Juan Ángel Mogollón
Tal vez pueda decirse que
la poesía es indefinible. Porque, realmente ¿qué cosa es la poesía? Los
críticos literarios han aportado muchas definiciones tentativas, pero ellas
sólo reflejan un punto de vista personal, una manera individual de ver la
poesía. Y aun los poetas, involucrados como están en el problema de su
creación, son ineficaces en sus definiciones. En verdad, siempre que un poeta
intenta definir la poesía lo que está es haciendo poesía, acaso sin saberlo.
Incluso podría decirse que a los poetas sólo les es dado el privilegio de de
crear poesía, sin ocuparse mucho en desentrañar sus misterios, pues una cosa
tan vaga e infinita, tan sumida en lo desconocido, al definirse se limita. Y la
poesía escapa a todo límite y es la esencia que anida en todo objeto. Sin
embargo, el poeta si puede referirse a su propia manera de hacer poesía, a su ars
poética, que es su dominio personal. En este sentido, a lo que a mí
respecta, puedo decir que me esfuerzo en la captación de las imágenes, a las
que asigno un valor superior a las ideas. Un poeta no es un ideólogo, un
teorizante de la realidad, sino un hacedor de belleza. Y para lograr este
objetivo superior se sirve de la realidad y de los sueños, de todos los materiales
que le suministra el universo, sin excluir ninguno. En este vasto reservorio,
para los fines del poeta, no hay categorías ni jerarquías excluyentes. Vale
tanto una hormiga como el Monte Everest, tanto una flor como una galaxia. Lo
que importa, ciertamente, es el resultado, la suma de belleza que se obtenga de
esos elementos, considerados individual o colectivamente.