Raymond
Chandler
El
cuento de hadas es el sueño que todos tienen de la perfección, y
por consiguiente cambia, a la manera de los sueños, según el humor
del soñador. Para uno es un escenario de naturaleza virginal y
estival no mancillada ni siquiera por los trabajos necesarios de la
supervivencia. Para otro es un sitio donde existen códigos,
convenciones o leyes morales, y donde la gente ama u odia a simple
vista, y todos tienen sus virtudes y vicios escritos claramente en el
rostro. Para otro es una campiña sembrada de hermosos castillos en
los que viven dulces damas vestidas de seda, hilando y cantando
mientras hilan, y nobles caballeros que libran corteses combates
entre sí en claros del bosque; o una región de magia inquietante,
música fantasmal, elfos y aguas encantados. Para otro más puede ser
una anarquía de la belleza con un toque de terror, administrada por
espíritus que deben ser propiciados en la chimenea por la noche. No
hay dos mentes que vean igual el país de los cuentos de hadas o le
pidan los mismos dones; además, se modifica de un día a otro, como
cambian los vientos que soplan alrededor de una casa, y con tan pocas
razones visibles como tienen los vientos. No obstante, da por
contraste un reflejo tan exacto de la vida que el espíritu de una
época se retrata de modo más esencial en los cuentos de hadas que
en la más documentada crónica de un articulista contemporáneo.