martes, 25 de noviembre de 2014

Adivina el mundo


José Gregorio González Márquez



La adivinanza como ejercicio lúdico forma parte fundamental de la tradición oral. Desde tiempos inmemoriales, resolver un acertijo obliga entre juego y diversión a buscar respuestas en posibilidades infinitas. Una adivinanza permite el uso del pensamiento lógico luego de escuchar o leer una estructura generalmente en verso, que recrea o describe un objeto animal o persona. Descripciones o comparaciones definen el objeto de la adivinanza.
Pero, estas características son simples precisiones pues el arte de adivinar va más allá. La función de la adivinanza es lúdica y por lo tanto, busca divertir mientras se socializa, se convive y se fomenta el entretenimiento común. Se juega con el verso, se proponen miradas poéticas partiendo de la construcción de una interrogante; se recorren laberintos donde la palabra esconde sus significantes o los disfraza pretendiendo burlar la astucia del adivinador; se evaden los significados entre las sombras dejando vestigios que tarde o temprano conducen al encuentro de las respuestas. Mientras tanto, niños, jóvenes o adultos disfrutan del sano esparcimiento que le brinda tener la certeza de adivinar lo que se le pregunta.
Los niños son quizás los seres que más les gustan las adivinanzas. Rodari en su Gramática de la Fantasía apunta que: “Para un niño el mundo está lleno de objetos misteriosos, de acontecimientos incomprensibles, de figuras indescifrables. Su misma presencia en el mundo es un misterio que resolver, una adivinanza que descifrar, dándole vueltas con preguntas directas o indirectas. El conocimiento llega, con frecuencia, en forma de sorpresa”. Entonces, el ámbito infantil esta pleno de interrogantes que necesitan respuestas; por

Cotufas en el cielo


 
José Gregorio González Márquez

La narrativa escrita especialmente para niños posee características particulares. Esto no implica que cualquier persona pueda o deba leerla. En realidad, los autores de cuentos infantiles buscan llegar desde los espacios de la imaginación y fantasía hasta el poder lector del niño. Más allá del efecto pedagógico y moralizante, el narrador busca divertir sin fomentar el aburrimiento; así como desarrollar las capacidades de expansión imaginativa que rodean el ámbito del infante. La lectura de cuentos resulta genial para los niños si se da en un ambiente de libertad y respeto.
Escribir para los niños no es fácil. Mucha literatura se ha publicado para ellos; sin embargo poca les llega verdaderamente. Las historias simplonas, burdas y banales son rechazadas pues carecen de elementos atrayentes y por lo tanto, se deslizan por el tobogán del aburrimiento y el desinterés. Esto no significa que cuentos sencillos sean significativos para los niños y despierten un caudal de imágenes creados a partir del texto leído. Rodari afirma que “La imaginación del niño, estimulada para inventar palabras, aplicará sus instrumentos sobre todos los aspectos de su experiencia que desafíen su intervención creativa.” Las historias, las fábulas, la poesía y en general, la literatura estimula el acto creativo.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Los más pequeños y el mundo poético


Morita Carrillo

  Qué lee la luna?. Ilustración de Marta Farina
Si recordamos que el mundo infantil gira dentro de la órbita de la belleza, será fácil reconocer que la poesía es su elemento natural. Ya entre las brevísimas frases de la primera infancia coloreadas de onomatopeyas, palpitan sus primeras convergencias.
Si se siguen de cerca y paso a paso las experiencias balbucientes de los pequeños, podrá sentirse en ellas algo como el desarrollo musical de la sensibilidad. Por eso alguien dijo que la primera edad tiene “un aire de infinita sabiduría”. De esta actitud primigenia, de este poder informe, análogo a un cosmos sumergido, perdurarán raicillas que se vincularán luego a las saludables consecuencias de los recursos estéticos que se pongan al alcance del niño.
Con sobrada razón dice Dora P. de Etchebarne insistiendo en que no es ninguna novedad que “la literatura forma parte de la vida del niño desde temprana edad y constituye uno de los elementos más preciados de su alma”. Sin omitir las diferencias individuales ni las numerosas circunstancias no previsibles siempre, la ley del crecimiento,

miércoles, 1 de octubre de 2014

Hechura de palabras

Eleazar León

Jean-Hippolyte Marchand, francés. Una mujer leyendo
Cierta práctica contagiosa de quienes solicitan la literatura de nuestros días ostenta con alarde que son suficientes las palabras cotidianas para la población satisfecha de algunas páginas, para esa tarea “sobre el papel vacío que defiende su blancura” de la cual hablara con celosa ceremonia Stéphane Mallarmé. Según esa creencia, la mera enunciación de los vocablos del pueblo y de la calle bastaría para seducir el privilegio de la expresión, esas frases que nos revelan y nos rebelan y nos desbaratan y nos vuelve a decir, atravesando el decir común, “municipal y espeso”, y tocando el habla manantial de donde fluyen las voces de los que apenas tienen voz, de mana la disonancia que desespera de todo y la música leve que se contenta con casi nada. Quisieran los dones primordiales que tal confianza fuera posible. Pero no hay tal, por más que lo procuremos, pues las palabras abandonaron desde hace un tiempo sin memoria, su intimidad de vida con el mundo, y ahora mundo y lenguaje merodean aparte su propio destierro, el uno avasallado por las cosas de la realidad (producidas, mercadas, consumidas), y el otro, con mucho, su vasallo.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Con la palabra siempre

                                                      David Figueroa Figueroa

                                                        “Los libros están demasiado llenos
                                                          de palabras. Hay que llenarlos de
                                                        significaciones, sin olvidar que éstas
                                                         andan a caballo sobre las palabras”
                                                                             Ludovico Silva

Poeta José Gregorio González Márquez
La palabra es y será el don más maravilloso que la naturaleza o Dios le haya dado al hombre, de aquí se desprende que el epígrafe que encabeza este escrito tenga esencia y dimensión. No en balde, el primer poema que conseguimos en Rostros de la insidia, del poeta merideño José Gregorio González Márquez, dice:

                   
                      “La muerte
                      atrae a su núcleo
                      sólo el cuerpo desaforado del poeta
                      pero nunca lleva a su seno la palabra
                      ésta perdura por siempre
                      en el silencio de la vida
                      en el anochecer del destino
                      en la lejanía y el misterio”

Es que la palabra al llenarse del elixir bienaventurado de la metáfora, se transforma en el juego más importante creado por nosotros en este mundo y quizás en el otro. “Homo Sapiens y Homo Metaphoricus: las dos orillas del río heraclitiano de la vida. El lenguaje como tránsito, como medio para informarse; y el lenguaje como ámbito, como campana de

jueves, 18 de septiembre de 2014

El rostro de un poeta de cien años

Julio Bolívar

NIcanor Parra. Foto Claudio Pérez
Veo el rostro de Nicanor Parra en una foto en color usada para un reportaje de una página cultural digital. El texto es de una cronista que siempre me ha sonado feroz, Leila Guerrero, sobre una visita que hizo a la casa del poeta. Por pura casualidad la celebrada cronista pasa por Caracas. Sorprendido, la escucho en radio, tiene una sabiduría no común en nuestros escritores, conoce sus límites, además tiene la voz dulce de las mujeres firmes.
Regreso a Parra, su rostro es delgado y algo parecido a una colina de donde bajan quebradas que marcan surcos, pocas arrugas. Parece el rostro de un hombre delgado y fibroso. Es una foto de hace tres años. Sospecho  que no se arrugará más. Este año cumplió 100 años (otra fecha redonda más) y no creo que haya agregado una arruga más a su rostro. Su cabellera va hacia un lado  como si pasara un fuerte viento sobre él hacia la izquierda. Como si en su cabeza estallaran  explosivos todos los días. Se nota que se peina con las manos. Sus cejas son como dos rectángulos descuidados, o mal dibujados, no tienen canas,  a diferencia de su cabello blanquísimo como la nieve. Las bolsas arrugadas que caen de sus ojos lanzan un mensaje: no duerme

miércoles, 27 de agosto de 2014

Los niños y la poesía


 
Morita Carrillo

Niña leyendo. Iman Maleki
La literatura es parte esencial del arte al servicio del niño. Ofrece un campo vastísimo para cultivar el sentido estético. Para nuestros propósitos de exposición breve, la consideramos de inmediato en su gran división de Poesía y Prosa. A la primera forma expresiva nos vamos a referir a continuación, asignándole concretamente el papel principalísimo que desempeña con respecto a la formación estética.

Poesía y Educación Estética

No cabe duda de la profunda virtud docente de las artes. Y que de ellas, la poesía es la que tiene un parentesco más cercano con las almas infantiles: lleva al a encontrarse dentro de sí mismo y hacer uso de sus recursos totales de imaginación, de sensibilidad, de afectividad; es capaz, en fin, de guiarlo hasta el libre desarrollo de sus facultades creadoras, por su gran poder de emulación. Mucho se ha insistido sobre la gran capacidad receptiva de los niños, como también es bien sabido que todo contacto con la belleza es por sí mismo fértil. Lo será entonces mayormente si los destinatarios son