Julio Bolívar
NIcanor Parra. Foto Claudio Pérez |
Veo el rostro de
Nicanor Parra en una foto en color usada para un reportaje de una página
cultural digital. El texto es de una cronista que siempre me ha sonado feroz,
Leila Guerrero, sobre una visita que hizo a la casa del poeta. Por pura
casualidad la celebrada cronista pasa por Caracas. Sorprendido, la escucho en
radio, tiene una sabiduría no común en nuestros escritores, conoce sus límites,
además tiene la voz dulce de las mujeres firmes.
Regreso a Parra,
su rostro es delgado y algo parecido a una colina de donde bajan quebradas que
marcan surcos, pocas arrugas. Parece el rostro de un hombre delgado y fibroso.
Es una foto de hace tres años. Sospecho que no se arrugará más. Este año cumplió 100
años (otra fecha redonda más) y no creo que haya agregado una arruga más a su
rostro. Su cabellera va hacia un lado
como si pasara un fuerte viento sobre él hacia la izquierda. Como si en
su cabeza estallaran explosivos todos
los días. Se nota que se peina con las manos. Sus cejas son como dos
rectángulos descuidados, o mal dibujados, no tienen canas, a diferencia de su cabello blanquísimo como
la nieve. Las bolsas arrugadas que caen de sus ojos lanzan un mensaje: no
duerme