domingo, 19 de noviembre de 2023

Para celebrar a Cantaclaro el hijo del viento de Carmen Delia Bencomo

José Gregorio González Márquez 




La escritura de Carmen Delia Bencomo fluye por diversas vertientes. Todas cargadas de poesía aun sus obras narrativas y de teatro. El trabajo literario – en su mayoría dedicado a los niños – de esta escritora tovareña puede inscribirse en un entorno filial. Está dedicado a los más pequeños. Pensado y elaborado para llegar hasta los corazones que felices comienzan a transitar la existencia.

Poesía, cuento, novela y teatro son géneros que Carmen Delia Bencomo considera suyos. Su capacidad para desenvolverse en cada uno de ellos con naturalidad y propiedad le conceden el mérito de escritora. En sus textos se desmadeja la palabra para imbricar mundos donde la imaginación permanece meciéndose entre los hilos de la escritura. Sencilla, clara, diáfana, la palabra de Bencomo seduce los momentos de ocio y atrapa al pequeño lector mientras desata un sinnúmero de pasiones que le mantienen atado a la lectura de sus libros.

Para Carmen Delia Bencomo Barrios, el lector es un ser cercano y privilegiado. Lo ve como hijo, un miembro de su familia pues cuando le escribe busca llegar hasta los confines remotos de su existencia. No es a un lector abstracto a quien dirige sus obras sino a un pequeño que está a su lado; que convive en su mundo imaginario; que disfruta de sus poemas y sus cuentos mientras viaja por universos utópicos donde la felicidad está anidada en la palabra.

Los escritores habitan diferentes espacios. Tienen visiones diferentes de la vida al común de las personas. Viven imbuidos en orbes donde crean pensamiento, ficcionan lugares y tiempos, pero además aderezan la memoria histórica de la humanidad con textos cuya raigambre se sumerge en los predios de la imaginación. Desde allí, permea la creación  al mundo mortal, el de hombres y mujeres que disfrutan comunicando la palabra, descifrando la escritura. Carmen Delia Bencomo es  artífice innata de la grafía. Una creadora amorosa de imágenes con las que saluda a los niños y los envuelve en la suave bruma de la palabra.

 

Celebrar un libro constituye un acto de fe. La presencia del lenguaje desde la grafía nos convoca siempre al gozo y placer. Leer entonces se convierte en una necesidad perentoria que jamás dejaremos pues a cada paso siempre nos atrapará un texto. Celebramos a Cantaclaro el hijo del viento; el hijo de  Bencomo Barrios y que en esta oportunidad edita el Fondo Editorial Carmen Delia Bencomo adscrito a Instituto Autónomo de Servicios de Bibliotecas e Información del Estado Bolivariano de Mérida – IBIME.

Cantaclaro el hijo del viento fue publicado inicialmente por Caracas, Rotary Club de Petare. Tipografía Principios, 1997. Pero además ha aparecido en algunas antologías como Leer a la orilla del cielo cuya compilación la realizó la extraordinaria escritora venezolana Laura antillano. El cuento puede encontrarse además en diferentes páginas en la web.

El libro que se presenta tiene las características de un libro álbum conocido también como álbum ilustrado. Las imágenes llenan  las páginas, dialogan con los textos; le insuflan armonía y belleza que complementan las palabras hermosas de Carmen Delia. El trabajo realizado por Ludwianna Piñero Pereira, ilustradora genial, concreta en el libro la unión del lenguaje textual y el lenguaje visual.

Cantaclaro el hijo del viento se constituye en una narración concebida para mostrar el ilimitado mundo de la imaginación. Carmen Delia Bencomo recrea una historia usando la humanización como recurso fundamental para contar las emociones, los deseos y las incertidumbres de algunos elementos naturales. El amor a la tierra, los beneficios que brinda la naturaleza y la necesidad de convivir con esos elementos se diluyen en la obra con un gesto claramente pedagógico. Sin embargo, no se percibe como una lección para educar a los niños y niñas en valores.

El poeta yaracuyano David Figueroa Figueroa en el trabajo intitulado La palabra y el niño en Carmen Delia Bencomo al referirse al cuento apunta: vemos que el viento se transforma en un Dios y crea un pájaro que tiene la facultad de cantar como ninguno, en él se conjugan muchos elementos de la naturaleza, no falta aquí la brisa, la fuente, el agua, la luna, también se unen al acompañamiento la lluvia y el sol. Todos ellos de una forma u otra, hacen de la solidaridad un lazo único e indisoluble, es como si estos personajes hubieran leído al camarada – poeta Orlando Araujo: “Un amigo es el espejo donde tú eres él; no apagues esa luz y no falles en cualquier oscuridad”. El pájaro se hace un juglar inimitable, casi toda la población o mejor decir toda se llenaron de melodía con la voz de aquel amigo cantor. De forma precisa, Figueroa Figueroa expresa la actitud de los personajes y sus visiones fundamentales de lo que representa la naturaleza y sus relaciones con los seres humanos.

También sostiene este autor que: El viento demostró que no era un ser ajeno a los demás y el canoro dejó constancia de que el agradecimiento no está perdido, que el aislamiento solamente conduce a la soledad del alma y de la carne. Yo diría que el cuento bien debería estar en todas las escuelas del país, una lectura sugerida para niños y adultos. Los recursos literarios que se encuentran en él, configuran una escritura excelente: “El sol recogió su llanto y lo convirtió en arcoíris”, “Canta con la frescura del agua”, “Tienes la magia de la luna”, “Frescas y suaves como la brisa”, “Le acompañó hasta el corazón del bosque”, “Los otros pájaros y el pueblo entero conocieron del triunfo de Cantaclaro”, “Detenidamente lo miró con sus ojos de agua limpia”

Imagen y palabra; cuento que llena de certidumbres a los lectores. Final de fábula con moraleja incluida. Amor a la naturaleza como propósito a observar para cuidarla y amarla. En definitiva una narración para ser disfrutadas por niños y adultos como lo sostiene David Figueroa Figueroa,

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