martes, 20 de octubre de 2015

Limitaciones de la Crítica

Juan Ángel Mogollón

Pawel Kuczynski
Muchos sostienen que el crítico, en buena medida, no es otra cosa que un artista frustrado y que avanza como un miope, sin ver más allá de lo que le ponen cerca o le afecta su roma subjetividad. Sobre todo los malos críticos a menudo no actúan sino en el círculo de  mezquinas capillas, de grupitos afines, con desdén absoluto hacia los demás que no comulgan en la intimidad del santuario, de esta manera, el que es débil por naturaleza e ignorante por pereza, según se ha dicho, puede todavía sostener su vanidad con el nombre de crítico.
Los juicios de un individuo así, arbitrarios y parciales, resultan nugatorios y de un valor muy escaso. Quizá  la crítica pudiera envolver algún mérito si se hiciera a distancia, en el tiempo e incluso en el espacio, del autor estudiado. Se haría necesario mirar a ese creador con la suficiente perspectiva que sólo el decurso de los años suele otorgar, sin prejuicios, rivalidades ni rencores.
Pero entre gentes que se reúnen con frecuencia para elogiarse o combatirse sin mesura, las opiniones estarán siempre viciadas, y las personas cuerdas que no se hallan involucradas en esos manejos, no las tomarán en serio. Porque es posible que a los tontos les maraville todo cuanto escribe un autor afamado, pero aquel que sólo lee para sí mismo no aprueba sino lo que realmente le agrada.

viernes, 9 de octubre de 2015

Del margen a la página

Carlos Yusti
 Don Quijote en la Biblioteca, el personaje entre libros.
Ilustración de Svetlin Vassilev

Especialistas franceses, que han estudiado con estadísticas, la sociedad y la lectura tienen una teoría la cual postula que todos estamos al margen de la página y lo ideal es saltar dentro de la página para apoderarse de los textos literarios. Estar al margen significa que muchos poseemos capacidad de comprender los signos escritos lo que no garantiza en lo absoluto que seamos capaces de asimilar, desglosar y disfrutar de los textos escritos. Por eso es necesario centrar esfuerzos para que desde los primeros años el niño entre en contacto con libros, que los rayen, se impregnen del olor a tinta impresa, los rompan; que conviertan los libros en juguetes rabiosos para el disfrute sin cortapisas ni reprimendas de ninguna naturaleza.
Apropiarse de los textos literarios, saltar del margen de la página y sumergirse en ese sutil arte de la escritura literaria no es tan sencillo como se piensa, ni tan complicado como los profetas del desastre de siempre lo postulan.
Un libro como el Ulises de James Joyce, que narra apenas un día en la vida de una serie de personajes, desgranando un complejo mundo interior, tiene que resultar farragoso para cualquier lector no preparado. Ese día, 16 de junio de 1904, narrado por Joyce no sólo pulveriza los clásicos cánones de la novelística tradicional, sino que su autor se sumerge en el barro nada placentero del alma humana, de su piel más mundana para desnudar los prejuicios, miserias y sueños de ese mundo interior tan afín a muchos hombres y mujeres.

Aprender a leer de otra manera

Galo Guerrero-Jiménez

 Contar cuentos es compartir magia y emociones.  (ilustración de Goro Fujita)
Hay espacios en la vida que uno aprende a conquistarlos a punta de esfuerzo permanente. Y la conquista siempre es para ser mejor,  para ser feliz, y ante todo dentro de los parámetros que la libertad y la responsabilidad nos brindan como espacios profundamente humanos, y por ende llenos de un sentido pleno, de manera que desde esa posición se pueda entender mejor la vida.
Uno de esos espacios es el de la lectura. La lectura es un valor humano muy especial, sobre todo el de la literatura. Como sostiene Graciela Montes: “La literatura, como el arte en general, como la cultura, como toda marca humana, está instalada en una frontera. Una frontera espesa, que contiene de todo, e independientemente: que no pertenece al adentro, a las puras subjetividades, ni al afuera, el real o mundo objetivo” (2001, p. 52).
Y aunque muchos no lean, la gran mayoría de las sociedades está fundada sobre el libro, como uno de los valores culturales quizá más significativos no solo para preservar el desarrollo de las sociedades, sino para que se pueda transmitir, formar y moldear la conducta humana, sobre todo desde la

jueves, 8 de octubre de 2015

La poesía y los imbéciles

Aldo Pellegrini

La poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, abierta de par en par para los inocentes. No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los imbéciles, no pueden abrirla, mientras cede a la sola presencia de los inocentes. Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática de cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos.
Por supuesto, es el pueblo el poseedor potencial de la suprema actitud poética: la inocencia. Y en el pueblo, aquellos que sienten la coerción del poder como un dolor. El inocente, conscientemente o no, se mueve en un mundo de valores (el amor, en primer término), el imbécil se mueve en un mundo en el cual el único valor está dado por el ejercicio del poder.
Los imbéciles buscan el poder en cualquier forma de autoridad: el dinero en primer término, y toda la estructura del estado, desde el poder de los gobernantes hasta el microscópico, pero corrosivo y siniestro poder de los burócratas, desde el poder de la iglesia hasta el poder del periodismo, desde el poder de los banqueros hasta el poder que dan las leyes. Toda esa suma de poder está organizada contra la poesía.

domingo, 4 de octubre de 2015

Mi itinerario como lectora

 Irene Vasco


Me piden hoy que me lea a mí misma a través de mis lecturas. Extraño ejercicio para quien pasa la mayor parte de su tiempo leyendo a otros, para quien asume y acepta como vocación inquebrantable el llenar de lecturas a cuanta persona, niño, joven, adulto, viejo, se le atraviese. Trataré de hacer un recorrido por las lecturas más significativas, las que marcaron mi vida en diferentes momentos. 
Nací leyendo: leyendo las voces en español y en portugués de mi abuela antioqueña y de mi mamá brasileña, que me cantaban y me contaban las nanas y arrullos que a su vez habían leído en las voces de sus propias madres. Entre el Tutú marambá y el Pizingaña pizingaña, palabras igualmente mágicas, enigmáticas, restauradoras, aprendí a leer que alguien estaba cerca de mí, que me acompañaba, que me cuidaba, que me curaba de miedos y de incertidumbres. Esas primeras palabras pronto se ampliaron y otras, igualmente mágicas llenaron mi vida: muchos, muchísimos cuentos de hadas, de castillos, de príncipes y princesas, narrados por esas mismas voces y enriquecidos por libros de láminas, me sirvieron para interpretar el mundo y reescribirlo desde diferentes puntos de vista.

domingo, 27 de septiembre de 2015

El tsunami de las ediciones digitales, ¿una amenaza para el libro impreso?

Víctor Montoya

Ilustración Scott Brundage
En la Era de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, que han revolucionado las formas de relacionarse entre individuos, se ha creado una red informática mundial al que, como por arte de magia, podemos acceder quienes disponemos de una computadora en la casa, el trabajo y la escuela. Es cuestión de encender la computadora, navegar por las redes digitales para buscar la información requerida, aun sin ser expertos en informática ni teóricos en ciencias de la comunicación.
El ciberespacio es una suerte de biblioteca virtual en el que, con un simple "clic" en un motor de búsquedas, encontramos los libros de cualquier rincón del mundo, sin perder tiempo, ni ocupar espacio ni gastar un solo centavo, aparte de que nos permite descargar de Internet el título que nos interesa y disfrutar de su lectura en la pantalla estemos donde estemos: en la cama, el viaje, , el aula, la cocina o el parque, puesto que la literatura

lunes, 7 de septiembre de 2015

Libros peligrosos

Carlos Yusti

Pintura de Francine Van Hove
Uno de mis libros predilectos, y que llevo siempre en mis mudanzas/andanzas domésticas, es el Índice de libros prohibidos. El ejemplar que poseo está en latín y fue un obsequio de mi amigo y profesor de castellano y literatura Humberto González. Lo tengo entre mis libros preferidos por la sencilla razón de ser una advertencia sobre la estupidez humana, de ese razonamiento intolerante y de ese espíritu censor que emana siempre de cualquier estamento de poder sea religioso o político.
Esa idea de que algunos libros son peligrosos y pueden torcer la mente de los individuos siempre me ha parecido un chiste pésimo, pero que algunos se toman con una irracional vehemencia; provocando no sólo la quema de algunos libros, sino la persecución, el boicot y (a veces) el asesinato de los autores de dichos libros.
Hace algunos años en Alemania se desató la polémica debido a que una editorial había decidido reimprimir Mi lucha, ese exaltado manifiesto que mezcla resentimiento, algunas ideas y brochazos