viernes, 22 de mayo de 2015

Efímera escritura: A la Brevedad Posible

José Gregorio González Márquez

Carlos Yusti
La escritura puede parecer efímera en su existencia cotidiana; pero, no significa que su prevalencia en la historia de la humanidad se pierda sin dejar rastros ni huellas visibles. La temporalidad de la palabra se abraza a la tradición oral, a la memoria colectiva para sobrevivir al paso del tiempo y proyectarse a futuros ciertos o inciertos. El libro, en su diversidad de formatos, guarda el pensamiento afianzando la posibilidad de su permanencia en el devenir histórico. Las páginas se convierten en lugar sagrado, en altar  para preservar la escritura. 
Un libro incita a la curiosidad, rememora  silencios, hilvana sucesos, mantiene la tradición, alegra la vida, juguetea con el humor, precisa de sus letras para alejar incertidumbres. Hojas resueltas a acompañar al hombre en sus ratos de ocio.  Julio Borromé precisa que: “... el libro es ideario de libertad prescindiendo del tiempo, se torna vuelo sublime, promesa inacabada que terminan los pueblos cuando se trata de integración mediante las palabras, los hechos y la acción. El mundo es un archipiélago entre dos mundos, el posible y el imposible” 
Carlos Yusti, escritor y pintor, propone una lectura fragmentada de su obra: cuentos, ensayos y artículos en su libro A la brevedad posible. Yusti asume el juego para que la palabra se diversifique en miles de imágenes. Lúdico y sencillo, se desparrama en infinidad de posibilidades, sorpresivas anunciaciones y razonamientos cargados de ironía. Asimismo, usa sus dibujos para ilustrar desde su visión a escritores reconocidos y que han formado parte de su formación intelectual. 

miércoles, 13 de mayo de 2015

¿Hay ese lugar, afuera…?

Carlos Barbarito


¿Hay ese lugar, afuera o en la mente?
¿Ese espacio destinado a recibirnos
o, al menos, recibir una porción de nosotros?
Lo pregunto mientras de la escollera
se retira el último de los pescadores
y, al fondo, se prepara una tormenta.
Quien me oiga hablará de libros de tapas blancas,
de ladrillos secados al sol, de ajados cartapacios,
de un fino hilo luminoso entrando por una ventana
-en ese hilo, flotando,  innumerables granos de polvo-.
Nada dirá, lo sé, de la cabeza sumergida en el agua,
de la piedra nimbada en lugar del pez ángel,
del vaso vacío diciendo adiós en diez mil idiomas.
Mi voz y su mínima resonancia.
La que mendiga de puerta en puerta con temor a los perros.
¿Qué opaco y concluso aire respiramos?

domingo, 10 de mayo de 2015

Las razones de la poesía

Laura Antillano

Sé valiente, lee! Ilustración de Gosia Herba
Cuando fuimos jóvenes, ya  adultos, mi hermano mayor me señaló una verdad irremediable, recordaba la gran admiración y empatía que sentía nuestro padre por los poetas, por los artistas, por quienes tenían el poder y la satisfacción de llevar a cabo una obra en algún lenguaje del arte, me dijo entonces: -Papá se equivocó en creer que por ser talentosos en su arte eran mejores personas.
Reconozco que en ese momento no alcance a comprender lo que quería señalarme, pero hoy día, con los años y la experiencia del contacto humano creo haber llegado al centro de su reflexión. Efectivamente, es una equivocación considerar a ese otro, solo en función de su capacidad de ser sensible frente a la experimentación con el acto de crear y olvidar otras muchas esferas de lo que somos como ser humano.
Conocí a una escritora, cuya obra admiraba, además se dedicaba particularmente a la literatura para niños, ella comentó, y este es solo un ejemplo práctico, que cada vez que se mudaba de ciudad, o a veces dentro de la ciudad a otro lugar distante, una de las cosas que hacía era mandar a “dormir” a sus mascotas (perros o gatos), para

lunes, 4 de mayo de 2015

Grass y Galeano al oído


Carlos Yusti

Galeano-Grass. Ilustración Carlos Yusti
En literatura los universos paralelos se tocan. Han muerto dos escritores distintos en cuanto a su literatura, pero bastante similares en lo referente al compromiso de la escritura; de esa escritura al servicio de quienes son demolidos y humillados por esa maquinaria implacable de la historia.
 Leí bastante joven Las venas abiertas de América Latina y aunque era un ensayo de ajuste de cuenta contra el imperialismo estaba también narrado que el libro se dejaba leer como una novela fragmentada. El libro era un compendio mágico y extraordinario de la historia de Latinoamérica siempre saqueada y vejada desde tiempo inmemoriales. El libro estaba lejos de ser un panfleto y con el devenir de los años se convirtió en un clásico con mucho veneno histórico y la mejor literatura. Escribió otros muy buenos libros marcado con esa impronta política de inteligencia, poesía y crítica en las que en ocasiones se asoma el periodista y el buceador de historias, pero de esas historias tachada de la memoria y de los libros de historia. Cualquier libro de Eduardo Galeano posee el estilo de inigualable literatura.
Galeano como pudo se aferró a un concejo de Juan Rulfo: “La brevedad la aprendió de Juan Rulfo, que le dijo: "Se escribe por la otra punta del lápiz, la que tiene la goma de borrar". Y sus libros son como un collage de historias breves, de apuntes escritos en volandas con la precisión y exactitud de esa metáfora oculta en la cotidianidad. De todas sus historias y anécdotas hay una que el propio Galeano narra en una entrevista: “A finales de septiembre, en Perú, una maga me leyó la suerte. La maga me anunció: "Dentro de un mes recibirás una distinción". Yo me reí. Me reí por la palabra distinción, que tiene no sé qué de cómica, y porque me vino a la cabeza un viejo amigo del barrio, que era muy bruto pero certero, y que solía decir, sentenciando, levantando el dedito: "A la corta o a la larga, los escritores se hamburguesan".

sábado, 18 de abril de 2015

Ventana sobre la palabra



  I
Los cuentacuentos, los cantacuentos, sólo pueden contar mientras la nieve cae. Así manda la tradición. Los indios del norte de América tienen mucho cuidado con este asunto de los cuentos. Dicen que cuando los cuentos suenan, las plantas no se ocupan de crecer y los pájaros olvidan la comida de sus hijos.  

  II
En Haití, no se puede contar cuentos durante el día. Quien cuenta de día, merece la desgracia: la montaña le arrojará una pedrada a la cabeza, su madre sólo podrá caminar en cuatro patas. Los cuentos se cuentan en la noche, porque en la noche vive lo sagrado, y quien sabe contar cuenta sabiendo que el nombre es la cosa que el nombre nombra.  

lunes, 16 de marzo de 2015

El libro un compañero

Miguel Márquez

Leyendo en las alturas. ilustración Loika
Pero hay que decir algo de una vez. Los libros, como las grandes experiencias de la vida, llegan a nosotros por las vías más insospechadas. Casi todos los grandes lectores confiesan haber llegado a la lectura de una forma muy personal. Y es muy raro, en cambio, que alguien se acerque a ésta por obligación. Tal vez sea la razón de que la escuela tenga tan poco éxito a la hora de formar nuevos lectores y de fomentar el hábito de la lectura. Nos acercamos a los libros como al amor: por el destello de algo que queremos tener a nuestro lado, que nos proporciona dicha y que nos hace seres humanos más completos.
Recuerdo que cuando estaba muchacho veía los libros con cierta distancia. En mi casa había una gran biblioteca porque mi papá era un gran lector, pero no le gustaba hablar de lo que leía, no compartía ese mundo con sus hijos. Y, además, por problemas típicos de la adolescencia, en ese momento la figura paterna no formaba parte del mundo que me interesaba. De allí que prefiriera con mucho la música, el rock, a la lectura. Me parecía más adecuada a mi carácter y más contestataria. Con la música experimentaba la rebeldía, sentimiento que no había podido todavía conocer en los libros. En ese momento los Beatles o los Rolling Stones estaban más cerca de mis emociones y de mi mundo espiritual. Difícilmente habría pensado que los libros se convertirían en una parte absolutamente esencial en mi vida, una de las compañías que nunca he dejado.

lunes, 5 de enero de 2015

El arte de la lectura


Miguel Márquez
 
 
 Leer no es sólo una operación instrumental por medio de la cual somos capaces de descifrar un conjunto de signos. Leer es, tal vez, uno de los actos más prodigiosos a los cuales podemos acceder como seres humanos. Quien aprende a leer ya tiene en sus manos todas las posibilidades, todas las vidas posibles, todos los universos. Si hay algo que nos caracteriza como seres humanos es el don de la palabra, somos -como alguna vez dijera Ernest Cassirer- hombres parlantes. Y las palabras nos introducen en el ámbito simbólico. Las palabras no son las cosas, las representan. Toda palabra por tanto, es una metáfora, un acercamiento a la compresión del mundo que nos rodea.
Desde su nacimiento, el hombre tiene una pasión denodada por conocer y el placer del conocimiento es consustancial a nuestra especie. Cuando un niño que está en el proceso de adquisición del lenguaje reconoce que vive en un mundo habitado por palabras, que cada cosa tiene un nombre, “comprende”-en uno de los más fabulosos ejercicios intelectuales-, la importancia del lenguaje y el placer que deriva. De allí que veamos constantemente a esos “locos bajitos” preguntando a sus padres con fruición y sin descanso “qué es esto” y “cómo se llama”; porque de alguna manera entienden que es esto y cómo se llama es una y la misma cosa, que hay un sistema que nos permite comunicarnos, no sólo demostrar nuestro agrado o desagrado a través de gritos e interjecciones. El lenguaje es, entonces, la puerta grande que abrimos todos los seres humanos en busca de la comprensión de nuestra vida y del entorno que nos rodea. De allí que la lectura sea uno de nuestros bienes esenciales.