sábado, 20 de febrero de 2016

El pájaro de madera muerto, obra de Isabel Ortega


Yony G. Osorio G.

“…recordad que los universos están en su justa posición, lo más probable es que el de madera esté ahora, en su universo de madera, con pájaros de madera como él, y tal vez así entienda la felicidad, a su manera, mas no tu forma de suspirar la felicidad, bajo tu iluminado corazón de algodón, reflexionad sobre eso”. (Ortega, 2014, Cap. V. “6to. Sabio”, S/N).


  Pájaros muertos, Herman Van Vollenhoven. 1600 – 1628.

El pájaro de madera muerto (2014) es un relato re-creado por la poeta Isabel Ortega Hernández y que está configurado por siete capítulos, siete consejeros o sabios y ocho ilustraciones labradas en tonos apacibles, coloridos y lumínicos por el escultor Añu León Bracho. Además, este discurso imaginario aguarda la posibilidad de ser representado en cualquier escenario.
Con “impalpables” “dolores de nostalgia” se inicia el desarrollo del texto, siendo el personaje Gertrudis una niña candorosa que sucumbe en su casa presa de la desolación. Ella recibe la visita del Príncipe Jean Kabir Chin, quien se caracteriza por ser un sanador de “luminosas manos”, verbo encantador y cargado de enérgicas “palabras envueltas en esencias aromáticas”. (“La magia curativa”, Cap. II, S/N). Éste, con tan sólo el contacto luminoso lleno de gracia, las emanaciones de la belleza de la naturaleza -flores- y la acción de “manos luminosas” suscitaba todo un acto de sanación-iluminación-transformación del contexto: “el ambiente se tornaba en efluvios sutiles de rosas”; “la energía sobre el plexo solar del ombligo” y “palabras envueltas en esencias aromáticas” (“La magia curativa”, Cap. II.

domingo, 7 de febrero de 2016

Rostros de la insidia, del escritor José Gregorio González Márquez


Yony Osorio

El poeta no vive del oficio, muere de
hambre y desesperanza; incendia las
palabras, calcina hojas enteras; 
es un jugador desterrado de la memoria”.

(González, José, 2007:133)

A propósito de haberse realizado un encuentro de la Red Nacional de Escritores de Venezuela en la ciudad de Barinas, precisamente mientras esperábamos la entrega de los premios “Compañeros de Viaje” en el teatro Orlando Araujo, nos dirigimos hacia un sencillo restauran a escasos metros del mismo lugar en donde tuve la feliz ocasión de recibir de manos de José Gregorio González Márquez el libro Rostros de la insidia, claro está a instancia del escritor yaracuyano David Figueroa, quien no ha tenido reparo alguno en presentarme a sus amigos escritores; hecho este que me permitió aproximarme al mundo poético de este autor de la Azulita, estado Mérida, creador de una obra que va desde Alegoría del olvido, Mujer profana, Espejos de la insidia, En cualquier estación y Rostros de la insidia hasta libros dedicados a la literatura infantil dirigida a niños, adolescentes y jóvenes, como Caballito de madera, La ranita amarilla, La tinta y otras historias y El rabipelao, entre otros. Además, este escritor es frecuente articulista del semanario cultural del Poder Popular de la República Bolivariana de Venezuela: “Todos adentro”.

Rostros de la insidia (2007) es una edición de la Asociación Civil Gitanjali, apoyada por el Instituto Autónomo Centro Nacional del Libro (CENAL), con portada que lleva estampada la obra del artista Braulio Rodríguez, fotografiada por Néstor Tarazona. Este trabajo nos brinda todo un hecho estético que pone en tensión las antenas del alma y enriquece las dimensiones de la experiencia en cuanto a percepciones, impresiones, recuerdos, impulsos, sentimientos, imágenes e ideas sobre la vida y el mundo contenidas en cada una de las páginas de esta obra.

domingo, 24 de enero de 2016

Mi plan de lectura

 Jesús Pérez Soto

Llevar al niño a reconocerse como mal lector es una de las fases de un plan de lectura, y para ello hay que hacer que lea en voz alta; que se escuche, que se evalúe y que dedique unos minutos a la reflexión sobre sus carencias. El modelo debería ser el maestro; si este lee con dicción y entonación, haciendo gustosa la lectura, modulando la voz cuando se amerite, imitando los sonidos si se requiere, tengamos por seguro que poco a poco se irán acostumbrando a escuchar, y en el mejor de los momentos, llegará el interés por leer, sin ser mandados.
La reflexión debe comenzar en el adulto. Es importante que el docente se forme como lector, que reconozca que no le gusta leer, que cuando lo hace es un acto obligado y siendo así, jamás podrá lograr que sus alumnos lean. Si se forma podrá formar, si no, triste por él, pero más por los estudiantes. De modo que el punto de partida es el Reconocimiento, en un acto de sinceridad,  De que soy mal lector o de que no leo.  De allí que un plan de lectura, colectivo o individual, debe iniciarse con una autoevaluación que conlleve a la reflexión sobre las carencias lectoras. La reflexión a partir de las necesidades debe dimensionar las prácticas de lectura en busca de recuperar el sentido trascendental de leer.
La preparación de los chicos como buenos oyentes se basa en saber seleccionar los textos, que deben ser divertidos, gustosos a sus oídos, que satisfagan sus inquietudes, que se acerquen a las potencialidades de su imaginación; el niño debe sentir placer al escuchar, de lo contrario no prestará atención; lo dijo Simón Rodríguez, “lo que no se hace sentir no se entiende y lo que no se entiende no interesa”, por ello se requiere de un docente minucioso, lector, que convenza cuando lea, que

domingo, 17 de enero de 2016

Dibújame un cordero. ¿Por qué los grandes deberían leer libros para niños?

Gabriela Damián Miravete


En La extraña y mortal “aflicción” de Henri de Campion, Michel Tournier nos revela el escaso valor de la niñez en la Europa del siglo XVII: “Esas cualidades del niño que a nuestros ojos lo hacen seductor, amable, encantador y demás, no parecen haber sido apreciadas por los hombres del Antiguo Régimen, quienes sólo veían en él debilidad, ignorancia, suciedad, defectos, imbecilidad”.(1) Si los niños sufrían debía ser a causa del castigo que supone nacer con el pecado original. Sólo la piadosa pátina de la civilización, amén de la madurez, era capaz de convertirlos en personas de verdad. De ahí que Henri de Campion, protagonista del ensayo de Tournier, haya sido una conmovedora excepción entre los hombres de su tiempo: Campion pierde a su querida hija Louise Anne cuando ésta sufre de sarampión a los cinco años, conduciéndolo a un abismo de tristeza y desconsuelo del que no saldrá jamás. Quebrado por la pena, se disculpa con el lector de sus memorias por mostrarse tan herido por el acontecimiento: “Sé que muchos me tacharán de sentimental, de falto de entereza en un accidente que no se considera de los más penosos...”.(2) Lamentar apenas y sin aspavientos la muerte de un niño era corriente no sólo en la Francia de 1613, sino en muchos otros lugares donde la buena salud no estaba garantizada y lo más importante para la sociedad eran los actores que conformaran la fuerza laboral o militar. Tampoco era motivo de asombro la poca preocupación por nombrar a los recién nacidos: a una pequeña alumbrada el día de San Juan se le llamaría Juana –de la familia tal– si lograba sobrevivir a las múltiples amenazas para los pequeños de la antigüedad: enfermedades, muerte, jornadas extenuantes de trabajo, abusos, maltrato, etcétera. ¡El horror!, sobre todo si consideramos que en muchas partes del mundo aún hay niños que corren todos estos riesgos.

jueves, 7 de enero de 2016

La vida en las manos. Entrevista a Javier Villafañe


María Esther Gilio


Monarca de los titiriteros”, dijo el rey Juan Carlos inclinándose ante Javier Villafañe, “Rey entre los reyes, el más justo y admirable”, respondió Javier Villafañe inclinándose ante el rey Juan Carlos. “Chámpate, chámpate”, dicen que dijeron los niños que presenciaban las inclinaciones de ambos reyes al mejor estilo Lejano Oriente.
Pero hoy, Maese Javier no está más con nosotros. Diez años hace (mayo de 1996) que emprendió el último viaje. Querríamos saber si consiguió convencer a Dios de que lo dejara bajar al infierno, para él más divertido. Creemos que Dios no aceptó su propuesta, no se quiso perder a alguien tan loco, cariñoso y divertido y lo tiene a su diestra anotando las noticias menos celestiales del día. Sus colegas seguramente siguen haciéndolo enojar diciéndole: “Tú eres el mejor titiritero que ha puesto sus pies en el mundo”.
¿Sabe Javier? Yo creo que García Márquez lo leyó a usted y en sus cosas encontró una puerta por la que meterse. Mire, tomo cualquier libro suyo, lo abro en cualquier parte, leo y recuerdo siempre a García Márquez. Yo creo que fue usted quien inventó el realismo mágico.
Ah, García Márquez, amo a ese hombre. Pero hay algo, si nosotros pudiéramos. Los niños pueden. Fíjese, un chico que nunca había leído a García Márquez me cuenta ese cuento de Dios que cae en el gallinero de una casa. “A mí se me ocurren muchas cosas”, me dijo el chico cuando le pregunté. “Pero nadie me pide que las escriba. Y después que las cuento...” Claro, sentía que ya no era necesario escribirlas –dijo Javier Villafañe con esa voz grave, algodonosa, sin aristas y apenas audible. Una voz que escuchada luego, en la cinta, tiene sonido de viento pasando entre las hojas o de agua corriendo, tan pareja, continua y uniforme que se hace difícil separar una palabra de otra. O dicho de manera más sincera, una voz que transforma la desgrabación en un infierno, tanto que llegué a adorar mi propia voz en el grabador, cosa que no me sucede jamás, y sonreí deleitada cuando me escuché limpiamente decir: ¿“Es Trotamundos el personaje que más quiere?”

jueves, 31 de diciembre de 2015

El blog, la lectura y la literatura


 
José Gregorio González Márquez

José Gregorio González Máquez
No se duda que con el advenimiento de las tecnologías de la información las sociedades cambian paulatinamente sus relaciones individuales y colectivas. Los procesos de comunicación marchan al mismo paso con que el que se mueve la tecnología. El conocimiento que hasta hace poco estuvo vedado para la mayoría de las personas, hoy es accesible con poseer sólo una conexión a las redes de información.
Las tecnologías de la información y comunicación (Tics) ocupan en la actualidad un lugar preponderante en todos los campos. Su constante avance ha modificado los paradigmas que el hombre manejaba hasta mediados del siglo XX. Nuestras sociedades están imbuidas en un complejo proceso de transformación, por cierto, no planificadas que están cambiando la visión de futuro que hasta hace poco teníamos. El conocimiento se diversifica; la especialización inaccesible a ciertas áreas de las ciencias, ya no puede delimitarse pues con la era tecnológica, cualquier persona tiene entrada al impresionante mundo del saber.
La creación de espacios de comunicación representados en gran medida por las redes de información, Internet y otros, convierten al planeta en un receptor de sistemas de transmisión de conocimientos que permiten al ser humano mejorar su modo de convivencia con el medio donde habita. Lo ayudan a conquistar conocimientos y acciones que antes parecían utopías pero además lo impulsan a adaptarse y a replantear todos los órdenes de su existencia.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Vino, Campanas y Lágrimas de Navidad

Aquiles Nazoa  
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Melchor, Gaspar y Baltasar, cuyos nombres de humo vagan en Nochebuena por entre los sueños de todos los niños del mundo, vienen sobre sus viejos y lentos camellos por las azules sendas de Galilea. En la alta noche, desde el cielo, una estrella les va enseñando el camino de Belén. A Belén van los tres, que un ángel le ha anunciado el nacimiento del Niño Dios en un pesebre abandonado y ellos se apresuran a llevarle sus mejores presentes al enviado del cielo. A las puertas del pueblo hombres de rojas túnicas y barbas negrísimas miran curiosos el paso de los forasteros; el viento fresco lleva hasta ellos el rumor de las conversaciones y del agua presa en las cántaras de Samaria, que llevan al hombro las mujeres altas y bellas que a su paso los contemplan con larga mirada. Han  llegado los reyes al pesebre; han llegado y de sus alforjas van sacando las ofrendas al Niño Jesús: oro que canta y brilla e incienso y mirra, que son como regalos de luz y de aromas. La mula y el buey, al lado del pesebre, del Nacimiento, son los mudos amigos del recién nacido. El vaho caliente que fluye de sus belfos entibia y perfuma a heno la atmósfera del pesebre, y son dulces sus miradas  porque los animales del buen Dios hablan con los ojos y la mula y el buey están diciendo cosas del Santo Niño.