Galo
Guerrero-Jiménez
Se
aprende a hablar bien con gente que está en condiciones de
conversar; en este orden somos aprendices, al igual que cuando se
lee un libro y nos nace la idea de conversar con él, de
interrogarlo, de cuestionar ciertas ideas o de pensar a raudales
cuando se reflexiona sobre un tema determinado. Se trata, por lo
tanto, de una actividad enormemente productiva; pues, la conversación
y la lectura juegan un papel de interpretación, de validación, de
teatro y, sobre todo, de taller porque ahí se habla y se aporta con
ideas en torno a los diversos asuntos humanos que son evidentes tanto
en una conversación como en una lectura.
Se
es aprendiz cuando se conversa y cuando se lee; el conversador y el
lector se encuentran en un taller de la vida porque desde esa
condición están dispuestos no solo para aprender sino para
aportar mientras conversan y mientras leen. Como sostiene Aidan
Chambers: “Existe una correlación entre la riqueza del ambiente de
lectura en el que viven los lectores y la riqueza de su conversación
sobre lo que han leído” (2007, p. 14).