Pintura de Carol Ann |
Un
hombre está colgado
en
el umbral de mi puerta;
otro
cuelga del quicio de la ventana,
un
tercero del borde del espejo
y
otro más
cuelga
del poste del alumbrado.
En
los ojos abiertos del primero,
se
mira la imagen de un niño aterrado,
el
segundo parece cantar,
pero
de su boca
solo
emana un vaho gélido, desamparado;
En
el pecho del tercero
se
escucha el rumor de un mecanismo descompuesto,
y
de las manos del último, cuelga mi voluntad
fragmentada,
resignada.
Todo
el que me visita
pregunta
sobre sus causas,
Pretende
interrogarme acerca
de
sus vacíos,
sus
ausencias;
y
yo como respuesta
le
pregunto a su vez
En
cual de ellos debo hallarme
En
cual de ellos
Se
escucha el eco de mi nombre
o
el ruido sordo de mis paso.
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¿Me
has visto últimamente?
¿Has
visto como puedo permanecer
por
horas
colgando
de una nube,
con
un ojo abierto
y
el otro escondido en un bolsillo?
¿Te
das cuenta que como menos
y
hablo más,
y
al final he terminado vacío
y
delgado como una libélula?
¿Has
visto como vago por las calles ,
sin
luz, arrastrando un saco de
luciérnagas
muertas?
¡Ya
no me mires!
¿No
te das cuenta que todo es para
distraerte
hacer
que busques el reverso de
mi
sombra ,
mientras
yo escapo de mi mismo?
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Cantan
los perros,
pero
el día se llueve y se aniquila;
Los
pájaros aúllan
y
se convierten en estrellas negras
que
se lanzan, suicidas,
contra
el muro del cielo,
para
no ver ya más la tristeza
del
mundo,
la
tiniebla del mundo,
el
agujero, ahogado, del mundo.
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El
síntoma de la existencia
es
el vértigo...
Sólo
el vértigo es real,
lo
demás... ¡Oscuridad, incertidumbre!
Vivir,
¡ Es habitar una caverna!
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De
mí hacia adentro
¡Lo
que hay es golpe!
Yo
soy el órgano que late,
la
angustia es la función,
La
poesía,
¡Es
el síntoma del órgano enfermo!
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Un
día de estos me verán
volando
sobre
la ciudad,
cantando
a garganta partida
liberado
de cualquier vergüenza
o
duda
o
resentimiento.
Será
un día como cualquier otro,
solo
que habrá eclipse
y
me veré como una antorcha,
una
luciérnaga gigantesca
a
pleno mediodía.
Los
que me vean
flotando
como el incendio
de
un gran pájaro,
dirán
de mí,
sin
dudarlo,
que
llevaba el fuego adentro,
que
ellos estuvieron a punto
de
quedarse ciegos,
mirando
la tragedia de mi vuelo.
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Mi
alma,
tiene
un dulce aroma
de
flores muertas,
y
dentro
se
escuchan ladridos feroces;
¡Mi
alma es una casa en penumbras!
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El
pájaro de la tristeza
está
escarbando en mi pecho.
Pica
mi corazón
y
bebe mi sangre;
canta
su tristeza y la mía...
Se
ahoga, enmudece
y
se queda dormido...
muerto
de frío y silencio.
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