Galo Guerrero-Jiménez
Si el mundo de la tecnología ha revolucionado al planeta con su llamada
inteligencia artificial y, ante todo, con el mundo de las imágenes
virtualizadas, con lo cual la realidad, es decir, el mundo de las cosas, que se
está convirtiendo en el mundo de las no-cosas, ha logrado, a más de una revolución tecnológica, una reflexión
ontológica, como dice Emilio Lledó (2022), dado que, la idealidad, las
visiones, las perspectivas y los horizontes de posibilidades para hacernos
actuar fenomenológicamente y ver en la
pantalla, la idea de las cosas, su forma, su esencia, más bien dicho, una idea
de las cosas y hechos que no podemos tocarlos, ni verlos en la realidad porque
no están cerca de nosotros; en cambio, desde una adecuada ontología del ser, sí
es posible acercarnos, al menos en imágenes, a esa realidad que los ojos y el
cerebro, es decir, con nuestra condición
humana, poder disfrutar de esa circunstancia tecnológico-ontológico-visual.
Sin embargo, desde esta misma posición ontológica, las imágenes arrancadas a la luz de la realidad, de la pasiva e inocente realidad, pierden su inocencia, su simplicidad, para decirnos que no hay ‘naturalezas muertas’, y que la mirada que en ellas se posa las ilumina y las contagia de esa luz íntima, con la que la sensibilidad y la creatividad humana transforma las cosas y recrea el mundo” (Lledó, 2022, p. 61) desde su más genuina condición realista-ecológico-contextual.