José Gregorio González Márquez
La
escritura de Carmen Delia Bencomo fluye por diversas vertientes. Todas cargadas
de poesía aun sus obras narrativas y de teatro. El trabajo literario – en su
mayoría dedicado a los niños – de esta escritora tovareña puede inscribirse en
un entorno filial. Está dedicado a los más pequeños. Pensado y elaborado para
llegar hasta los corazones que felices comienzan a transitar la existencia.
Poesía,
cuento, novela y teatro son géneros que Carmen Delia Bencomo considera suyos.
Su capacidad para desenvolverse en cada uno de ellos con naturalidad y
propiedad le conceden el mérito de escritora. En sus textos se desmadeja la
palabra para imbricar mundos donde la imaginación permanece meciéndose entre
los hilos de la escritura. Sencilla, clara, diáfana, la palabra de Bencomo seduce
los momentos de ocio y atrapa al pequeño lector mientras desata un sinnúmero de
pasiones que le mantienen atado a la lectura de sus libros.
Para Carmen Delia Bencomo Barrios, el lector es un ser cercano y privilegiado. Lo ve como hijo, un miembro de su familia pues cuando le escribe busca llegar hasta los confines remotos de su existencia. No es a un lector abstracto a quien dirige sus obras sino a un pequeño que está a su lado; que convive en su mundo imaginario; que disfruta de sus poemas y sus cuentos mientras viaja por universos utópicos donde la felicidad está anidada en la palabra.
Los
escritores habitan diferentes espacios. Tienen visiones diferentes de la vida
al común de las personas. Viven imbuidos en orbes donde crean pensamiento,
ficcionan lugares y tiempos, pero además aderezan la memoria histórica de la
humanidad con textos cuya raigambre se sumerge en los predios de la
imaginación. Desde allí, permea la creación
al mundo mortal, el de hombres y mujeres que disfrutan comunicando la
palabra, descifrando la escritura. Carmen Delia Bencomo es artífice innata de la grafía. Una creadora amorosa
de imágenes con las que saluda a los niños y los envuelve en la suave bruma de
la palabra.
Celebrar
un libro constituye un acto de fe. La presencia del lenguaje desde la grafía
nos convoca siempre al gozo y placer. Leer entonces se convierte en una
necesidad perentoria que jamás dejaremos pues a cada paso siempre nos atrapará
un texto. Celebramos a Cantaclaro el hijo del viento; el hijo de Bencomo Barrios y que en esta oportunidad
edita el Fondo Editorial Carmen Delia Bencomo adscrito a Instituto Autónomo de
Servicios de Bibliotecas e Información del Estado Bolivariano de Mérida – IBIME.
Cantaclaro
el hijo del viento fue publicado inicialmente por Caracas, Rotary Club de
Petare. Tipografía Principios, 1997. Pero además ha aparecido en algunas
antologías como Leer a la orilla del cielo cuya compilación la realizó la
extraordinaria escritora venezolana Laura antillano. El cuento puede
encontrarse además en diferentes páginas en la web.
El
libro que se presenta tiene las características de un libro álbum conocido
también como álbum ilustrado. Las imágenes llenan las páginas, dialogan con los textos; le
insuflan armonía y belleza que complementan las palabras hermosas de Carmen
Delia. El trabajo realizado por Ludwianna Piñero Pereira, ilustradora genial,
concreta en el libro la unión del lenguaje textual y el lenguaje visual.
Cantaclaro
el hijo del viento se constituye en una narración concebida para mostrar el
ilimitado mundo de la imaginación. Carmen Delia Bencomo recrea una historia
usando la humanización como recurso fundamental para contar las emociones, los
deseos y las incertidumbres de algunos elementos naturales. El amor a la
tierra, los beneficios que brinda la naturaleza y la necesidad de convivir con
esos elementos se diluyen en la obra con un gesto claramente pedagógico. Sin
embargo, no se percibe como una lección para educar a los niños y niñas en
valores.
El
poeta yaracuyano David Figueroa Figueroa
en el trabajo intitulado La palabra y el
niño en Carmen Delia Bencomo al referirse al cuento apunta: vemos que el viento se transforma en un Dios
y crea un pájaro que tiene la facultad de cantar como ninguno, en él se
conjugan muchos elementos de la naturaleza, no falta aquí la brisa, la fuente,
el agua, la luna, también se unen al acompañamiento la lluvia y el sol. Todos
ellos de una forma u otra, hacen de la solidaridad un lazo único e indisoluble,
es como si estos personajes hubieran leído al camarada – poeta Orlando Araujo:
“Un amigo es el espejo donde tú eres él; no apagues esa luz y no falles en
cualquier oscuridad”. El pájaro se hace un juglar inimitable, casi toda la
población o mejor decir toda se llenaron de melodía con la voz de aquel amigo
cantor. De forma precisa, Figueroa Figueroa expresa la actitud de los
personajes y sus visiones fundamentales de lo que representa la naturaleza y
sus relaciones con los seres humanos.
También
sostiene este autor que: El viento
demostró que no era un ser ajeno a los demás y el canoro dejó constancia de que
el agradecimiento no está perdido, que el aislamiento solamente conduce a la
soledad del alma y de la carne. Yo diría que el cuento bien debería estar en
todas las escuelas del país, una lectura sugerida para niños y adultos. Los
recursos literarios que se encuentran en él, configuran una escritura
excelente: “El sol recogió su llanto y lo convirtió en arcoíris”, “Canta con la
frescura del agua”, “Tienes la magia de la luna”, “Frescas y suaves como la
brisa”, “Le acompañó hasta el corazón del bosque”, “Los otros pájaros y el pueblo
entero conocieron del triunfo de Cantaclaro”, “Detenidamente lo miró con sus
ojos de agua limpia”
Imagen
y palabra; cuento que llena de certidumbres a los lectores. Final de fábula con
moraleja incluida. Amor a la naturaleza como propósito a observar para cuidarla
y amarla. En definitiva una narración para ser disfrutadas por niños y adultos
como lo sostiene David Figueroa Figueroa,
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