lunes, 14 de diciembre de 2015

Diciembre

Beatriz Mendoza Sagarzazu
Diciembre


No puedo reconstruir sus días desiguales, alineados y paralelos, atravesando cada año el tiempo previsto y señalado.
Inútilmente espero el signo que me lo reintegre. Con la infancia dejé atrás sus caminos, y al regreso no he hallado señales de humo aguardándome. ¿Qué sueños llenaban los instantes?¿Qué pequeñas angustias rompían el equilibrio de las horas. Si todo fuera volver. Si todo fuera volver al encuentro de la misma calle con las mismas casas, de las casas con las mismas gentes, de las gentes con los mismos rostros, con las mismas voces, con los mismos gestos. Si tan solo pudiéramos encontrarnos los mismos. Separar lo nuestro. No equivocarlo. ¿Cómo hallar las manos que un día nos tocaron? ¿Cómo retener el juego que nos hizo felices, las palabras que hemos olvidado?
¡Ah diciembre, diciembre!  ¡Y esa brisa que quiere quedarse, esa brisa que dice y que no dice de cosas lejanas! Pero el recuerdo no encuentra donde asir sus manos blancas, no halla metales qué soldar, ansioso y persistente. Sólo la nostalgia se va multiplicando, apoyándose en una fecha, en un anhelo o en la brisa que canta. Al pasar.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Una espiga que irradia desde Carabobo

José Gregorio González Márquez


A cien años del natalicio de César Rengifo, su trabajo creativo fluye por los caminos de la existencia rememorando la historia venezolana y latinoamericana como homenaje póstumo del autor a la patria grande soñada por Simón Bolívar. Rengifo, hombre  de pasiones sociales, evoca la historia desde personajes anónimos para recrear las vicisitudes de quienes por siglos permanecieron invisibilizados por el poder terrenal y que jamás fueron considerados sujetos de derecho. El compromiso social asumido en su pintura, en  su poesía, en sus obras de teatro y en su  trabajo como comunicador social, no tiene parangón en nuestro país.
Hombre fiel a sus principios comunistas, de actuación intachable pero sobre todo, entregado a su trabajo creativo, legó innumerables obras cargadas del drama humano que concatenan las diversas épocas históricas del país. Drama que  sintetiza las relaciones de poder y la ubicuidad del destino que acecha al ser humano. El sino visto como una imposición de las clases sociales dominantes sobre los comunes terrenales que nacen bajo el desamparo de las improntas sociales. César Rengifo usa el teatro tanto como su pintura, para denunciar los abyectos tratos que reciben hombres y mujeres de la patria. Sustenta su pensamiento desde la humanidad, desde lo sutil de las tramas que se tejen alrededor de la existencia. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Sobre gazapos, listos y listillos


Arturo Pérez-Reverte


Alguna vez comenté en esta página la existencia de una clase de lector que a menudo es muy útil, pero que en sus versiones psicopáticas resulta un perfecto tocapelotas. Lo curioso es que suelen ser hombres. En los treinta años que llevo escribiendo novelas, no recuerdo un solo caso en que se tratara de mujeres. Aunque esto no las excluye, naturalmente, y sólo sitúa el asunto en terreno estadístico. Me refiero a quien, después de hacerte el honor de calzarse tu libro, escribe una carta o se pone en contacto contigo para decirte que en tal o cual página hay un error, o una errata. Por lo general eso se agradece mucho, pues el error y la errata son parte consustancial de cualquier fruto de darle a la tecla. Cualquiera que practique este oficio sabe que, por mucho esmero que pongas, raro es el texto donde no quede un descuido, un dato mal consignado, una errata que pasa a todos inadvertida hasta el día aciago en que por primera vez abres el libro recién impreso y ahí está el gazapo, masticando una zanahoria, mirándote a los ojos mientras pregunta «¿Qué hay de nuevo, viejo?».

viernes, 13 de noviembre de 2015

Mi padre lee en voz alta

Juan Mayorga

 Juan Mayorga. Foto: Begoña Rivas
A través de la voz de mi padre nuestras cabezas se llenaban de personajes, de imágenes, de ideas.
Mi padre me enseñó a leer: yo le leía una página de la cartilla a cambio de que él me leyese un cuento. También me enseñó a amar los libros, y lo hizo del mejor modo posible: leyéndolos él.
Mi padre lee en voz alta. Uno de mis recuerdos infantiles más vivos es el de su voz extendiéndose por la casa desde el lugar en que él estuviese leyendo. Mientras mi hermano Alfredo y yo jugábamos a las chapas, la voz de nuestro padre se nos colaba por los oídos transportando el libro que él tuviese entre manos. Mis hermanas Teresa y Cristina comparten ese recuerdo: nuestra casa estaba llena de palabras.
Mi padre cuenta que adquirió la costumbre de leer en voz alta mientras estudiaba Magisterio. Allí entabló amistad con un compañero ciego y empezó a estudiar las lecciones en alto de modo que el amigo aprovechase su lectura. Lo cierto es que, años después, por medio de la voz de mi padre, sus

sábado, 7 de noviembre de 2015

Cómo escribir poesía

Leonard Cohen

Por ejemplo la palabra mariposa. Para usar esta palabra no hace falta aligerar la voz, ni dotarla de pequeñas alas empolvadas, ni inventar un día soleado o un campo de narcisos, ni estar enamorado, ni estar enamorado de las mariposas. La palabra mariposa no es una mariposa de verdad. Está la palabra y está la mariposa. La gente tendrá todo el derecho a reírse de ti si confundes estos dos conceptos. No le des tanta importancia a la palabra. ¿Qué quieres transmitir, que amas a las mariposas con más perfección que nadie o que entiendes realmente su naturaleza? La palabra mariposa no es más que un dato. No te da pie a revolotear, elevarte, proteger las flores, simbolizar la belleza y la fragilidad o interpretar de alguna forma a una mariposa. No representes las palabras. No representes nunca las palabras. No intentes nunca despegar del suelo cuando hables de volar, ni gires la cabeza y cierres los ojos cuando hables de la muerte. No me mires con ojos ardientes cuando hables del amor. Si quieres impresionarme al hablar del amor, métete la mano en el bolsillo o debajo del vestido y acaríciate. Si tu ambición y tu hambre de aplausos te ha llevado a hablar del amor, debes aprender a hacerlo sin desacreditarte a ti mismo ni lo que dices.

martes, 20 de octubre de 2015

Limitaciones de la Crítica

Juan Ángel Mogollón

Pawel Kuczynski
Muchos sostienen que el crítico, en buena medida, no es otra cosa que un artista frustrado y que avanza como un miope, sin ver más allá de lo que le ponen cerca o le afecta su roma subjetividad. Sobre todo los malos críticos a menudo no actúan sino en el círculo de  mezquinas capillas, de grupitos afines, con desdén absoluto hacia los demás que no comulgan en la intimidad del santuario, de esta manera, el que es débil por naturaleza e ignorante por pereza, según se ha dicho, puede todavía sostener su vanidad con el nombre de crítico.
Los juicios de un individuo así, arbitrarios y parciales, resultan nugatorios y de un valor muy escaso. Quizá  la crítica pudiera envolver algún mérito si se hiciera a distancia, en el tiempo e incluso en el espacio, del autor estudiado. Se haría necesario mirar a ese creador con la suficiente perspectiva que sólo el decurso de los años suele otorgar, sin prejuicios, rivalidades ni rencores.
Pero entre gentes que se reúnen con frecuencia para elogiarse o combatirse sin mesura, las opiniones estarán siempre viciadas, y las personas cuerdas que no se hallan involucradas en esos manejos, no las tomarán en serio. Porque es posible que a los tontos les maraville todo cuanto escribe un autor afamado, pero aquel que sólo lee para sí mismo no aprueba sino lo que realmente le agrada.

viernes, 9 de octubre de 2015

Del margen a la página

Carlos Yusti
 Don Quijote en la Biblioteca, el personaje entre libros.
Ilustración de Svetlin Vassilev

Especialistas franceses, que han estudiado con estadísticas, la sociedad y la lectura tienen una teoría la cual postula que todos estamos al margen de la página y lo ideal es saltar dentro de la página para apoderarse de los textos literarios. Estar al margen significa que muchos poseemos capacidad de comprender los signos escritos lo que no garantiza en lo absoluto que seamos capaces de asimilar, desglosar y disfrutar de los textos escritos. Por eso es necesario centrar esfuerzos para que desde los primeros años el niño entre en contacto con libros, que los rayen, se impregnen del olor a tinta impresa, los rompan; que conviertan los libros en juguetes rabiosos para el disfrute sin cortapisas ni reprimendas de ninguna naturaleza.
Apropiarse de los textos literarios, saltar del margen de la página y sumergirse en ese sutil arte de la escritura literaria no es tan sencillo como se piensa, ni tan complicado como los profetas del desastre de siempre lo postulan.
Un libro como el Ulises de James Joyce, que narra apenas un día en la vida de una serie de personajes, desgranando un complejo mundo interior, tiene que resultar farragoso para cualquier lector no preparado. Ese día, 16 de junio de 1904, narrado por Joyce no sólo pulveriza los clásicos cánones de la novelística tradicional, sino que su autor se sumerge en el barro nada placentero del alma humana, de su piel más mundana para desnudar los prejuicios, miserias y sueños de ese mundo interior tan afín a muchos hombres y mujeres.