lunes, 8 de julio de 2013

La multifacética obra de Yolanda Bedregal

Víctor Montoya

Yolanda Bedregal (La Paz, 21 de septiembre de 1913 – La Paz, 21 de mayo de 1999). Se cuenta que desde niña tuvo acceso al mundo intelectual boliviano, debido a que vivió en el seno de una familia de artistas e intelectuales. Su padre, Juan Francisco Bedregal, en su condición de escritor, catedrático y Rector de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), reunía en su casa a los intelectuales más notables de su época, para hablar y discutir sobre diversos temas relacionados a Bolivia y los bolivianos.
Al evocar sus años de infancia, enfundada en traje de bayeta, con ch’uspas y tullmas en las trenzas, no podía evitar el siguiente cuadro familiar: “Mi padre, sabia bondad, en el escritorio, entre sus libros y nuestros lápices de color; mi madre, menuda y ágil, repartidas sus manos entre pan y ternura, el bastidor, el piano, las jaulas de canarios, su telar en el cuarto de costura (…) La abuela esbelta, pálida, frente al infaltable café yungueño y su cigarrillo Capricho, tejiendo para nuestras muñecas o encarrujando flores de trapo para el templo. La bisabuela, matrona austera de dulce pero varonil carácter, en su silla de ruedas, a lado la cuna de la guagua recién nacida en el clan (…) De aquellos seres y cosas que acompañaron mi niñez aprendí, sin yo notarlo, lo que quizá vale más en mi existencia. De mi padre, tan triste en el fondo, la alegría de darse y dar con justicia y comprensión; de mi madre, la fuerza de la debilidad activa; de mi abuela la rebeldía paciente en la desgracia; de mi bisabuela paralítica el poder de la impotencia; de mis nobles ayas aymaras, la fidelidad y el amor a mi raza; de los chicos, en su encrucijada vacilante, aprendí que estamos en un juego sagrado, serio y peligroso con Dios, con el diablo y con el prójimo.” (Palabras pronunciadas al recibir el Premio de Cultura de la Fundación Manuel Vicente Ballivián).

jueves, 4 de julio de 2013

Paco Yunque: La simbología del poder

David Figueroa González


“Yo me complazco, en imaginar, en creer en un estado social
en que la alegría sea accesible  a todos”
André Gide

En  mi reciente viaje a Perú, país hermano al cual fui por invitación del grupo Capulí, Vallejo y su Tierra. Me reencontré con la historia todavía viva de lo que fue el Virreinato de España en América, las estructuras  arquitectónicas erguidas  como gigantes enclavados por doquier aún cuentan relatos de tiempos lejanos. Al partir de la capital camino a Santiago de Chuco,  la patria chica de Cesar Vallejo, es más marcada la presencia de estas hermosas estructuras, bien sea, las realizadas por los conquistadores o las elaboradas por el pueblo con su milenaria sabiduría. En el horizonte las montañas evocan los picos de la sierra venezolana y, a pesar de la altitud y el frío, al llegar al poblado las personas con su respeto y cordialidad nos abrigaron el alma.
La humildad característica de las personas que habitan los pueblos andinos está presente en la obra “Paco Yunque”,

lunes, 1 de julio de 2013

Tejedores de imágenes

“Contar historias es un arte, un arte raro, pues su materia prima es lo inmaterial y el narrador de historias es un artista que teje los hilos invisibles de esa tela que es el narrar.”
Cléo Busatto

Giondelys Antonio Montilla Santiago
Cuentacuentos y escritor

Oscar Wilde nos contaba en su cuento “El narrador” la historia de un hombre muy querido en su pueblo por las historias que contaba. Todos los días salía al campo o la playa y al regresar la gente lo esperaba en la plaza del pueblo y le preguntaban qué había visto en su paseo, y el narrador les contaba que había visto un fauno que tañía su flauta y hacía bailar a una ronda de silfos en medio del bosque; otro día contaba que había visto a tres sirenas montadas sobres las olas a la orilla del mar que peinaban sus largos cabellos verdes con un peine de oro. Toda la gente era feliz por las historias que contaba. Sucedió que un día el narrador salió a dar su paseo pero al llegar a la orilla del mar, he aquí que se encontró con tres hermosas sirenas que peinaban sus largos cabellos verdes con un peine de oro. Y continuando su paseo,   cuando llegó al bosque vio  a un fauno que tañía su flauta y hacía bailar a una ronda de silfos. Esa tarde, cuando regresó  al pueblo ya la gente lo estaba esperando y le preguntaron, hombre, ¿qué has visto hoy?, ¡vamos!, cuenta, y el narrador les contestó: hoy no he visto nada.

miércoles, 26 de junio de 2013

Un lustro sin la luz de Montejo

Julio Bolívar
Tuyo es el tiempo cuando tu cuerpo pasa
con el temblor del mundo,
el tiempo, no tu cuerpo.
Eugenio Montejo

Eugenio Montejo.  Foto Gorka Lejarcegi
I
Hace cinco años se fue de esta tierra Eugenio Montejo (Caracas,19 de octubre de 1938 - Valencia, 5 de junio de 2008). De él nos quedaron sus libros y la imagen de su serenidad, su sabiduría y la búsqueda de la música en la poesía. Generosidad y amplitud, firmeza en sus ideas y respeto por el otro, reconocimiento de una tradición y una lengua, conciencia sobre la lengua de donde venimos y de las voces que nos precedieron.



II
Montejo nos dejó varias lecciones a las que creo, debemos atender. Pienso en su humildad y la atención que prestó a su lenta y segura. La otra viene de una experiencia de lectura en Barquisimeto, cuando lo invitamos a propósito del lanzamiento de una colección de poesía que hicimos en la ciudad, a la que llamamos como el título de uno de sus poemarios, El hacha de seda.

lunes, 17 de junio de 2013

Del lector hembra al lector en red

"Los seres humanos podemos ser definidos como animales lectores. Creemos que el mundo natural hay que descifrarlo. Vivimos en esa paradoja: saber por un lado que este mundo no tiene ningún sentido y preguntarnos el porqué de las cosas".
ALBERTO MANGUEL

Carlos Yusti


Lectora
Hoy día ese asunto de los géneros (no los literarios, sino los bilógicos se entiende) se ha tornado un tema en alza en la cotidianidad más mundana. El término “lector hembra”, acuñado por el escritor argentino Julio Cortázar, hizo su aparición cuando esta discusión de los géneros no se vislumbraba por ninguna parte.
Por supuesto eso de “lector hembra” tiene una connotación machista y Cortázar lo utilizó de manera despectiva/irónica para designarlo como contrafigura del lector ideal. Para el sempiterno autor de Rayuela, el lector-hembra es ese individuo que quiere todo resuelto y no complicarse mucho mientras se arrellana a gusto y seguro en su sillón ajeno al drama, que como una borrasca se desata en algunas novelas o en determinadas historias. El lector

jueves, 13 de junio de 2013

EL DOCENTE COMO MEDIADOR DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Dra. Maén Puerta de Pérez.


El presente artículo plantea unas reflexiones sobre el papel del docente como mediador en el proceso de recepción de la literatura infantil. Consideramos que es necesario para el trabajo con el texto literario infantil tener presente las marcas textuales y la comunicación que se establece entre el texto y el receptor, esa dialéctica tan especial que nos produce un encuentro durante la lectura que puede marcarnos como lector para toda la vida. Surge de esta manera la figura del mediador (docente, padres, promotor) que con su apoyo lleve al niño y al joven a superar las barreras que el texto pueda presentar tomando en cuenta sus competencias lingüísticas y literarias.

martes, 4 de junio de 2013

Poesía: Mágica creación

David Figueroa González

 “Podrá no haber poetas;
pero siempre habrá poesía.”
Gustavo  Bécquer

 
Paul Gauguin (1848-1903) Poemas Bárbaros
Recuerdo una mañana de mi infancia, mis primos y yo nos reunimos en casa de mi abuela con papeles de colores en mano, unos trozos de cañas y unas tiras de trapo viejo, hicimos un papagayo.  El viento barría las nubes dejando el cielo limpio con un espléndido sol. La brisa no dejaba de jugar  y nuestro papagayo se elevaba muy alto.  La cometa  subía y subía impulsado por breves tirones que dábamos al hilo; así se  iba alejando y ella alegre serpenteaba en el aire equilibrando su peso. Cuando llegó al punto más alto, desde donde nos enviaba mensajes de libertad,  el  cordel se reventó  y nuestro papagayo se fue libre, hasta que  la vimos caer inocentemente tras los árboles de otra casa. No pudimos recuperarla y tal vez lloramos por el sueño perdido.