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martes, 25 de diciembre de 2018

Chucho, Moncho y el Falcon verde


Un cuento de Navidad

Mempo Giardinelli


Cuando pongo la valija sobre la balanza son las siete de la mañana. Tengo el tiempo justo para un café; el vuelo sale en cincuenta minutos. El joven mira la foto, luego a mí, y me entrega el pase de abordar sumando dos más dos:
–Disculpe, ¿usted es el escritor?
Asiento y sonrío. Es odioso no sonreir en esos casos.
–Yo soy hijo de Chucho, y nieto de la China Luaces –dice velozmente.
Miro el gafete que el muchacho lleva colgado de la camisa, del lado izquierdo, y en el acto una historia familiar me cae encima como cielo raso descascarado. Mi memoria escanea en tropel los viejos, buenos tiempos de infancia en el Chaco. El muchacho sonríe y dice cuánto me querían su abuela y su papá cuando evocaban Resistencia, la calle Necochea y a mis viejos.

lunes, 25 de diciembre de 2017

El Pueta Lugurúa, o la Navidad de los bancarios

 Mempo Giardinelli


Al Flaco Rolín lo llamaban El Pueta Lugurúa, aunque Lugurúa no era su apellido y nadie supo jamás quién se lo puso. Y en cuanto a lo de “pueta”, con u, era una burla de los bancarios del Bar La Estrella, que sólo leían páginas futboleras los lunes pero se la daban de gente informada y hasta aguda.

Claro que bancarios no eran solamente los que trabajaban en el Provincia o el Nación, sino que en el Bar La Estrella y alrededores se llamaba “bancarios” a la caterva de hombres que a toda hora se sentaban en los bancos de la Plaza 25 de Mayo, o de las veredas como las que había antes, o en las sillas duras e incómodas que puso el viejo Ideo Terada para que la clientela circulase, lo que sólo consiguió que Carmelo Pietrobono las definiera como “bancos de tortura japonesa”.