martes, 22 de agosto de 2017

Leer y conversar


Galo Guerrero-Jiménez

Se aprende a hablar bien con gente que está en condiciones de conversar; en este orden somos aprendices, al igual que cuando se lee un libro y nos nace la idea de conversar con él, de interrogarlo, de cuestionar ciertas ideas o de pensar a raudales cuando se reflexiona sobre un tema determinado. Se trata, por lo tanto, de una actividad enormemente productiva; pues, la conversación y la lectura juegan un papel de interpretación, de validación, de teatro y, sobre todo, de taller porque ahí se habla y se aporta con ideas en torno a los diversos asuntos humanos que son evidentes tanto en una conversación como en una lectura.

Se es aprendiz cuando se conversa y cuando se lee; el conversador y el lector se encuentran en un taller de la vida porque desde esa condición están dispuestos no solo para aprender sino para aportar mientras conversan y mientras leen. Como sostiene Aidan Chambers: “Existe una correlación entre la riqueza del ambiente de lectura en el que viven los lectores y la riqueza de su conversación sobre lo que han leído” (2007, p. 14).


Pues, así como se aporta en una conversación con todos los comentarios que esa conversación sea capaz de producir, una actitud lectora nos debe también motivar a conversar ya no solo con el texto que tengo a mano o en un medio electrónico, sino en otros espacios y con las personas con las que sea posible conversar sobre lo leído. Como sostiene Steve Bicknell citado por Chambers: “Nosotros no sabemos lo que pensamos sobre un libro hasta que hemos hablado de él” (Ibid, p. 19).

Hablemos del libro leído sin tapujos y sin ninguna reserva que no sea la de la audacia para conversar, la de la naturalidad lectora para decir lo que debo decir sin temor, tal como sucede en una conversación cuando con el denominador común de la experiencia personal cada contertulio habla y habla con gozo, quizá a veces con preocupación, con cautela, con desenfado, tal vez, incluso, con desparpajo, pero habla, y al hablar está manifestando su decir, su sentir, lo que le gusta y lo que le disgusta.

En este orden es como se debe proceder con la lectura. Hablo, converso del libro o del tema leído con la mayor libertad que me sea posible, sin ninguna cortapisa que no sea la de mi propio sentir. Cada lector aporta con lo suyo, tal como en una conversación, por banal que sea, cada cual aporta con lo suyo. Y la riqueza de ideas está en que “un grupo diferente de lectores puede muy bien descubrir un énfasis distinto en el significado. Como también puede ocurrir en el mismo grupo si en otro momento vuelven a hablar del mismo libro. Los significados de cualquier texto cambian de acuerdo al contexto de la vida de los lectores y de sus necesidades en un momento determinado” (Ibid, p. 23).

Cada vida lectora es un mundo completo de ideales muy propios, muy suyos de ese lector, sobre todo cuando la lectura es interiorizada, es decir, debidamente reflexionada y, por lo tanto, comentada libremente. Así tendría que ser el proceder en la educación escolarizada: que “la lectura se convierta en un auténtico placer al que los alumnos accedan sin imposiciones y de forma totalmente autónoma” (Agüera, 2007, p. 12).

Libertad, autonomía, placer e interiorización lectores son los que logran un adecuado conversar sobre el texto. Lo dice muy bien Isabel Agüera: “Elevar la lectura a nivel de placer, convencida de que no hay mayor bien que aquel derivado de nuestras propias conclusiones, una vez que hemos aprendido a entender y comprender mensajes escritos y orales” (Ibid, p. 12), los cuales nos promueven a lo que la autora en mención señala que debe encaminarse al alumno y niño lector a “un tipo de lectura que los distancie, por un lado de los libros de texto y por otro, de las típicas narraciones que suelen presentar los libros de literatura infantil” (Ibid, p. 11), puesto que son los causantes para que no se pueda arribar a ninguna conclusión, es decir, a ese sabroso conversar que debe despertar el texto cuando es asumido libre, autónoma y gustosamente.

Referencias bibliográficas

Agüera, I. (2007). La lectura a escena. Estrategias y dinámicas para formar niños lectores. Madrid: Editorial CCS.
Chambers, A. (2007). Dime. Traducción de Ana Tamarit Amieva. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica. Espacios para la lectura.

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