Eduardo
Milán
Eduardo Milán. Foto: Cortesía El Cuaderno |
DECÍA: ESCRITURA es superficie. Pero no decía que era superficie
reflejada, superficie refractada, doble superficie. Plano y de una
plenitud de espejismo, este desierto señala una nueva condición.
Señala también su margen, un margen que comienza a contarse por la
posibilidad de oír una voz. Entre esa voz – posibilidad emergente
de una entrada de mar en la escritura – y el desierto como metáfora
de una soledad muda hay un vagabundeo de alguien que, por falta de
otro nombre, llamamos “poeta”. Ahí está, en un espacio virtual
y transitorio, no como pez en el agua. Habría que insistir en el
desierto ya que en el desierto lo único posible es insistir.
Insistir: estar en estado de absoluta disponibilidad. No es posible
clamar en el mar pero es posible reclamar en el desierto. Reclamar:
estar en estado de escucha. Estado de escucha es también estado de
alerta, estado de alas levantadas en el medio, un estado por volar –
sin jamás aspirar a pájaro, esa figura sin raíz.
Ninguna libertad
sin la raíz, el pájaro es libertad aparente, producto de un valor
que encuentra su uso en la separación de todo suelo. Alas son
alejamiento, promesas de ruptura con la tradición. “El valor de
volar” no es un coraje libertario: es un simple juego de metátesis,
un intercambio de letras en el comercio de la frase, la instalación
de una economía de trueque, el medioevo del discurso. Escribir es no
alejarse de la posibilidad de la voz por venir y bienvenida. Escribir
es escribir después de Auschwitz, es asumir la suma de las cenizas
en el viento del desierto sin temer al humor de las palabras, la
ironía del creador. Es ser judío de día y esperar bajo el sol. Es
tener historia. “ Is to have or nothing” (Wallace Stevens)
Leer a Edmond Jabés. Y tomar contacto con la liviandad de la arena,
con la aridez de una propuesta desolada que encuentra consolación al
asumir su propia ausencia. La propia ausencia es
la ausencia del poeta que ahora no lleva comillas porque ya no es
titular de su habla. El vacío ya no es vaciamiento ni del cuerpo ni
del alma, sino el vaciamiento del propio nombre, el
vaciamiento de la función.
Dejar de ser para ser hablado. Ya
no es posible. Ésa sería la forma de reencontrarse con el
origen que está más allá del nacimiento, encontrar el origen hacia
atrás. Si, pero ya no es
posible. Escribir sería entonces retroceder infinitamente hacia el
final. Sería alejarse hasta el principio, una manera de morir
antes. Esta forma de viaje al
revés es una manera de reverse, de cortar de un solo tajo la propia
vida en el momento de la palabra. Escribir es siempre plantearse una
estética de negación de la propia vida, reafirmar
una suerte de no seguimiento. Deteniendo la duración, escribir es
resistir. Toda escritura nace de una herida que nunca cicatriza
porque su abertura es la posibilidad de la escritura. Sí, pero ya no
es posible porque en este momento la tarea es rehacer al sujeto del
cambio, el otrora “sujeto revolucionario”
¿Es este discurso una forma más de
mistificación? ¿Responde a una propuesta de empezar de nuevo, de
tirar la escritura del mundo por la borda de abismo? Tal vez sería
una propuesta de comienzo pero nunca de final, una propuesta de
(re)población. Sucede justamente allí, en el desierto, ese lugar o
no-lugar donde la posibilidad de la analogía es total o no existe.
No es una propuesta de creación de la nada porque
supone siempre un sujeto, no de la escritura sino del mundo. El
hombre está y es errante. Sólo que no tiene palabras y su continuo
vagabundeo permite eludirlas,
dejando pasar solamente las palabras que no le pertenecen. Rechaza
entonces el lugar de la apariencia, porque la apariencia impide la
llegada de las palabras. ¿Rechazar el mundo? No, rechaza una forma
del mundo donde las palabras en apariencia están encarnadas
secularmente. Es sólo un gesto: la gesticulación de la mano cuyo
vaivén parte aguas. Es un hombre alimentado por un deseo principal,
el deseo de ser desierto, cuya posibilidad de satisfacción es sólo
un sueño de escritura.
En:
Milán, E. (2010) Cosas de
ensayos veredes. Caracas: Monte
Ávila Editores Latinoamericana.
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