lunes, 17 de junio de 2013

Del lector hembra al lector en red

"Los seres humanos podemos ser definidos como animales lectores. Creemos que el mundo natural hay que descifrarlo. Vivimos en esa paradoja: saber por un lado que este mundo no tiene ningún sentido y preguntarnos el porqué de las cosas".
ALBERTO MANGUEL

Carlos Yusti


Lectora
Hoy día ese asunto de los géneros (no los literarios, sino los bilógicos se entiende) se ha tornado un tema en alza en la cotidianidad más mundana. El término “lector hembra”, acuñado por el escritor argentino Julio Cortázar, hizo su aparición cuando esta discusión de los géneros no se vislumbraba por ninguna parte.
Por supuesto eso de “lector hembra” tiene una connotación machista y Cortázar lo utilizó de manera despectiva/irónica para designarlo como contrafigura del lector ideal. Para el sempiterno autor de Rayuela, el lector-hembra es ese individuo que quiere todo resuelto y no complicarse mucho mientras se arrellana a gusto y seguro en su sillón ajeno al drama, que como una borrasca se desata en algunas novelas o en determinadas historias. El lector
destacado es ese que se compromete, que se arriesga y deviene en un lector-cómplice que hace suya tanto el drama que se desarrolla en novela como esa odisea del escritor al momento de crear la historia y los personajes. Mucho tiempo después Roland Barthes en otro barrio escribía: “…el objetivo del trabajo literario (de la literatura como trabajo) es hacer que el lector no sea más un consumidor, sino el productor del texto”.
Cortázar que no se chupaba el dedo, a pesar de ese aspecto de niño gigante que tuvo, se enteró por sus lectores(as) su excesivo traspié: “Yo creo que Rayuela es un libro machista (…) Es el momento de hacer una verdadera autocrítica, porque cuando empecé a recibir una correspondencia muy nutrida con respecto a Rayuela descubrí que una gran mayoría de lectores eran mujeres, y eran mujeres que habían leído Rayuela con gran sentido crítico, atacándola o apoyándola o aprobándola pero de ninguna manera en una actitud pasiva, con una actitud de lector-hembra: es decir que eran lectoras que no tenían nada de hembras en el sentido peyorativo que el macho tradicional le da a la palabra hembra”.
La escritura antes que cualquier teoría es una manera de seducción y quizás esas categorías de machos y hembras en lo referente a la lectura se encuentran algo gastadas/manoseadas. El escritor tiene que seducir a través de la palabra escrita a hombres y mujeres por igual, por otra parte no creo que el escritor tenga en cuenta el sexo del lector a la hora de tejer la urdimbre de su escritura. Sin apelar a teorías estructuralistas el mejor ejemplo de seducción literaria la tenemos en esa gran lección proporcionada por Sherezade (o Shahrazad), quien haciendo gala de esa habilidad de cuentacuentos, versátil y creativa, logra encantar al sultán que sólo aguarda
  Doble lectura para un nuevo milenio. Gurbuz Dogan
el despuntar del nuevo día para córtale la cabeza. Pero como las historias de la doncella son tan atrapantes, posterga la ejecución. Borges lo escribe como delicado tacto: “Es conocida la historia liminar de la serie: el desolado juramento del rey, que cada noche se desposa con una virgen que hace decapitar en el alba, y la resolución de Shahrazád, que lo distrae con fábulas, hasta que encima de los dos han girado mil y una noches y ella le muestra su hijo. La necesidad de completar mil y una secciones obligó a los copistas de la obra a interpolaciones de todas clases. Ninguna tan perturbadora como la de la noche DCII, mágica entre las noches. En esa noche, el rey oye de boca de la reina su propia historia. Oye el principio de la historia, que abarca a todas las demás, y también -de monstruoso modo-, a sí misma”.
El arte (en todas sus vertientes y posibilidades) busca que el espectador se involucre con la obra, que sea parte activa y después de alguna manera se aventura e intente despertar su vena artística, de seguro algunos se convertirán en creadores otros quizás serán analíticos sensibles de las obras de arte.
Hoy con los cambios acelerados del libro, las editoriales y el mercado, sumado a todo ello el universo digital, la creación de un  nuevo lector parece inevitable. Este nuevo lector en red no sólo asume riesgos al leer historias, sino que escriben sus blogs, plenas de lecturas y pasiones, cada día por Internet hasta crear una red vasta lectores con nuevos paradigmas comunicacionales. El autor no ha muerto como era el pronóstico estructuralista, sino que ha sufrido mutaciones drásticas; de igual modo lo ha hecho la manera como leemos los textos en la red en la cual existe un espectro más abarcante e inmediato de tal suerte que un texto te remite a otro, e incluso a otro autor, sin necesidad de hurgar en la biblioteca (personal) física por lo general caótica y a veces no siempre a la mano. Este nuevo lector en red (o internauta) ha roto todos los géneros y todos los profesorales conceptos.
Cortázar en una entrevista hablando de Rayuela expresó que era necesario  “edificar la obra sobre la base de partes sueltas” y que su novela tenía la virtud de la lectura abierta, es decir; “Mi libro se puede leer como a uno le dé la gana”. Algo de esto ocurre en la Internet. El lector en la red lee lo que quiere, escribe como desea, por supuesto respetando ciertas normas de convivencia convencional, y dejando en claro su parecer, sus gustos (o disgustos) con el mundo y la literatura que le ha tocado en suerte.
La gran literatura trasciende a su autor y los buenos lectores deben hacer piel con las obras literarias no para buscar respuestas, sino para enriquecer de alguna manera la vida. Cuando un personaje, una frase o un poema se traspapela con nuestras vivencias y pasa a formar parte de nuestra experiencia intelectual y emotiva de cierta manera nos pertenece. La literatura significativa, profunda, siempre exigirá lectores atentos, lectores sensibles capaces de entender que el mundo es a lo sumo una gran metáfora que bien vale la pena ser escrita.

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