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lunes, 23 de septiembre de 2019

Errar


Eduardo Milán



Eduardo Milán. Foto: Cortesía El Cuaderno


DECÍA: ESCRITURA es superficie. Pero no decía que era superficie reflejada, superficie refractada, doble superficie. Plano y de una plenitud de espejismo, este desierto señala una nueva condición. Señala también su margen, un margen que comienza a contarse por la posibilidad de oír una voz. Entre esa voz – posibilidad emergente de una entrada de mar en la escritura – y el desierto como metáfora de una soledad muda hay un vagabundeo de alguien que, por falta de otro nombre, llamamos “poeta”. Ahí está, en un espacio virtual y transitorio, no como pez en el agua. Habría que insistir en el desierto ya que en el desierto lo único posible es insistir. Insistir: estar en estado de absoluta disponibilidad. No es posible clamar en el mar pero es posible reclamar en el desierto. Reclamar: estar en estado de escucha. Estado de escucha es también estado de alerta, estado de alas levantadas en el medio, un estado por volar – sin jamás aspirar a pájaro, esa figura sin raíz.