Yony Osorio
“Los que aún estamos vivos y
retrocedemos en el tiempo para armar la ruta que siguieron nuestros pasos descubrimos que nos movemos en un
ámbito donde las formas fantasmales abundan y las fachadas son escombros
y nos ubicamos en una trama casi parecida a la de Pedro Páramo en la obra de Juan Rulfo”.
(Leo Alfonso Villaparedes, 2016:11).
(Leo Alfonso Villaparedes, 2016:11).
Leo Alfonso Villaparedes |
La obra En la circunvalación no.5 por 0,25
(2016), del escritor, narrador, cronista, artista plástico y profesor jubilado,
Leo Alfonso Villaparedes, nacido en la Victoria (1941), estado Aragua, aguarda en
su trama el efecto disparador del recuerdo. Es como una especie de invitación a
un cóctel para la memoria en donde se mezclan aquellos instantes que convocan
al lector a una comunión del vivir mediante la palabra que intenta recobrar las
huellas del hombre durante su paso por tiempo: es un trago verbal contra el
olvido y nos brinda la posibilidad de reavivar lo transitado. Además, la obra y
el autor de estas crónicas de las que
libaremos un sorbo de su néctar, fueron galardonados con El Premio de
Literatura Stefanía Mosca 2015, libro editado por el Fondo Editorial Fundarte.
Igualmente, en cuanto a la confrontación de sus trabajos obtiene el Premio de
la V Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares, mención Crónica (2013), con
el libro Visiones e imágenes subyacentes. La Victoria 1948-1958.
I
UNA
MIRADA PANORÁMICA DESDE LA CIRCUNVALACIÓN DE LA MEMORIA
Cuando decidimos colocar los pies sobre el
estribo de esta Circunvalación de la memoria conducida por este ilustre
narrador aragüeño, se pudiera asumir la idea del viaje como un retorno de lo
vivido que se ha anclado en los senderos de la nostalgia y vuelve a nosotros
como palabra recuperada. De hecho, bajo el influjo del dios Cronos fluye en el
paisaje humano una mirada que entreteje un manojo de sensaciones múltiples, cuyos
trazos conforman un cuadro de pinceladas en donde se va reconstruyendo el alma
que vibra en la cotidianidad caraqueña, bien sea ésta de los nacidos como de
los provincianos que van llegando desde las diferentes partes del país.
La ruta
que abordaremos, En la Circunvalación N0. 5 por 0,25, suele identificarse de
color verde limón claro y su sentido de dirección se asocia a la idea de circularidad:
“Los colectivos le hacían honor a su
denominación, pues era un viaje redondo por un amplio sector de la ciudad,…”
(Ibídem: 33). ¡Y qué relativo contraste con respecto a las nuevas unidades de
transporte masivo a precios accesibles y con aire acondicionado! Sin embargo, aquellos
vehículos que contribuían con otro chorro de humo para los cielos de Caracas, y
de acuerdo con el narrador: “Eran unos
autobuses amplios a los que se accedía por un torniquete. La brisa fresca de
Caracas ignoraba el aire acondicionado”. (Ibídem: 33). Por tanto, en la
medida que vas disfrutando la hilvanación multiplicada de historias, lo
anecdótico, ese chispazo impulsor, no deja de engancharte en el instante de esa
añoranza. En consecuencia, es la coherencia el elemento fundamental que sutilmente
condensa y atrapa lo efímero en la conjunción de los textos que nos relatan,
entre tantas distancias, las ocurrencias y circunstancias que se suscitan en un
ser que recuerda desde lo amoroso. Al mismo tiempo, cuenta la gracia, el sabor
y regocijo, el humor y la fina ironía que se trasponen en la vida narrada desde
esta Circunvalación
No. 5 por 0,25. Allí encontraremos entre tantas cosas evocadas un sin
número de quijotadas, fechorías, aconteceres en el terreno de de lo político-militar,
la represión, semblanzas alusivas a Pérez Jiménez, Rómulo Betancourt,
movimientos cívico-militares como el Carupanazo, el Barcelonazo y el Porteñazo.
A nivel internacional no deja de referirse a la invasión de los marines en
bahía de Cochinos, Cuba.
Mas una visita
en el tiempo nos detiene en las peripecias de personajes fuera de serie como La
Curandera Prisca, experta en el mal de ojos, El gozón de oficio, que no
resistía una aglomeración humana en un transporte público sin estar pegado a la
retaguardia de una dama hermosa y bien dotada de protuberancias, hasta que fue
pinchado en su honorífico miembro más delicado. Y según uno de los personajes
afectados, esto nos dice: “Estoy cazando
a ese desgraciado, ayer cuando me monté en el autobús que va para Catia,
enseguida se ubicó detrás de mí y comenzó a recostarme el bulto...” (Ibídem: 73-74). Imagínense, señores lectores,
lo que vendría después, lo sabrán cuando viajen En la Circunvalación
No. 5 por 0,25. A propósito, por aquí en San Felipe, estado Yaracuy,
había un personaje con iguales características apodado El Turpial. De igual
modo, en la circunstancialidad del vivir resurge una especie de Lázaro moderno
que con su artimaña de mostrar una extremidad infectada, podrida en apariencia,
intentaba sensibilizar a los ingenuos y con ello captaba su beneficio
monetario. Pero tomemos un fragmento del relato que devela la travesura de ese
personaje descrita del siguiente modo: “En
un pequeño maletín de mano llevaba Merthiolate, un rollo de gasa, adhesivo, una
botella de salsa de tomate, mayonesa y mostaza para crear un amarillo degradé
del pus”. (Ibídem: 71). En este caso particular detallado con precisión, de
pronto nos asalta la irónica concurrencia que nos golpea en el cotidiano
transitar de nuestras experiencias. Al contrario, un paseo por la
cinematografía Mexicana nos devolverá la cara del tiempo centrado en el espejo
que refleja las miradas de un Pedro Infante, Jorge Negrete, María Félix y Mario
Moreno Cantinflas, los que aún se prolongan mediante sus cantos, humor, amor y
dramas representados en el escenario de la vida.
Por otro lado, cuenta la
experiencia gráfica del protagonista que parte de Grabados Nacionales, entre
planchas, fotomecánica, la diagramación y el producto final, aunque un instante
destella desde la infancia: “Entretanto,
en Grabados Nacionales, la rutina continuaba enriqueciendo mi conocimiento en
Artes Gráficas, afortunadamente me ayudó la experiencia que traía como
tipógrafo de mi primer trabajo realizado cuando tenía 12 años de edad”
(Ibídem: 51). Asimismo, la renovación de la esperanza, la sorpresa, el azar y
los efectos de un plástico (Carnet) le permiten un pasaporte para la vida, pues
su aventura en procura de estabilización laboral se concreta con un nuevo
empleo: “…y me enganché en el Ministerio
de Educación como office boy (…) me gustaba la denominación del cargo y los
175 bolos que iba a empezar a cobrar (…)
por recoger la correspondencia en el apartado de Carmelitas y llevar y traer
cosas entre los despachos” (Ibídem: 64). No sin olvidar sus otros
malabarismos existenciales (incursión en grupos musicales, en la T.V. blanco y
negro), sólo por conquistar un espacio en esa “Sucursal del cielo” hasta fusionar
su vida con esa Beatriz de carne y hueso.
En nuestro empeño de prolongar este recorrido
panorámico a través de las páginas del libro En la Circunvalación
No. 5 por 0,25, ahora, el siguiente decir marabino ocupa el escenario:
“Maracucho pendejo se muere chiquito”. En éste se refleja una suerte de
habilidad que amerita la sobrevivencia en la “Gran Caracas”, como también
recuerda la tradición del “Lazarillo”; pero tropicalizado, ya bien crecido y
caracterizando con la sagacidad del humor venezolano a este par de personajes,
“el quiropráctico Robinson Quintero y el Policía” que participan en esta
microhistoria. Por consiguiente, es característico en el relato la vitalidad,
plasticidad, gracia y fluidez, rasgos pertinentes que aguardan la maestría de
quien sabe deleitar con la palabra. Así que no pasaríamos de estas líneas sin
que dejemos una pequeña muestra de la intrepidez en un suceso de provinciano
como este:
“-Sr. Agente, yo soy maracucho, tengo cinco
días que llegué de mi tierra y aún no he conseguido nada, me estoy
muriendo de hambre, ¿voz me podéis llevar preso, tal vez allí, por lo menos
comeré por 72 horas?- y guardó silencio esperando
respuesta.
-¿Voz sois maracucho? –le interrogó el policía
de inmediato-, no te preocupéis hermano, yo también
soy de allá.
En
seguida lo hizo meterse a un restaurant cercano a la plaza y le recomendó comer
hasta el cansancio…
Dicho
y hecho así lo hizo Robinson quien enfundado en su elegante vestimenta pidió lo
suficiente hasta llenarse la panza,
con postre incluido. Justo cuando se disponía a pedir un pousse
café llegó el policía
maracucho…alegando que este era un peligroso delincuente que estaba siendo
solicitado desde hace tiempo. Entre
empujones y frases duras se lo llevó preso directo para la jefatura.
Como
a cuatro cuadras del sitio y ya cuando estaban suficientemente lejos le quitó
las esposas diciéndole:
-Mira
vos, paisano, no te aparezcáis más por estos lados y conseguite un empleo, que
hay bastante” (Ibídem: 50-51).
Impregnados por aquellas bocanadas del
recuerdo se transpira el momento que apenas se detiene en el tiempo y que todavía se fija en el lugar de los
bares, entre ellos: “…el bar Sol y sombra
era refugio de poetas y bohemios”, el bar Canaima en donde se multiplicaban
los sabores y su escanciador era Ricardo Carvajal, “el famoso Médico Asesino”; sus preparados costaban 10 bolívares” (…) Los
sabores eran de piña, parchita, coco,
durazno y otros” (Ibídem. 77). Y
otro bar destacado que reunía al talento vivo del llano, era el bar Crema. Allí
se congregaban Ángel Custodio Loyola, Adilia Castillo, José Romero y Eneas
Perdomo, entre otros. (Ibídem: 24-40).
Otros de los aspectos tocados En la
circunvalación No. 5 por 0,25 tienen que ver con la importancia de las
esquinas, calles y avenidas. Por ejemplo, la avenida San Martín fue escenario
fundamental de una vuelta ciclística, se trataba de la “llegada de la carrera Maracaibo-Caracas y de la Buenos Aires-Caracas”
(Ibídem: 17). La esquina de Santa Capilla está relacionada con un importante
músico: “Don Vicente Emilio Sojo, nuestro
ejemplar músico, llegaba puntual a la Escuela de Música que dirigía en la
esquina de Santa Capilla”. El lugar donde maniobra el personaje Pata
podrida quedaba en una esquina: “El
camerino que utilizaba para despojarse de su teatral vestimenta estaba en la
esquina ene la bar de Piñango”. (Ibídem: 71-73).
Rastreando las imágenes que se alojan en la
memoria del sabor, olor y color la dulcería,
golosinas y la refresquería están servidas en la mesa para excitar las
papilas gustativas disponiendo de un repertorio con sus respectivos valores,
nombrándose ocasionalmente los expendidos, así que éstos están dispersos por
todo el libro: “En la bodeguita del cerro
un pan de leche costaba Bs. 0,25”, “La
tableta de de chocolate Savoy Bs. 0,25”, “Las melcochas valían 2x Bs. 0,25”, “Los suspiros eran a locha”, “Gofios,
roscas dulces a 0,25”, “Ocho torontos
equivalían a 1bolívar” “La Green Spot tenía la boca grande y costaba 0,25”,
“…Chicha A1(…) 0,25” (Ibídem:14, 15,
16, 17, 20, 32, 89). No estaría de más el recuerdo de establecimientos de
alimentos, por ejemplo: “En el restaurant
El Parral una reina pepiada costaba 1 bolívar y el vendedor de huevos
sancochados los mostraba en un canasto, 0,25 cada uno”. Así tenemos que: “Ese hervido costaba 1,50 a las tres de la
madrugada en el restaurant de los Hermanos Álvarez” (Ibídem: 73-77). En
cuanto a las telas para el vestuario se extienden sobre las páginas el casimir,
drill, kaki y el lino. Presentes están la moda, el clima, talentos musicales e
intérpretes reconocidos como de resonancia mundial, Los Beatles.
En cuanto a las relaciones de los medios
con el ser, la radio como antecedente noticioso que inaugura estas crónicas
juega un rol importante. En su parrilla programática uno de sus contenidos,
entre tantos, tiene que ver con la radionovela El derecho de nacer. Y destaco sólo esto porque mi madre era asidua
radioescucha de la misma. Pero la coincidencia se extrema porque en mi infancia
conocí a un radiotécnico de nombre Daniel Orozco a quien la municipalidad
sanfelipeña le reconoció como personaje histórico, recientemente fallecido. En
su local vi por dentro ese radio que describe Leo Alfonso Villaparedes: “Los radios de tubo con filamentos y placas
de mica, tardaban en calentarse y tenían ojos mágicos…” (Ibídem: 12).
Una parada necesaria nos detiene en esta
visión general porque el ojo del narrador se va agudizando y fija su foco en la
infraestructura, destacándose la majestuosidad de la arquitectura de la ciudad:
“Allí empezaba la avenida Bolívar. Todo
este ámbito urbanístico de arquitectura moderna en un hermoso conjunto de
edificios de apartamentos con grandes balcones y amplios corredores de grandes
pilares, fue diseñado por Carlos Raúl Villanueva” (Ibídem: 17). No
obstante, es muy distintiva la lucha que entablaron los
médicos-investigadores-epidemiólogos contra la insalubridad (Mal de Chagas,
Paludismo, erradicación de mosquitos y los posibles agentes sanadores, vacunas,
DDT), entre ellos armaron su equipo: el Dr. Arnoldo Gabaldón, Jacinto Convit,
Francisco Torrealba y el yaracuyano Félix Pifano. Aparte de sus cualidades como
eminencias de las Ciencias de la Salud, en la historia, su presencia era
revestida de lo anecdótico que, por cierto, le da calor a lo contado. Refiramos
aunque sea una porción de esas dos anécdotas en torno al Dr. José Francisco
Torrealba: “Para cumplir con el mandato
se fue derechito a la tienda famosa Dovilla, de la época, y compró el traje
exigido como requisito. Con el traje en una bolsa de papel se apareció en la
puerta de la sala y fue la insistencia de su colega Pifano, quien lo convenció
de ponérselo para entrar a la fiesta” (Ibídem: 21).
En
estas páginas localizamos todavía algunos personajes singularísimos como El
chichero, personaje digno de la oralidad que aparece con la variante de la
picardía, pues ya no es la plancha dental sino las prendas robadas las que van
a parar en el fondo de la vasija de chicha. Notorio es El mago Henry que posee
poderes para la cura de la tristeza, tal vez con resonancia garcimarquiana. Los
instrumentos musicales se reunen en una sola humanidad porque funge de como
director El hombre Orquesta. Y un pequeño héroe venido de menos a más como su
tío Guillermo, que pasó de la hazaña de andar en una bicicleta de reparto hasta
hacerse campeón de velocidad en 1949. En fin, el concentrado entramado de
acontecimientos que se recoge En la Circunvalación N0. 5 por 0,25 es
tan considerable que dejamos hasta aquí esta brevísima mirada general, no sin
cerrar al sorprendernos una simulación del otro Gregorio Samsa, un hombre
pegado a un patín Winchester. Éste responde con una carga de irreverencia ante
el miedo infundido en su contra por el castigo divino y el ministro aquí en la
tierra, el inclemente cura, enterémonos del tamaño de la blasfemia:
“…allí estaba puntual el hombre recostado,
aguardando el milagro del Nazareno de San Pablo (…) Dizque un día renegó de
Dios en la propia iglesia de Santa Teresa por tener las piernas y el fundillo
pegados a un patín y luego de la blasfemia contra el creador, el cura que
alcanzó a oírlo le dijo indignado:
-Dios te va a castigar.
Y
el hombre recortado y que le contestó:
-Ay sí, gran vaina, me va a quitar el patín
y los guantes, no joda, qué miedo”. (Ibídem: 47).
Dejamos para el verdadero final de esta
gira general dos hechos paradójicos y contrastantes que señala este autor, uno,
en torno al venerado producto harina PAN, que cierto público nombra con gusto,
orgullo y enfáticamente “PAN PAN”: “…aún
no se conocía la harina PAN, se utilizaba masa de maíz pilado en molinillos
marca Corona” ; dos, el otro enterrado en el olvido recuerda que: “Más tarde se descubriría que ese invento de
la harina precocida era de Luis Caballero Mejías” (Ibídem: 49-93).
II
¡MÚSICA,
MAESTRO!
“En los lugares más insólitos
una rocola de a cinco por un bolívar permitía hacer combinaciones para alegrar el alma caraqueña”. (Ibídem: 30).
A través de estos viajes
temporo-espaciales percibimos una buena dosis musical “para alegrar el alma caraqueña”, entrelazándose al compás del
acontecer: compositores, intérpretes, canciones, letras, grupos, instrumentaciones
y aparatos sonoros, emitiendo esos sonidos que despiertan en la añoranza de ese
ayer girando en los rincones de una vieja rockola, cuando para esa época se
escuchaba la canción preferida por tan sólo un bolívar: “En los lugares más insólitos una rocola de a cinco por un bolívar
permitía hacer combinaciones para alegrar el alma caraqueña” (Ibídem: 30). Simultáneamente,
en el relato, el barómetro de esa época se ajustaba a la moneda de 0,25, era la
medida determinante que regía el patrón de valor cambiario en el curso de esa
historia; claro está que la afirmación tan sólo obedece a que en estos contares
es el signo de valor mayormente reiterado. ¡Vaya ironía, esa la del juego
maquiavélico del signo monetario en este período¡ ¡Qué distinto si fuese comparado hoy en su acelerada
picada en cuanto a poder adquisitivo se refiere! ¡Qué maravilla humana si fuera
la fuerza del el amor la que desencadenara una tormenta de corazones, para el
buen vivir de los hombres en este mundo que anochece!
Quién, a pesar de la tecnomúsica
posterior y fuera del perímetro de la “Gran Caracas”, no ha escuchado los temas
interpretados por la orquesta de Luis María Billo Frómeta, sobre todo en este
vulnerable diciembre. De ello da cuenta el autor de estas crónicas cuando rememora
aquella: “Caracas Vieja” en la voz de
Rafa Galindo y la “Vaca Vieja” con Cheo García (…) y, por otro lado, Felipe Pirela lloraba con “Mi Puerto
Cabello”. Sumados a este cóctel de sensaciones siguen fusionándose fragancias
en sus contares a estados del clima y estaciones, como a hechizos del color
manifiestos en la flora que descubre la visión y dimensión plástica que se le
imprime a lo referido: “Cualquier melodía
pegajosa junto a algún aroma en particular; un día lluvioso, un cielo claro y
hasta el florecimiento de los árboles en mayo, podrían convertirse en puntos de
referencias para la memoria”. (Ibídem: 30).
En otro orden de valores y notas
musicales que seducen hasta la atmósfera desde donde se narran los acontecimientos
limpiamente entrecruzados, se reseña un antecedente en el caso de Ray Pérez
emparentado también a esa búsqueda común compartida con el protagonista, como
es darse paso y alcanzar algunos logros que te permitan sobrevivir en una
ciudad distinta a tu terruño. A propósito de este recuento valdría la pena asomar
algo de la mitología griega que se conjuga con la fuerza, los efectos
encantatorios y el éxtasis que produjo Orfeo en los dioses del inframundo
cuando quería ver a su amada Eurídice. Y no dudamos en afirmar que también ese
poder encantatorio es el hilo que unifica, recorre y dinamiza toda la geografía
discursiva del libro En la circunvalación No.5 por 0,25.
De modo que la cercanía con el otro y sus circunstancias va configurando el quehacer
del autobiografiado y que, preferiblemente, consideramos escuchar desde su voz el
templado ritmo que le imprime a la prosa:
“No era yo solo el provinciano sorprendido de
Caracas, allí en la misma pensión estaba el oriental Ray Pérez, quien posteriormente sería el Rey de la Salsa
con su orquesta Los Dementes, este, recién llegado
de Anzoátegui hacía un trío con Enrique Atencio y Gonzalo Peña y se denominaba
Trío Ambay. Todos los días
ensayaban en un cuarto de la pensión, Mirtha Pérez daba sus primeros trinos con ellos”. (Ob.cit.: 37).
“…debo mencionar también al
maestro trompetista Marcos Martínez, músico de la Banda Municipal de Caracas, quien fuera mi vecino en el
mencionado sector. Con su hijo Medardo llegamos tiempo después a conformar un combo de mata tigres para unos
Carnavales; Lalo y su Combo tuvo una vida efímera
pero aún suenan las trompetas en mis recuerdos” (Ibídem: 85).
III
AVIVAR EL
RECUERDO ENTRE NOSOTROS
“…te
sorprenderás a la vez al creer que estás leyendo la obra aunque por un
instante, sin darte cuenta, estarías
leyéndote a ti mismo, es decir, despertando en tu experiencia olvidada”.
Cuando dispongas aventurarte en la
lectura del libro En la circunvalación No. 5 por 0,25 de Leo Alfonso
Villaparedes, descubrirás y transpirarás, distinguido lector, las fragancias de
la memoria con las que te vincularás para avivar el recuerdo entre nosotros. De
la misma forma, te sorprenderás al creer que estás leyendo la obra aunque por un
instante, sin darte cuenta, estarías leyéndote a ti mismo, es decir, despertando
en tu experiencia olvidada. ¿Por qué tal confesión, te preguntarás? Primero, en
verdad esa emoción creció en la librería del Sur, una vez que Radamés Laerte
Giménez, premiado también en el Concurso de Narrativa Salvador Garmendia 2014
con su novela corta Casa de pájaro, retoma La circunvalación No. 5 por
0.25 y comienza a leer y comentar muy gratamente. Allí, para ese
momento, estaban el fotógrafo y Coordinador de la Red de Arte, Ramón Caracas,
la joven que atiende la librería, Oriana Guillory y un tal Yony Osorio; luego
Jairo Brijaldo organizó y dispuso la mesa para la presentación del libro. En
segundo lugar, con mucha pena confieso que cuando decidimos abordar nuestra
apreciación y manifiesto entusiasmo por esta obra en el Museo “Carmelo
Fernández” de San Felipe, estado Yaracuy, terminamos aterrizando en el lodo de nuestros
recuerdos.
Ciertamente, En la circunvalación No. 5 por 0,25 la disposición de los temas,
acontecimientos, sorpresivas circunstancias, precisión y la fascinante manera
de armar tiempos dispares en donde gravita el ser, activa en los lectores los mecanismos
contra el olvidado. Ilustremos una particular experiencia lectora tomando como
referencia el capítulo “Ludopatía hípica”. En éste se encuentra el lector
instalado en los costados del Hipódromo entre relinchos, carreras de caballos (5
y 6), jinetes, entrenadores, dueños de haras, intermediario, jugadores, los Formularios, la Gaceta Hípica y La Fusta, que
recogen las estadísticas del quehacer
en el hipismo. Estos elementos relacionados en el discurso nos remiten al
ludópata, la adolescencia y al padre. No obstante, ese padre masajeado por la
seducción publicitaria desde la caja que exacerba aún más la obsesión y fábrica
de ilusiones, todos los sábados mandaba al desprevenido hijo a comprar un
formulario con el firme propósito de sellar la suerte, si acaso el azar
favorecía, las menguadas finanzas de la familia. He allí una de las conexiones
que se establecen donde convergen las experiencias lectoras y vivenciales del
otro con los otros. Pero dejemos que fluya ese sabor, saber, gracia, humor e
ironía de la prosa que nos entrega este escritor en torno a este pasatiempo. El
que deleitó/deleita e infundió vanas esperanzas como descontentos, guiños, aparente
comodidad, facilismo, “cábalas”, “mentiras”, y la relación que aguarda este
hecho con el protagonista en su experiencia gráfica en el proceso del diseño y
producción de la guía (la Gaceta Hípica,
La Fusta), que contenía el A B C del
5 y 6, en tanto, compartamos algunos fragmentos seleccionados:
“La Gaceta y La Fusta costaban
un bolívar cada una (…) Un bolívar el formulario y cuatro la sellada (…) apostar a los caballos tenía el
doble juego de la ilusión y el desengaño en el jugador… Y en el azar nunca se sabe, cualquier día se
le podía salir una rueda a la carreta y allí estaba uno muerto e’ la risa alimentando ilusiones.
Pegar un 5 y 6 era un sueño anhelado, un carro, una casa, la escuela de los muchachos. Hubo muchos que creyéndose
ganadores de una pelota e’ rial, botaron la casa por la ventana la misma noche después de las carreras y cuando
fueron a cobrar al siguiente día salieron
trasquilados. Algunos esperaban el revoltillo o las caraotas fritas en la casa
con la radio encendida por la información antes de que el
sellado cerrara la máquina…(…) es que alrededor del mencionado juego se confabularon las más increíbles logias de
vivos que se aprovecharon de la ilusión
(…) Inexplicablemente, cuando ganaba un burro sucedían esos hechos insólitos,
aparecían cuadros acertados y nunca se dijo
–aunque era un secreto a voces- que el escrutinio era manipulable y había banqueros que
supuestamente tenían su caja chica en el mencionado juego”. (Ibídem: 53- 54).
Sobreviene alterno a este otro contexto
la presencia de Florentino y el Diablo de Alberto Arvelo Torrealba y El Carrao
de Palmarito, Juan de los Santos Contreras, circunscrito a las vivencias del
protagonista. De igual forma, y va la segunda y singular experiencia, un padre
rígido y trabajador del campo le llamaba la atención ese canto recio del llano.
Y una vez más el agotado jefe de familia al tomar su reposo en su hogar
ordenaba al hijo colocar el acetato en un viejo aparato, para que la voz
inmensa inundara y así comenzara el contrapunteo retumbando en las paredes al conjugase
en el canto el sentido del bien y el mal. No estaría demás transcribir esta
estrofa de la “Porfía”, como un homenaje a ese padre ausente que como Juan de
los Santos Contreras, usaba liquiliqui y sombrero Bolsalino pelo ‘e guama:
“Florentino está
silbando
sones de añeja bravura
y su diestra echa a volar
ansias que pisa la zurda,
cuando el indio pico de oro
con su canto lo saluda”.
(“La
Porfía”, en Antología poética, 2004:143).
IV
UN PERFUME DE
MUJER CRUZA LA TEXTURA DE ESTAS CRÓNICAS
“…pero pienso que el objetivo
primario de encontrar a aquella mujer mencionada al principio jugó un papel importante”. (Ibídem: 62-63).
Los rastros y el
rostro de Cupido. Primeros flechazos
Dentro de la aromática de la memoria en que
se inscriben estas crónicas no pasaba desapercibido el papel de Cupido tejiendo
laboriosamente su invisible red de seda para el amor. Y es porque un perfume de
mujer cruzaba la textura de estas crónicas. Desde luego, vale acentuar que en
la hechura de este libro prima también un acto amoroso deslizándose entre las páginas,
en virtud del afecto con el que nos atrapa la lectura. Pero si nos damos cuenta,
Eros sigilosamente también va a revisitar y a ocupar las calles y esquinas de
Caracas acompañando con su emanación a aquel héroe emprendiendo su viaje hacia la
búsqueda de las quimeras: “Cualquier
pretexto era bueno para venir a ella. Era bueno hasta para seguirle la pista a
una mujer que pasó ante sus ojos allá en el pueblo” (Ob. Cit.: 25).
La estela de
Cupido. Inocentes tanteos
La
aparición del amor, por ende de la mujer, pero de una mujer que pareciera ser el
hilo o guía inspiradora, no faltaba más al protagonista en el curso de las
peripecias que tienen lugar en el mundo re-creado. Pero veamos cómo es que se
va manifestando el poder de Eros –Cupido- y éste dejando su estela aromática
presumiendo “inocentes” tentaciones que inicialmente se convierten en sondeos,
para de esa manera ir creando la elevada atmósfera entre dos sujetos tejiéndose
en el lenguaje como historia particular dentro de la historia general: “Entre una y otra escaramuza con Cupido, que
lanzaba flechazos dispersos pero no lograba enganchar nada, alguno que otro
aleteo y eran sólo sardinas pero ella estaba aguardándome y más tarde que
temprano la hallaría y para esto es preciso encontrar otro trabajo”.
(Ibídem: 63).
Cupido y sus
efectos secundarios
Los efectos secundarios de Cupido se
avienen a través de la música, y es mediante una serenata con la que se abre
camino y ambienta el espacio para luego avanzar hacia un acercamiento más
concreto a esa aspiración del sujeto amoroso. Sujeto amoroso al que se le viene
siguiendo el rastro y que en un momento determinado pasó como un celaje ante
los ojos de aquel hechizado corazón. Aún las irradiaciones de ese lenguaje
secreto que se va edificando subyacen en la memoria. Así que se viene sumando a
esa sintaxis amorosa los efectos, impactos y acciones para concentrarse: en una
mirada lejana, el flechazo, apenas un aleteo, el interés, la búsqueda y un
encuentro a medias.
“Una serenata me llevó una
madrugada hasta la segunda calle La Tropical en Los Robles de Manicomio, a dos cuadras de la avenida
Sucre. Allí vivía la mujer de la que hablo al principio de esta crónica”. Para variar, ella era de Caracas y su
diferencia era notable allá en mi pueblo, algo me impulsó a fijarla en mi mente, me gustó, fue breve su
pasada por La Victoria pero había dejado su huella
indeleble en mi alma” (Ibídem: 81).
Cupido
encarnado, aferrado al encuentro
Ahora cuando Cupido encuentra al sujeto
flechado, herido y en estado de espera, no le queda más que aferrarse antes de
que se pierda ese aroma. Impulso que lo llevó a la búsqueda, hacia ese
encuentro con lo otro definido en el contexto de un lenguaje sutil, sintético y
secreto, suscitándose entre los amantes bajo un código llamado “las figuras del amor” y “Los
niveles amorosos”. En tal sentido, valdría la pena corroborar la
presencia del lenguaje de los amantes apelando a dos autores: el escritor y
ensayista venezolano Juan Carlos Santaella y el filósofo y ensayista español
José Antonio Marina.
Por su
parte, de lo expresado en el ensayo de Juan Carlos Santaella podemos relacionar
algunos términos que se encuentran también en el filósofo cuando ambos abordan
este fenómeno: “el laberinto sentimental” que denota y connota el amor.
“Todo
enamorado dispone de un discurso decisivamente amoroso. Podríamos perfectamente
decir que el amor engendra, en toda su desmesura, una cantidad de códigos de
los que se sirve y es servido a través de todo un recorrido imaginario donde
circulan y tropiezan figuras que, lentamente, van armando el gran inventario de
solicitudes, esperas, citas y ausencias que constituyen el domino secreto del
amor. (…) Entre todos los discursos humanos, el del amor parece ser el único
que se mantiene dentro de un marco absoluto de sencillez (…). ¿Qué otro sentido
pueden tener ciertas figuras como los celos, la ausencia, la angustia, la
espera y el yo te amo si su carácter depende completamente de un designio
interminable? El enamorado habla por bocanadas de frases, reducidas muchas
veces a breves palabras que sólo tienen la intención de afirmar un estado de
ánimo muy peculiar” (Santaella, J., 1983; p-p.197-199-201-202).
En
José Antonio Marina se observa que los sentimientos, por un lado: “Son
frutos de la memoria, de la realidad y de la anticipación. Están influidos por
los recuerdos y a su vez organizan la memoria. (Laberinto sentimental, 1996: 204). Y con respecto a “Los niveles
amorosos”, propone que:
“Cada uno de los niveles
amorosos que he señalado-el deseo, el dolor de ausencia, el gozo en la posesión, la afirmación de la
experiencia ajena y la necesidad de su felicidad- pueden llamarse, sin duda, amor, sabiendo que sólo el nivel
último, que integra a los demás alcanza la totalidad de la experiencia” (Marina, J., p. 188).
En
fin, como señalábamos al comienzo de estas líneas, el conjunto de ocurrencias y
circunstancias como esta historia particular, son posibles debido a que ese ser
que narra también recuerda desde lo amoroso. Tomemos en consideración, primero,
el texto final donde toda una jornada amorosa termina sintetizándose en un
monosílabo, un adverbio de afirmación que se espera con ansiedad: “Sí”. Pero si
leemos este fragmento con atención notaremos palmariamente su relación con algunos
de los códigos que señalaron los estudiosos mencionados anteriormente. En
ellos: solicitudes, esperas, citas, la afirmación, el deseo, la duda, el gozo,
el yo te amo.
“La vida me seguía deslumbrando
con mujeres hermosas…tenía varios frentes prendidos en candela pero sólo uno me amarraba…La maestra de
escuela que vivía en Los Robles allá en Manicomio casi me dijo que sí y se convirtió en sí definitivo tiempo después
de tanta insistencia. La aceptación me volvió
asiduo, la barriada se fue haciendo cómplice de mis querencias y me fue
envolviendo en su atmósfera.
Por supuesto que tal decisión parecía descabellada para la novia, por cuanto yo
no tenía dónde caerme muerto, sólo
tenía la etiqueta de office boy y 322
bolívares de sueldo” (Ibídem: 95)
Finalmente, decidimos dejar de pasear En la
circunvalación No. 5 por 0,25, agradeciendo al autor de esta obra
por el disfrute provocado en virtud de los aciertos en la configuración de ese
entramado vigoroso y amoroso. Por comportarse su escritura como un disparador
del recuerdo: un cóctel de la memoria, mezclan vibrante de aquellos
instantes del vivir recobrados por el
hombre durante su paso por el tiempo. Aquí, en sus crónicas se revive la
unificación de sensaciones múltiples donde cabe la posibilidad de vigorizar lo
transitado. Donde se conjugan: el humor y la fina ironía, la vitalidad,
plasticidad, gracia, sabor, saber y fluidez de acontecimientos limpiamente
entrecruzando las fragancias de la memoria con las que los lectores se
vincularán para intensificar el recuerdo entre nosotros; rasgos pertinentes que
aguardan la maestría de quien sabe deleitar con la palabra. Así que celebro este
trago verbal contra el olvido y comparto su hallazgo de esa Beatriz-María en
“La Sucursal del Cielo”, reconstruida a través del hilo de plata de la
escritura bajo el encantamiento del dios Eros, sin embargo: “Lo cierto es que esa Caracas existió y
María aún está casada conmigo…” (Leo Alfonso Villaparedes: 97).
Referencias Bibliográficas:
Marina, J. (1996). “Jornada sexta: Crítica del mundo afectivo” y “Jornada quinta: un laberinto dentro del laberinto. El amor”. En: Laberinto sentimental. Barcelona-España: Anagrama pp. 188-204.
Santaella, J. (1983). Reescrituras. Caracas-Venezuela:
Academia Nacional de la Historia. El libro menor. pp. 197, 199, 201, 202.
Torrealba, A. (2004). Antología poética. Caracas-Venezuela: Monte Ávila
Editores. p. 143.
Villaparedes, L. (2016). En la circunvalación No. 5 por 0,25. Caracas, Venezuela: Alcaldía de Caracas, Fondo Editorial Fundarte.
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