Gustavo
Pereira
El goce
que un buen poema despierta en el lector de poesía casi nunca puede ser
expresado por este en palabras, pues,
para emplear una expresión de Eliot (en función de la poesía, función de la
crítica ) se tiende a creer que existe una esencia única de la poesía,
susceptible de formulación.
Y nada
más alejado de ello.
Dado que
la poesía nunca es la misma – aun siéndolo – puesto que bebe de la vida tanto
como de la imaginación y en última instancia viene a ser, sobre todo, lenguaje
(“ lo opuesto a un instrumento de precisión” según Valéry ) el universo de sus
significaciones cambia y se transforma en un proceso interminable que no
siempre reivindicó ni reivindica su verdadera esencia.
Al
emplear un material como el lenguaje, nacido para representar y comunicar por
medio de palabras que a su vez simbolizan valores, la poesía se mueve, bajo sus
propias leyes, en territorio movedizo. Como sabemos, este material (el verbo),
este logos, esta sustancia constitutiva, siendo la más común resulta volátil e
impalpable. Por ello los poetas en la escritura de un texto poético se ven
precisados a transformar la expresión cotidiana, descriptiva, lógica, racional,
en expresión afectiva, emotiva, sentimental (aunque no siempre fue ni es así y
aunque, a la postre, la razón dicte siempre, incluso quebrantando sus
principios).