Juan Ángel Mogollón
Pawel Kuczynski |
Muchos sostienen que el crítico, en buena medida, no es otra cosa que un artista frustrado y que avanza como un miope, sin ver más allá de lo que le ponen cerca o le afecta su roma subjetividad. Sobre todo los malos críticos a menudo no actúan sino en el círculo de mezquinas capillas, de grupitos afines, con desdén absoluto hacia los demás que no comulgan en la intimidad del santuario, de esta manera, el que es débil por naturaleza e ignorante por pereza, según se ha dicho, puede todavía sostener su vanidad con el nombre de crítico.
Los juicios de un individuo así, arbitrarios y parciales, resultan nugatorios y de un valor muy escaso. Quizá la crítica pudiera envolver algún mérito si se hiciera a distancia, en el tiempo e incluso en el espacio, del autor estudiado. Se haría necesario mirar a ese creador con la suficiente perspectiva que sólo el decurso de los años suele otorgar, sin prejuicios, rivalidades ni rencores.
Pero entre gentes que se reúnen con frecuencia para elogiarse o combatirse sin mesura, las opiniones estarán siempre viciadas, y las personas cuerdas que no se hallan involucradas en esos manejos, no las tomarán en serio. Porque es posible que a los tontos les maraville todo cuanto escribe un autor afamado, pero aquel que sólo lee para sí mismo no aprueba sino lo que realmente le agrada.
Con sentencias sumarias y taxativas, que en oportunidades pudieran ser acertadas, pero que ningún contemporáneo está en condiciones de certificar plenamente, no se pone de manifiesto una laudable capacidad de análisis ni se dan muestras de una honestidad excesiva.
En esta época de total anarquía en las artes, ¿quién puede decir qué es lo que vale o no vale? ¿Con qué cartabón podrá medirlo? Es una idea vana la de pretender estar en el fiel de la balanza, sobre todo en estos días propicios a las mixtificaciones en que cada vez resulta más difícil juzgar en lo acierto en las complejidades artísticas. No sabe uno si el que exhibe sus producciones es un genio o un idiota, ni si es un personaje fiable o un extravagante embaucador.
Desde luego, no seré yo, hombre poco avezado en las cosas del mundo, en el que se atreva a dar consejos en la materia. Entiendo, sí, que cada uno debe tener el valor de ser lo que realmente es, sin artificios. No es bueno querer aparecer como más de lo que uno es, pero tampoco como menos de lo que uno es. ¿Para qué? Creo recordar que fue Rilke quien advertía que para tomar contacto con una obra de arte, nada resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el cual todo se reduce a unos equívocos más o menos felices.
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