Laura Antillano
Sé valiente, lee! Ilustración de Gosia Herba |
Cuando fuimos jóvenes, ya adultos, mi hermano mayor me señaló una verdad irremediable, recordaba la gran admiración y empatía que sentía nuestro padre por los poetas, por los artistas, por quienes tenían el poder y la satisfacción de llevar a cabo una obra en algún lenguaje del arte, me dijo entonces: -Papá se equivocó en creer que por ser talentosos en su arte eran mejores personas.
Reconozco que en ese momento no alcance a comprender lo que quería señalarme, pero hoy día, con los años y la experiencia del contacto humano creo haber llegado al centro de su reflexión. Efectivamente, es una equivocación considerar a ese otro, solo en función de su capacidad de ser sensible frente a la experimentación con el acto de crear y olvidar otras muchas esferas de lo que somos como ser humano.
Conocí a una escritora, cuya obra admiraba, además se dedicaba particularmente a la literatura para niños, ella comentó, y este es solo un ejemplo práctico, que cada vez que se mudaba de ciudad, o a veces dentro de la ciudad a otro lugar distante, una de las cosas que hacía era mandar a “dormir” a sus mascotas (perros o gatos), para