Rodolfo Castro
El texto escrito yace inerte e
inexpresivo ante nuestros ojos. No hay nada vivo allí, sólo rasgos apagados, un
intento por existir, un libro, las paredes de arcilla de una olla vacía. El
texto escrito es un recipiente. Eso que no es el libro es la lectura. Leer es
caer al vacío, ingresar en ese espacio por propia voluntad y en ese acto
otorgarle al libro su esencia, su razón de existir: ser leído, ser un sitio
habitable.
Si la lectura en cualquiera de
sus formas es un ente intangible, la lectura en voz alta demanda un acto de
creación: una ilusión sonora que pueda ser vista.