domingo, 25 de noviembre de 2018

Poemas de Ricardo Vargas García


Pintura de Carol Ann

Un hombre está colgado
en el umbral de mi puerta;
otro cuelga del quicio de la ventana,
un tercero del borde del espejo
y otro más
cuelga del poste del alumbrado.
En los ojos abiertos del primero,
se mira la imagen de un niño aterrado,
el segundo parece cantar,
pero de su boca
solo emana un vaho gélido, desamparado;
En el pecho del tercero
se escucha el rumor de un mecanismo descompuesto,
y de las manos del último, cuelga mi voluntad

fragmentada, resignada.
Todo el que me visita
pregunta sobre sus causas,
Pretende interrogarme acerca
de sus vacíos,
sus ausencias;
y yo como respuesta
le pregunto a su vez
En cual de ellos debo hallarme
En cual de ellos
Se escucha el eco de mi nombre
o el ruido sordo de mis paso.

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¿Me has visto últimamente?
¿Has visto como puedo permanecer
por horas
colgando de una nube,
con un ojo abierto
y el otro escondido en un bolsillo?
¿Te das cuenta que como menos
y hablo más,
y al final he terminado vacío
y delgado como una libélula?
¿Has visto como vago por las calles ,
sin luz, arrastrando un saco de
luciérnagas muertas?
¡Ya no me mires!
¿No te das cuenta que todo es para
distraerte
hacer que busques el reverso de
mi sombra ,
mientras yo escapo de mi mismo?


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Cantan los perros,
pero el día se llueve y se aniquila;
Los pájaros aúllan
y se convierten en estrellas negras
que se lanzan, suicidas,
contra el muro del cielo,
para no ver ya más la tristeza
del mundo,
la tiniebla del mundo,
el agujero, ahogado, del mundo.

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El síntoma de la existencia
es el vértigo...
Sólo el vértigo es real,
lo demás... ¡Oscuridad, incertidumbre!
Vivir, ¡ Es habitar una caverna!


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De mí hacia adentro
¡Lo que hay es golpe!
Yo soy el órgano que late,
la angustia es la función,
La poesía,
¡Es el síntoma del órgano enfermo!


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Un día de estos me verán
volando
sobre la ciudad,
cantando a garganta partida
liberado de cualquier vergüenza
o duda
o resentimiento.
Será un día como cualquier otro,
solo que habrá eclipse
y me veré como una antorcha,
una luciérnaga gigantesca
a pleno mediodía.
Los que me vean
flotando como el incendio
de un gran pájaro,
dirán de mí,
sin dudarlo,
que llevaba el fuego adentro,
que ellos estuvieron a punto
de quedarse ciegos,
mirando la tragedia de mi vuelo.

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Mi alma,
tiene un dulce aroma
de flores muertas,
y dentro
se escuchan ladridos feroces;
¡Mi alma es una casa en penumbras!

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El pájaro de la tristeza
está escarbando en mi pecho.
Pica mi corazón
y bebe mi sangre;
canta su tristeza y la mía...
Se ahoga, enmudece
y se queda dormido...
muerto de frío y silencio.

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