Miguel
Márquez
Desde su nacimiento, el hombre tiene
una pasión denodada por conocer y el placer del conocimiento es consustancial a
nuestra especie. Cuando un niño que está en el proceso de adquisición del
lenguaje reconoce que vive en un mundo habitado por palabras, que cada cosa tiene
un nombre, “comprende”-en uno de los más fabulosos ejercicios intelectuales-,
la importancia del lenguaje y el placer que deriva. De allí que veamos
constantemente a esos “locos bajitos” preguntando a sus padres con fruición y
sin descanso “qué es esto” y “cómo se llama”; porque de alguna manera entienden
que es esto y cómo se llama es una y la misma cosa, que hay un sistema que nos
permite comunicarnos, no sólo demostrar nuestro agrado o desagrado a través de
gritos e interjecciones. El lenguaje es, entonces, la puerta grande que abrimos
todos los seres humanos en busca de la comprensión de nuestra vida y del
entorno que nos rodea. De allí que la lectura sea uno de nuestros bienes
esenciales.