Juan
Carlos Santaella
Sueños lectores Ilustración de Anna Forlati |
Para muchos seres humanos,
hay aspectos, objetos y cosas que están, de muchas maneras ligados
estrechamente a sus vidas. Cada quien, a partir del momento en que su
existencia comienza a tener un cierto
sentido, crea para sí mismo e incluso para los demás, un mundo íntimo de
correspondencias, gustos y obsesiones que con el tiempo terminan siendo puntos
fundamentales de referencia. Todo depende, por supuesto, de las circunstancias
en las cuales se desarrollan estas apetencias, estos ejes secretos, estas
cercanías con los objetos amados y preferidos.
Hay, en efecto, condiciones
propicias, espacios privilegiados, tiempos emocionales y materiales idóneos en
lo que respecta a la formación espiritual de toda persona. No se eligen, no se
compran, pues ellos constituyen una parte impredecible de la vida misma, forman
una especie de azar inconstante a través
de cuyas apariciones, las bondades y las miserias, así como la felicidad, se
presentan sin que podamos hacer nada al respecto. En suma, somos elegidos,
tomados a la fuerza por esos caprichos
del destino, por esas corrientes subterráneas, para ser lanzados después a una
superficie que suele maltratarnos y también revelarnos los misterios del fuego
compartido.
Nadie, en verdad, decide
sobre aquello que algún día llegaríamos a palpar, sobre aquello que en
algún momento tardaríamos en querer y
odiar con tanto apasionado rigor. Hay