Antonio Rubio
1.-Poesía en la casa:
nanas
La
casa en donde nací estaba en una calle empedrada con cantos, y en
los cantos resbalaban las mulas, rechinaban sus herraduras y saltaban
chispas como de la piedra de los afiladores. La casa estaba en un
pueblo que tenía un río, y el río tenía un puente medieval con
once ojos. Y en cada ojo anidaba un sinfín de vencejos. Cada uno de
los extremos del puente pertenecía a una provincia distinta. Se
podía viajar de Toledo a Cáceres en un santiamén. Del nombre de la
calle en donde la casa estaba, me he olvidado porque trae a la
memoria el recuerdo de una guerra.
La
casa tenía dos pisos. El de arriba se llamaba troje (en otros sitios
le dicen altillo o doblado), y era el lugar donde se guardaban las
conservas, la matanza, las figuras del belén, los trastos,
cachivaches y achiperres, lo perdido, lo invisible, lo inasible, la
zozobra. En la troje habitaba el miedo. Entre una permanente
semioscuridad y un chorro débil de luz mortecina que penetraba por
el tragaluz... vivía el miedo. Aquel chorro luminoso estaba lleno de
partículas de polvo, miles de partículas de polvo que se
desplazaban como minúsculos planetas.