Lobsang
Castañeda
En
buena medida el ensayo es un arte combinatoria, una forma
compleja
de escritura que aglutina y ordena elementos de procedencia distinta,
materiales que, de entrada, no parecen guardar
relación entre sí
pero que terminan volviéndose afines debido a
la pericia con la que
el ensayista, esa especie de prosista todoterreno, encara su tema u
objeto de estudio. La posibilidad de fraguar
combinaciones
efectivas, capaces no sólo de reforzar lo dicho sino
de abrir
nuevas perspectivas de análisis e interpretación, depende
esencialmente de dos cosas: primero, del nivel de curiosidad
desplegado por el propio ensayista y, segundo, de la disponibilidad
de los materiales susceptibles de ser combinados. La curiosidad es
el deseo de averiguar lo que a uno no le concierne y, en ese
sentido,
una “cualidad” enteramente particular. Los límites y
alcances de la
curiosidad se corresponden siempre con los límites y
alcances de
la personalidad que la acoge, nutre y despliega. La
disponibilidad
de los materiales, en cambio, se relaciona de manera
directa con las
circunstancias que configuran la realidad, de
límites variables, en
la que con osadía se desenvuelven los
curiosos. Montaigne, se ha
dicho hasta el cansancio, trabajaba con
los materiales que su propia
subjetividad le concedía pero también
con las