Laura Antillano
“Yo, que maté de
melancolía al pirata Francis Drake” fue
el primer libro que leí de Gonzalo
Moure. Me fascinó. Lo compré azarosamente en el Salón del Libro que
organiza el chileno Luis Sepúlveda en Guijón, Asturias. Tenían una feria de libros con
varios proveedores y en una mesa, entre muchas cosas, ese título me ganó.
Me lo leí en dos
noches, me conquistó la historia y el modo de relatarla. Varios años después,
en Quito, invitada por Leonor Bravo al Maratón del Cuento, conocí al autor de
aquella novelita.
Gonzalo Moure intervino el día de la inauguración y
habló con equilibrio y emotividad de alguien que había sido amiga de muchos de
los presentes y a quién todos guardaban
especial afecto, ella había fallecido hacia no mucho y le había contado de este
evento en Ecuador, para el que él era tan nuevo como yo. Coincidimos después en
el transporte que nos trasladaba a todos, y sentados juntos conversábamos de
literatura, salió el tema de los piratas y salió el nombre de su libro y salió
el de mi cuento “Tuna de mar”, igualmente dedicado en este caso, a una mujer
pirata.
Entonces la cadena me
llevó a otra novela suya: Maito Panduro. Un hermoso relato que cuenta de un
niño gitano y su familia, yo lo descubrí en una vieja librería de mi ciudad y
su nombre en la vitrina me jalaba, hasta que me lo llevé, e igual lo leí en
horas. Conmovedor, hermoso, sin concesiones, describiendo el mundo de la
pobreza y las contradicciones y el surgimiento de la ternura con toda su
fuerza. Un niño con su padre en la cárcel, en el día a día de la escuela, la
madre, la familia, en su soledad con la ausencia del padre, quien apenas está
aprendiendo a escribir en la cárcel, un ángel: la maestra de la escuela, toma
interés en Maito y la vida comienza a ser otra cosa. Hermoso y conmovedor libro, uno más para justificar la popularidad
de Moure entre los jóvenes lectores (y los viejos también).
Ahora sabía que
Gonzalo era el autor de ambos y me parecía imposible tenerlo allí frente a mí.
Su conexión con el periodismo como oficio primario y el nexo que esto tiene con
su literatura también influye en la afinidad que podemos sentir por su trabajo
y sus afanes. Supe que impartía charlas en bibliotecas, club de lecturas, colegios
e instituciones. Es un autor dedicado a la literatura juvenil, campo en el que
ha ganado premios tan importantes como Gran Angular, el Ala Delta, el
Primavera, el Barco de Vapor, entre otros. Su obra es conocida por la atención
que presta a problemas de tipo social y también a la relación entre padres y
adolescentes.
En Quito estábamos
rodeados de gente maravillosa, allí estaban Enrique Pérez Díaz y Alga Marina
Elizagaray de Cuba, de Argentina Liliana Bodoc, Alicia Barberis, la superactiva
Raquel M. Barthe, Mónica Brozón de México, el colombiano Triunfo Arciniegas, la italo peruana Anna Lavatelli ,Magdalena
Helguera de Uruguay, la gente de Ecuador, Leonor , Marco Chamorro, Edna
Iturralde, Edgar Allan García, la española Care Santos, Marina Colasanti y tantos
otros, fueron muchos más, todos agradables y con mucho por comunicar. Costaba
despedirse.
Nos escribimos
durante un tiempo y Gonzalo vino a Venezuela, a Valencia, al 7º Encuentro con la Literatura y el
audiovisual para niños y jóvenes, lo que fue una maravillosa experiencia para
todos nosotros. Leímos El síndrome de
Mozart, Cama y cuento, Palabras de caramelo, Soy un caballo, Lili, libertad/ Esta última es una novela juvenil que tiene
que ver con el aislamiento, el acoso escolar, la diferencia, y la timidez entre
otras cosas.
Gonzalo estuvo con
nosotros y visitó escuelas donde los niños habían leído textos suyos y pudieron
sostener diálogos intensos e interesantes con él. Nos sorprendió su fácil comunicación con los jóvenes y nos hizo
relato de su trayectoria y sus temas fundamentales. Supimos que toca temas
difíciles, temas realmente complejos y temas donde siempre los protagonistas
son gente que no son precisamente el patrón social del éxito, que es lo que
generalmente encontramos en otras circunstancias. Le gustó mucho el trabajo que
presentaban en el evento los muchachos
de “Uno, dos tres T.V”, que lo que ellos están haciendo, lo que nos acababan de
mostrar, tiene un colorido y tiene un sentido que es totalmente distinto a lo
que está en los medios comerciales y lo que todo el tiempo nos bombardean. Hay
otra visión de las cosas, más cercana, más auténtica de lo que es nuestro mundo
como latinoamericanos. Gonzalo Moure, nació en Valencia, España, en
1951,periodista, escritor, estudió Ciencias Políticas en la Universidad
Complutense de Madrid. Trabajó como periodista entre 1973 y 1989.
Fundamentalmente en radio, prensa y prensa especializada en música popular. En
televisión como guionista y en publicidad como creativo. Escribe desde 1989, su
primer libro fue Geraniúm en 1991. Y como declaró en una entrevista
prácticamente comenzó a vivir a partir de ese primer libro, de su experiencia
como escritor.
A Gonzalo Moure se le
publicó en Venezuela a través de la Fundación El perro y la rana su libro: Un
río de lágrimas. El que abordo uno de los temas que entran en sus pasiones
fundamentales, el del pueblo Saharaui y su lucha por la sobrevivencia, de hecho
nuestro amigo pasa buena parte del año
allá y está vinculado a un bibliobús que traslada toda una biblioteca para
niños y jóvenes, en el afán de provisionar la lectura a la población. Este
proyecto se llama Bubisher, y en su ejercicio Gonzalo conoció la escuela que
Venezuela construyó e hizo realidad en aquellos territorios.
En la conferencia que
nos dio, como un diálogo abierto con la gente, se mostró muy sencillo y
comunicativo. Relato todo su viaje por la escritura a partir de cómo fueron
surgiendo las ideas para cada uno de sus libros, y finalmente nos dijo algo muy
importante, dijo que: “Cuando veáis, buscad también la literatura escrita desde
la sinceridad del ser humano que fracasa una y otra vez intentando reflejar la vida, pero que por lo
menos sea eso, un reflejo de la vida y no de una idea preconcebida de ésta”.
Gonzalo volvió
posteriormente por la Feria Internacional del Libro y habló sobre su mayor
proyecto que es el referido al pueblo Saharaui, y en estos años siempre le
hemos seguido la pista a través de su trabajo literario y su necesaria
comunicación con la gente. Ojalá alguna vez
pudiera volver con su noción de
la escritura y la comunicación con los otros a enseñarnos nuevas maneras de relacionarnos y difundir
ese sentido de solidaridad convertido en la obra escrita.
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