domingo, 5 de septiembre de 2021

Vuelo de enigmas

 

Egla Charmell

 

“El cuerpo

es un monumento a la vida

la virtud de la existencia”

José Ochoa Díaz

 

 


En este poemario permanecen veinte lugares que corresponden a la contraluz y la cónclave de la vida del hombre: la muerte, la sombra, la noche, lo amargo, el suicidio, el ocaso (la tarde), la falsedad, la duda y la incertidumbre (¿dónde hallarla?), la fragilidad, la nada, lo fantasmal, el vacío, la negación a la palabra (sin palabra, silencio del verbo, sin la presencia del verbo), incredulidad (sin dioses y blasfemia), la injuria, la tristeza, el miedo, el olvido y la ausencia.

José Ochoa Díaz precisó su poemario con cuarenta y nueve poemas (o partes) donde la muerte, la noche y la sombra se repiten sin hacer círculos o ciclos, tampoco sin obstinar. Esta trilogía cadente no representa un final (ni de la vida, ni del día, ni de la luz), menos una conclusión, sino un refugio de aquel que necesita de la soledad y su Yo mismo para continuar en la existencia, sin necesidad del cuerpo social. Exalta lo personal –lo íntimo- como una referencia complaciente: “El cuerpo/ es un monumento a la vida/ la virtud de la existencia”. Su manifiesto literario es el momento cuando “La luz nos fue opacando…”, es pernoctar en la soledad: “…descubrirás que la vida/ es sólo un invento/ del vacío”.

sábado, 19 de junio de 2021

Carta de un otoño lejano (En el día del padre)

 

Laura Antillano


Deseas escribir esta carta desde un otoño pálido y frío, desde una ciudad desconocida, con tranvía y subterráneo, con edificios ocres y un pasado histórico que parece pesar sobre la espalda de la gente, como un baúl viejo con ropa del abuelo.

En la memoria, como un álbum de fotos ves a papá,  gordo, pequeño, con bigote ralo, cuando discute mientras limpia sus libros, se pone los anteojos en la punta de la nariz mirándome por encima, porque los usa para leer y escribir y si le hablas, sube la cabeza y te mira, como si los anteojos se quedaran inútiles puestos allí, justo encima de su nariz.

Él sabe bailar y canta a gritos y tiene una risa muy sabrosa. Cuando se afeita pone mucha espuma en la brochita y lo hace con un gesto cuidadoso, poquito a poco, y canta un poco si no anda apurado. Piensas en esto y entonces recuerdas, página a página, el álbum de fotografías y el gato pequeño de felpa que dormía sobre la cama cerca del piso.

Y con tu frío de manos en el bolsillo y mejillas rojas, mientras compras estampillas o te preparas para la jornada de trabajo de hoy, sabes que quieres reconstruir palmo a palmo una tarde y otra, y meterte en el uniforme de la escuela de los nueve años y tener el bulto grandísimo que  arrastrabas por demasiado peso.

miércoles, 19 de agosto de 2020

A la espera del accidente

 

Y escribes para que el viaje de ida no acabe

y haya luz en el portal de la memoria

Néstor Rojas

 

Carlos Yusti

 


Tratar de entender cual es la motivación que empuja a un puñado de hombres y mujeres a dedicarse a una profesión difusa como es esa de escribir resulta un enigma algo complejo, por lo sutil y lo simple. De igual manera se tiende a confundir escribir con publicar.

Me asaltó el deseo de escribir por esa necesidad de evitar esa foto de normalidad en la que aparecía desenfocado y como fuera de lugar. Para concretar este deseo necesitaba escribir un libro, pero carecía de imaginación para enfrascarme en la escritura de una ficción novelesca, sin mencionar lo mal equipado, con respecto al lenguaje escrito, que estaba para emprender semejante tarea. Solo tenía como soporte un montón de lecturas desordenada. No tenía nada.Estaba en un agujero.

Un amigo fotógrafo (Yuri valecillo) me suministró el tema para un libro y lo agarré como un perro a un hueso. Durante tres años reuní información para ese puto primer libro. Entrevisté a un montón de gente. Visité a toda biblioteca real e imaginada. Viajé mucho. Cuando tuve un caudal suficiente de material informativo (en bruto) me senté ante una máquina de escribir portátil y le di de golpes a las teclas durante tres semanas de febril locura. Después de escrito el libro lo deposité en una gaveta y pude salir a la vida a mendigar un poco de luz.

sábado, 4 de julio de 2020

Poemas de Luis Rogelio Nogueras

 Luis Rogelio Nogueras - Poemas de Luis Rogelio Nogueras



Arte poética

 

Ahora sé

que el poema, antes de ser las líneas trazadas

con prisa,

es la conversación en el café,

la sonrisa azul de Blanca Luz,

la muerte de este hombre,

el apretón de manos o la vida entre dos.

 

viernes, 3 de julio de 2020

Arte de vida

Efraín Barquero

Extractos del libro Arte de vida

 

Viene mi abuelo escoltado por dos de mis tías, y, qué gran coro se alza a su paso, removerse de cabalgaduras ahí afuera, exclamaciones de hombres trabajando, zumbido de abejas, cantos de pájaros, rumor de aguas.

Me mira largamente mientras le tienden un asiento, y yo sé por su manera de sentarse que este hombre es aún el eje, aunque gastado, de lo que ocurre en torno. Además están mis tías para informarme. A su derecha, alta, grave, mi tía Tila; a su izquierda, sonriente, juguetona, mi tía Dina. Ambas se preocupan, a su modo, del anciano y ambas me hacen comprender, mejor que en un libro de estampas, las dos ramas que se cruzan en toda descendencia.

Mi abuela está detrás de esta escena, mi abuela está allá, al fondo de las habitaciones, haciendo posible los buenos alimentos.

Entre los hombre el trato es más ceremonioso. Yo creo que esta entrevista, por así decir, se repitió muchas veces, todas las veces que yo estuve en Piedra Blanca.

No obstante, nunca creo haber escuchado netamente la voz de mi abuelo, sino, más bien, un sordo murmullo como un rezo que iba y venía entre él y la naturaleza circundante. A pesar de haberme dado muchas muestras de cariño y entendimiento, él estaba ahí para mostrárseme y para callar, para que yo escuchara enmarcados por su rostro y su vetusta persona, lo que sucedía a toda hora en la comarca.

La casa, los misterios

Qué grande, qué obscura es la casa adonde nos trajeron. Por todas partes muros, muros altos y graves. Muy pocas ventanas como en todas las viviendas de los pueblos, las indispensables para no apartarnos completamente de la noche.

domingo, 29 de marzo de 2020

Poéticas


Juan Calzadilla



Gema del sentido

hay que tallar el sentido, no la forma. Hacer gema de la transparencia del verbo. Pero que la herramienta no sea el buril o el escoplo, sino el escalpelo.
Hay que hacer del lenguaje algo más transparente. Que se pueda mirar a través de su opacidad como a través de un cuerpo.

Instrucciones para leer

Más allá de su apariencia el monólogo es un diálogo con lo invisible. A la inversa, en el caso del poeta, todo ensayo de escritura es un tipo de diálogo que tiene como interlocutor el papel. ¿Y es que puede el poeta hacer algo? Si leerse piadosamente. A eso podría reducirse toda esperanza en el porvenir de la poesía.

Kanko y Ventarrón en la memoria de El Tocuyo



José Gregorio González Márquez




Desde la memoria, la humanidad recrea todos los acontecimientos surgidos en el devenir del tiempo y que marcan sus pasos por la historia. Los pueblos guardan entre las paredes de sus casas, en los resquicios de su pensamiento  los recuerdos que cada tanto, son rememorados para afianzar sus identidades y sus huellas perennes.
El rescate de la crónica, se convierte en estos momentos históricos en un deber fundamental de todo ciudadano. El conocimiento ancestral, la historia oral y la palabra escrita están en peligro y pueden desaparecer de nuestra geografía humana. Olvidar los tiempos idos y su historia implica borrar la memoria y desconocer nuestros ancestros. Es imperante entonces rescatar la memoria colectiva para reafirmar los rasgos que identifican a cada pueblo y mantener los hilos que unen al pasado histórico.