José Gregorio González Márquez
La adivinanza como ejercicio lúdico forma parte fundamental de la tradición oral. Desde tiempos inmemoriales, resolver un acertijo obliga entre juego y diversión a buscar respuestas en posibilidades infinitas. Una adivinanza permite el uso del pensamiento lógico luego de escuchar o leer una estructura generalmente en verso, que recrea o describe un objeto animal o persona. Descripciones o comparaciones definen el objeto de la adivinanza.
Pero, estas características son simples precisiones pues el arte de adivinar va más allá. La función de la adivinanza es lúdica y por lo tanto, busca divertir mientras se socializa, se convive y se fomenta el entretenimiento común. Se juega con el verso, se proponen miradas poéticas partiendo de la construcción de una interrogante; se recorren laberintos donde la palabra esconde sus significantes o los disfraza pretendiendo burlar la astucia del adivinador; se evaden los significados entre las sombras dejando vestigios que tarde o temprano conducen al encuentro de las respuestas. Mientras tanto, niños, jóvenes o adultos disfrutan del sano esparcimiento que le brinda tener la certeza de adivinar lo que se le pregunta.
Los niños son quizás los seres que más les gustan las adivinanzas. Rodari en su Gramática de la Fantasía apunta que: “Para un niño el mundo está lleno de objetos misteriosos, de acontecimientos incomprensibles, de figuras indescifrables. Su misma presencia en el mundo es un misterio que resolver, una adivinanza que descifrar, dándole vueltas con preguntas directas o indirectas. El conocimiento llega, con frecuencia, en forma de sorpresa”. Entonces, el ámbito infantil esta pleno de interrogantes que necesitan respuestas; por
supuesto, se despejan siempre que se les facilite su acercamiento a la realidad aún desde la fantasía y la imaginación. La metáfora junto a otras figuras literarias remiten al entretenimiento, a la emoción, a la fascinación. El gusto, el amor por las adivinanzas trasciende fronteras, ha vivido en cada pueblo del planeta; configura mapas de certeza en los espacios humanos.
Adivina el mundo, libro de Neida Atencio publicado por la Fundación Editorial el perro y la rana, recrea entre sus páginas el universo de las adivinanzas. Escritas en versos sencillos pero cargadas de imágenes remiten a la primera infancia, momentos en que el niño se acerca a la palabra después de transitar por los registros orales. Cada una de las propuestas llenan de ritmo, musicalidad y rima la vida del niño.
La experiencia lúdica vivida desde la metáfora impregna de imágenes los predios de la infancia. Un canto a la vida, a la naturaleza, a la cotidianidad que se expresa en textos de admirable construcción. /Camino despacio/ con mi casa a cuestas; /si un ruido me asusta/escondo mis patas, /guardo mi cabeza/ Frases simples pero con una carga poética que interesa a los niños. El descubrimiento del mundo, la formación azarosa del devenir y el recorrido por los senderos de la imaginación conforman un corpus lúdico que atrapa al lector y lo conduce hasta la resolución del enigma.
El lenguaje vincula la cotidianidad con los procesos de creación y facilita al niño la comprensión de su entorno. Poesía con una mirada inminente de belleza, de incertidumbre, de búsqueda, de asociación. /A mi me persigue el perro/yo persigo a los ratones/me gusta comer pescado/y acostarme en los sillones/ .Descripción de un animal que por lo general tenemos en casa.
Adivina el mundo se pasea por diversos ambientes: el mar, la naturaleza, los animales, las personas, el horizonte. Poemas hechos adivinanzas o acaso adivinanzas para disfrutar imágenes; textos en los que fluye la poesía para deleite del niño. /Son mis amigas las plantas/tengo brillantes colores/el viento me lleva suave/a jugar entre las flores/
Neida Atencio propone a los niños jugar con las palabras. Pudiera pensarse que el libro esta segmentado para pequeños de los primeros grados; sin embargo, son textos para el disfrute sea en familia. La calidad literaria de Adivina el mundo se complementa con las ilustraciones de David Dávila quien deja abierta la posibilidad de intervenir su trabajo al invitar a los niños a colorear algunas imágenes.
Rodari, G (s/f). Gramática de la fantasía. Caracas: Editorial Laboratorio Educativo.
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