José
Gregorio González Márquez
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Retrato de Émile Zola 1868. Edouard Manet |
Antes
de la invención de la imprenta, el hombre ya escribía. Compartir el conocimiento, era rutinario.
Tatuado en la memoria, los saberes pasaban de generación en generación. Lugar común para muchos de los congéneres que
hoy habitan el planeta. Ciencia cierta para quienes luchaban denodadamente no
sólo por sobrevivir, sino que ayudados por la madre naturaleza sembraban de
existencia lúcida, los genes que ahora entrecruzan la humanidad entera.
Escribir es un arte, un oficio pero también una paradoja. El hombre siempre
escribió; pero, tachó su destino en la
medida en que fue redescubriendo el ocio vago de esperar sin mucho esfuerzo, la
solución de sus problemas.