentos y su contenido filosófico abre el diálogo.
Marina Colasanti toca importantes temas de la reflexión humana a partir de sencillas cadenas de circunstancias, donde sus personajes confrontan el día a día entre lo elemental y lo trascendente. La colección que lleva su nombre contiene otros títulos, pero los que localizamos en Venezuela fueron estos, y por el sabor y saber de su lectura aspiramos a leerlos todos.
Textos e ilustraciones son de la misma autora, lo que significa una total identificación entre lo uno y lo otro en la circunstancia de ideas que al ser desarrolladas han tomado la vertiente del camino ideal, en la búsqueda de lo sin lugar a dudas se quiere decir al lector.

De los Apeninos a los Andes como una película de Sergio Leone


Umberto Eco


En el pequeño negocio donde nos detenemos a tomar un café hierve una olla de caraotas negras y me pregunto en qué película de Sergio Leone ocurre algo parecido. Estamos subiendo por el Páramo, la zona de los andes que se abre majestuosamente en el Estado Mérida, Venezuela. Primero conseguimos una vegetación en parte alpina y en parte tropical; después pasamos por grandes lagos entre enormes peñascos y macollas de arbustos mórbidos y carnosos, con forma y consistencia similar a las orejas de conejo. La temperatura es fresca y agradable, estamos a la misma altura del Monte Blanco.

Volvemos a descender a tres mil metros, hacia un valle verdísimo, en el cual se ve una casita de piedra. A primera vista me recuerda una de esas capillas entre Perpiñán y la frontera catalana, pero las formas son más libres; de cerca, ciertas extravagancias me hacen pensar en Gaudi. La iglesia está torcida, con curvas sinuosas; la pequeña nave está decorada con muebles casi zoomorfos, hechos conjugando troncos y tronquitos ya moldeados por la naturaleza. El altar evoca a lo que por convención llamamos “art naif”, pero si su autor es un primitivista, sabe cómo inventar soluciones técnicas muy refinadas.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Poemas de Alcides Rivas Ávila Le Comte Blue D’ Austre Soleil*


Foto Gonzalo Fragui


I

Un cielo pulido
volando con el verde follaje
de los sueños
Imagen encontrada
paseándose con el sol de los venados.
Develándose
las oscuras horas
de la noche larga
con la alegría
apresurada
de un mediodía.