lunes, 2 de junio de 2014

El libro como destino

Juan Carlos Santaella

Sueños lectores Ilustración de Anna Forlati 
Para muchos seres humanos, hay aspectos, objetos y cosas que están, de muchas maneras ligados estrechamente a sus vidas. Cada quien, a partir del momento en que su existencia comienza  a tener un cierto sentido, crea para sí mismo e incluso para los demás, un mundo íntimo de correspondencias, gustos y obsesiones que con el tiempo terminan siendo puntos fundamentales de referencia. Todo depende, por supuesto, de las circunstancias en las cuales se desarrollan estas apetencias, estos ejes secretos, estas cercanías con los objetos amados y preferidos.
Hay, en efecto, condiciones propicias, espacios privilegiados, tiempos emocionales y materiales idóneos en lo que respecta a la formación espiritual de toda persona. No se eligen, no se compran, pues ellos constituyen una parte impredecible de la vida misma, forman una especie de azar inconstante  a través de cuyas apariciones, las bondades y las miserias, así como la felicidad, se presentan sin que podamos hacer nada al respecto. En suma, somos elegidos, tomados a la fuerza  por esos caprichos del destino, por esas corrientes subterráneas, para ser lanzados después a una superficie que suele maltratarnos y también revelarnos los misterios del fuego compartido.
Nadie, en verdad, decide sobre aquello que algún día llegaríamos a palpar, sobre aquello que en algún  momento tardaríamos en querer y odiar con tanto apasionado rigor. Hay

lunes, 26 de mayo de 2014

La literatura infantil-juvenil y su presencia en la escuela

Andrea Ferrari

En los últimos años, la literatura infantil y juvenil (LIJ) viene experimentando un auge en buena parte del mundo, que se manifiesta tanto en la cantidad y variedad de títulos publicados como en la aparición de nuevas editoriales, en el espacio que le dedican al sector las librerías y, por supuesto, en las cifras de ventas. Este fenómeno tiene dos costados bien diferentes. Por un lado, está el extraordinario boom comercial generado por la saga de Harry Potter, así como de otras series de libros del mismo género, e incluso la reedición de antiguos clásicos como “Las crónicas de Narnia” de C.S. Lewis, una serie de novelas escritas originalmente en los años 50. Estos productos, todos exponentes de la llamada literatura fantástica, suelen ser lanzados con importantes campañas publicitarias y, a menudo, tienen luego una adaptación cinematográfica que contribuye a su difusión.

miércoles, 2 de abril de 2014

Por qué escribe la gente y el futuro indescriptible de los libros

Samuel Feijoo

A nosotros nos ha preocupado algunas veces por qué escribe la gente. Al argentino Maella, pensando sobre tan formidable tema, se le ha ocurrido lo siguiente (extractamos):
1: Porque le regalaron al escritor una máquina de escribir.
2: Porque ansía conquistar una muchacha esquiva. Buena parte de la (calamitosa) poesía erótica tiene ese origen.
3: Porque está descontento con su empleo.
4: Porque son señoritas feas.
5: Porque tienen “facilidad”.
 6: Porque quieren ganar un premio, o dinero o fama.
7: Porque escriben para asombrar a papá y mamá.
Maella agrega que los verdaderos escritores no escriben con facilidad sino con desgarramiento. Son los “testigos” de una época. Y en sus obras “realizan algo así como un sueño colectivo”. Eso dice Maella.

miércoles, 29 de enero de 2014

Realismo y cuento de hadas




Raymond Chandler

El cuento de hadas es el sueño que todos tienen de la perfección, y por consiguiente cambia, a la manera de los sueños, según el humor del soñador. Para uno es un escenario de naturaleza virginal y estival no mancillada ni siquiera por los trabajos necesarios de la supervivencia. Para otro es un sitio donde existen códigos, convenciones o leyes morales, y donde la gente ama u odia a simple vista, y todos tienen sus virtudes y vicios escritos claramente en el rostro. Para otro es una campiña sembrada de hermosos castillos en los que viven dulces damas vestidas de seda, hilando y cantando mientras hilan, y nobles caballeros que libran corteses combates entre sí en claros del bosque; o una región de magia inquietante, música fantasmal, elfos y aguas encantados. Para otro más puede ser una anarquía de la belleza con un toque de terror, administrada por espíritus que deben ser propiciados en la chimenea por la noche. No hay dos mentes que vean igual el país de los cuentos de hadas o le pidan los mismos dones; además, se modifica de un día a otro, como cambian los vientos que soplan alrededor de una casa, y con tan pocas razones visibles como tienen los vientos. No obstante, da por contraste un reflejo tan exacto de la vida que el espíritu de una época se retrata de modo más esencial en los cuentos de hadas que en la más documentada crónica de un articulista contemporáneo.

viernes, 17 de enero de 2014

Contra las telarañas de la costumbre


 Julio Cortázar
Juan Gelman
Juan Gelman ha querido que su libro se abriera con unas palabras mías, palabras de compatriota en el sentido más hondo, allí donde la noción de patria quiere decir tanto más que una pertenencia geográfica.
Jamás un amigo me pidió algo tan difícil, jamás el afecto y la confianza de alguien muy querido me puso contra la pared como en este momento. Era preciso que Juan fuera Juan y que yo fuera Julio; era preciso que este libro viniera a golpearme en plena cara con su amarga y a la vez límpida fuerza; era preciso que su razón de ser contuviera todo eso que desde hace años vuelve cada noche en mis pesadillas y que en la vida diaria trato de denunciar y de atacar con mis pobres recursos de escritor. Quisiera decirlo ya, no estoy presentando a este libro de Juan, lo estoy simplemente acompañando yéndole al lado como quiero seguir al lado de Juan en lo que nos queda de voz y de vida, para un día volver con Juan y con tantos otros compañeros a lo verdaderamente nuestro.

miércoles, 15 de enero de 2014

El amor es un acto de creación


                                                                                                        
                    Yony G. Osorio G.             
 “Toda creación estalla de plenitud. Los dioses crean por exceso de potencia, por desbordamiento de energía. 
(Jorge, C., 2007, p. 20). 
                                                                                             
 

El amor como acto de creación es lo que vamos a encontrar en el libro del poeta  David Figueroa Figueroa, titulado Encuentro con el doliente amor. Su diseño vital gira en torno a la configuración de una especie de “diástole y sístole imaginativas” (Sefamí, J., 1993, p.41). En este caso, el uso que le daremos a esos términos estará asociado al ritmo del corazón poético que se agita en la obra coagulada de poemas, y que sitúan al lector en el espacio lírico del soñador, labrador tenaz de un universo de palabras que sueñan y nos sueñan. De tal modo, se confirma que éste es también el trabajo del poeta, como el mismo lo acentúa: “Soñar es mi trabajo de día como de noche” (Figueroa, F. D., 2012, “Tarde”. p.18). Ahora bien, el encuentro que nos depara es imaginación creadora, amorosa energía conmovedora, la que ordena el laberinto sentimental donde concurren: tristeza, ausencia, nostalgia, distancia, recuerdos, celos, deseos, soledad, misterio, lo paradójico y la incesante memoria. De acuerdo con esto, desde la perspectiva del hablante percibiremos una atmósfera transfiguradora de los objetos, las cosas, los seres animados e inanimados y fenómenos atmosféricos, para que la operación poética del lenguaje actúe con la entrada de la metáfora, de hecho así se ratifica en este verso: “Donde transita la metáfora el ojo se multiplica” (Ibídem: “Rincones”. p. 5).

lunes, 13 de enero de 2014

Cuando los libros dialogan


Arnaldo Jiménez

Foto Cortesía Correo Cultural
Los docentes que dentro de su aula imponen una pedagogía propia, la invención y la imaginación los lleva a hacerles la vida más placentera a sus alumnos. He conocido a algunos. Recuerdo que en la Universidad de Carabobo me tropecé con uno de ellos, se llama Ramón Núñez. Un profesor que dejaba de lado el programa y nos ponía a leer libros completos de excelente textura narrativa; un profesor que no lo era, con una barba ceniza y escasa, larga y flaca como la contextura corporal de él. Yo vivía asombrado con sus clases, siempre recordaré cuando se le acercó a una muchacha muy bonita y sobando su barba le dijo: “señorita, ¿a usted no le molesta de noche el ruido de las estrellas?”; yo me reí y me interesé por ese modo de ver la clase como una conversación para detenerle el mundo a los demás.
En ese tiempo nos mandó a leer “Eros y civilización” de Hebert Marcuse. Devoré ese libro como todos los de psicoanálisis que después cayeron en mis ojos, me parecía algo revelador, me parecían verdades que