Mario
Méndez
Argentina
Buenas
tardes a todos y todas. Antes que nada, quisiera agradecer esta invitación a la
Feria del libro de Caracas, Venezuela: no conocía este bello país y es una
enorme alegría estar compartiendo con ustedes el encuentro.
Aprovecharé
la oportunidad que me da esta charla para ofrecer al público, mayormente
venezolano, sin duda, un panorama de la literatura infantil y juvenil que
circula en Argentina, con un particular recorte. El recorte propuesto es el de
la historia reciente, o relativamente reciente, puesto que los años pasan y seguramente
a los lectores jóvenes puede parecerles historia algo antigua, esta de cuarenta
y pocos años atrás.
Como ustedes saben, en nuestro país, entre 1976 y 1983 padecimos una cruenta dictadura que se hizo tristemente famosa en el mundo porque produjo, entre otras consecuencias nefastas, los 30.000 desaparecidos que son una marca del horror, además de un desastre económico del que todavía padecemos las consecuencias y una guerra delirante, en descomunal inferioridad de condiciones nada menos que contra una potencia nuclear, como
lo era Inglaterra. Asimismo, esta dictadura y la guerra provocaron reacciones políticas loables, algunas de ellas famosas en el mundo, como la gesta heroica de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo o el trabajo incansable, en las tantas organizaciones de derechos humanos, de gente como Adolfo Pérez Esquivel, que obtuvo por su labor un Premio Nobel de la Paz. Además de las respuestas políticas y sociales, se produjeron muchísimas respuestas artísticas y culturales. Tanto en nuestra música, como en la pintura, el cine y, por supuesto, la literatura, el tema de la dictadura y sus secuelas, tales como la represión, la tortura, la desaparición forzada de ciudadanos, la guerra de Malvinas, el exilio, la recuperación de la democracia, la resistencia y la censura ha sido uno de los más recorridos de los últimos tiempos. Y esto incluye a la literatura para niños y jóvenes, con mucho éxito de lectura y notable calidad de escritura, fundamentalmente en novelas y cuentos, aunque también en algunas obras de teatro, cuentos ilustrados o libros álbum, e incluso poesía.Haré
un panorama que, como tal, en su calidad de muestra, de recorte, no puede ser
completo. Pero creo que es, sin dudas, representativo. Elegí, entre los muchos
que podía comentar, una veintena de títulos.
Voy
a empezar haciendo referencia a una novela juvenil que me parece maravillosa: El mar y la serpiente, de Paula Bombara.
Novela relatada en dos planos, desde la experiencia personal de Paula Bombara,
que es hija de un padre desaparecido por la triple A (Asociación Argentina
Anticomunista, grupo político violento, parapolicial), y que sufrió, junto a su
madre, siendo una niñita, una experiencia de secuestro. Dos planos, decía:
Paula cuenta esta novela desde la perspectiva de la pequeña, en principio, y
luego de la adolescente que, ya radicada en Buenos Aires, en plena secundaria,
busca su historia y se enfrenta a ella. La elijo para empezar el recorrido
porque si bien no fue la primera novela que tomó el tema (es de 2004), sí fue una
especie de hito en la literatura que tomó este eje.
Si
bien El mar y la serpiente, dentro de
la LIJ, por su trascendencia y difusión, marca un antes y un después, he dicho
que antes de ella el tema ya había sido abordado. Una de las autoras que lo
tomaron fue la cordobesa Graciela Bialet, quien en 1997 escribió Los sapos de la memoria, la historia de
Camilo, personaje que enfrenta su adolescencia y su orfandad con sentimientos
encontrados. Junto con su adolescencia, Camilo debe afrontar la verdad sobre la
historia de su padre encarcelado injustamente y su madre desaparecida a manos
de la última dictadura argentina. Este hermoso libro, por iniciativa de
Graciela Bialet, de su hijo Agustín y de la Unión de Educadores de la Provincia
de Córdoba, gremio docente, se encuentra gratuito para descargar en este sitio,
en una versión, además, interactiva.
https://www.uepc.org.ar/noticia/2276-libro-interactivo-
digital-los-sapos-de-la-memoria.
Un
caso singular, también pionero, por así decir, es el de A veinte años, Luz, novela
de Elsa Osorio que no es precisamente de LIJ, si bien se lee en colegios
secundarios. Es la primera novela sobre el tema que se publicó en España, en
1998, y recién fue tenida en cuenta –y editada- en nuestro país, muchos años
después, cuando ya era una obra traducida a varios idiomas. A pesar de las
resistencias que generó en la Argentina, recibió el premio Amnesty
International y lleva más de medio millón de ejemplares vendidos en todo el
mundo, ha sido traducida a dieciséis idiomas y editada en veintitrés países.
Luz
busca su verdadera identidad con gran coraje, sacando a la luz, precisamente,
los rincones más oscuros de la sociedad en la que se crió y de la que, hasta
ahora, se consideraba una participante. Su búsqueda conducirá al descubrimiento
de un país dividido por un régimen brutal y criminal, que causó que sus propios
ciudadanos desaparecieran, los ocultaran y, lo peor de todo, los olvidaran.
Y
más o menos por los mismos años, en el año 1996, perdonarán la autorreferencia,
la desaparecida editorial El quirquincho publica una novela mía, que aún hoy
sigue publicándose, actualmente en Loqueleo. Se trata de El monstruo del arroyo, novela que cuenta la historia de un
supuesto monstruo, un niño que ha crecido solo en el casco abandonado de una
estancia y de quien, recién en el final, se descubre que es una víctima del
terrorismo de Estado, un chico abandonado a su suerte, criado como un niño
lobo, cuyos padres han desaparecido. Lo interesante es que cuando se publicó,
sobre todo en la ex Alfaguara, en el año 2000, provocaba en maestros, niños e
incluso los promotores de la editorial, la duda de si realmente hablaba de un
desaparecido, o del hijo de desaparecidos luego recuperado, para mejor decir. A
mí me lo han preguntado muchas veces, tal vez porque, a diferencia de otras
historias, estaba contado más elípticamente.
También
en el año 96 Alicia Barberis publica Cruzar
la noche, una novela que recibió el
Segundo Premio en el concurso Colihue de novela juvenil 1995. A partir de
investigaciones y testimonios, Alicia construye una novela que se cruza
audazmente con la historia real y bastante reciente de nuestro país, la de la
dictadura militar.
Piedra, papel y tijera,
novela premiada internacionalmente, de Inés Garland, tiene la particularidad de
poner en cuestión algunos preconceptos acerca de la literatura juvenil. No solo
interesa –y mucho- la ambientación en los años previos al golpe del 76, la
mirada inocente por un lado de una adolescente de clase media acomodada y la de
dos hermanos, sus amigos, de origen muy humilde, que han recibido el aporte de
la lectura desde la infancia y que, la narradora lo va dosificando, se van
transformando en luchadores sociales, en militantes, y luego en víctimas. Pero
además de estos contenidos, decía, Garland, con un laudable desprejuicio
(quizás porque proviene de la literatura “para adultos”) se permite un
vocabulario adulto y contarnos escenas sexuales que normalmente no encontramos
en la literatura juvenil, con una crudeza no exenta de poesía.
Origami de
Eduardo, González, novela que publicó Libros del náufrago en 2011, se atreve
con un tema harto difícil: el síndrome de Estocolmo. La madre de la adolescente
protagonista ha rehecho su vida, en el exilio, junto a un represor escapado en
la democracia.
El año de la vaca, de
Márgara Averbach, novela juvenil en la que la autora se mete con varios temas
difíciles. El maltrato escolar y, a la vez, el descubrimiento de un secreto mal
ocultado: una de las protagonistas de la historia es una adolescente que ha sido
apropiada, y no lo sabe.
El secreto del gorrión, de
Mario Lillo, es un breve y bello texto poético, que en clave metafórica, se
transforma en un canto a la libertad, un texto que tanto pueden leer los chicos
pequeños como los mayores, y que pone de relieve una frase inicial: “Todos
nacemos libres”.
Nunca
estuve en la guerra, de Franco Vaccarini, y Nadar
de pie, de Sandra Comino, abordan un período tal vez aún no muy transitado
en nuestra literatura infantil y juvenil: la guerra de Malvinas, el intento que
la Dictadura hizo por transformar un legítimo reclamo en una estrategia para
perpetuarse en el poder. Desde estilos narrativos muy diferentes, Vaccarini y
Comino ofrecen una mirada por una época oscura, y le echan luz. (Lo mismo que
hace, por otra parte, Esteban Valentino en su bello cuento No dejes que una bomba dañe el clavel de la bandeja, incluido en el
libro Un desierto lleno de gente, y
además publicado en forma digital por el Plan Nacional de Lectura.
(http://planlectura.educ.ar/pdf/malvinas/no_dejes_que_una_bomba....pdf).
La
novela Rompecabezas (Alfaguara), de
María Fernanda Maquieira, recorre, en su trama argumental, toda la época de la
dictadura, desde sus inicios hasta el desenlace post Malvinas, desde el punto
de vista de una hija de desaparecidos y su abuela.
Parecida
temática elige Mercedes Pérez Sabbi para contar como Manuela, la protagonista
de Manuela en el umbral, editada por
Edelvives, es criada por una tía y una prima, que le mienten el paradero de sus
padres y recién se atreven a decirle la verdad con el regreso de la democracia.
El
ya mencionado Esteban Valentino, en La
soga, cuenta de una manera desgarradora, una historia de crueldad que
empieza en el medioevo y termina en la apropiación de personas, en nuestro
país.
En este recorrido menciono un libro del que
participé con mucho orgullo, libro colectivo que obtuvo el Gran Premio
Destacado de Alija en 2014 y que representa una propuesta editorial
absolutamente novedosa, bella y valiente. Un libro, si se me permite decirlo,
de esos que uno no duda en considerar necesario. Se trata de Quien soy. Relatos sobre identidad,
nietos y reencuentros, en el que Paula Bombara, María Teresa Andruetto, Iris
Rivera y yo tomamos cuatro casos reales de apropiaciones de nietos que luego
fueron recuperados, y los ficcionalizamos para que sean leídos por niños y
jóvenes. Con hermosas ilustraciones de Irene Singer, María Wernicke, Istvansch
y Pablo Bernasconi, la editorial Calibroscopio ofrece un libro que realmente
vale la pena recorrer.
Finalmente,
una vez más abuso de la autorreferencia, voy a hablar de las ficciones propias
en las que tomé la dictadura y sus secuelas: dije antes que en 1996 publiqué en
la extinta editorial El quirquincho una novela que por suerte sigue recorriendo
caminos, ahora en la editorial Loqueleo, y que se ha publicado también en
México, Chile y Uruguay. Me refiero a El
monstruo del arroyo, y me gustaría señalar, con ella, el enorme cambio que
se produjo en cómo leíamos la dictadura en las escuelas, con los jóvenes, hace
veinticinco años, y cómo lo hacemos hoy. En El
monstruo del arroyo el tema está apenas sugerido, recién en el epílogo, del
que me permito leer una parte, se dice que los monstruos existen y se permite
la sospecha de que ese chico secuestrado y criado solo en una casa abandonada
haya sido víctima de la dictadura. En algunas escuelas, cuando las visitaba en
los primeros años de recién editada, muchos lectores, tanto docentes como
chicos y chicas, dudaban de que hubiera una relación, me lo preguntaban como
quien descubre algo oculto. Quince años después, en el ya mencionado Quien soy, nos dedicamos a tomar
historias reales de niños y niñas apropiados y recuperados o en vías de
recuperación, como el mellizo de Sabrina Gullino Negro Valenzuela. Y veinte
años después, tomé el tema con todas las letras, el toro por las astas, como
dice el dicho, en El que no salta es un
holandés, de la que leeré la primera parte para que vean cuanto tiene de
realismo explícito y de algunas cuestiones autobiográficas.
Como
eslabón final de este recorrido personal, comparto mi última novela publicada,
que fue escrita a pedido de la editorial, que también tiene algunos elementos
autobiográficos, y que es Las sonrisas
perdidas, en la que el eje y el contexto es la guerra de Malvinas. Leo una
parte, en las voces de un niño de 11 años en 1982, por un lado, y en la de su
cuñado, soldado en las islas, el otro protagonista narrador, por el otro.
Finalmente,
y antes de abrir a las preguntas que ojalá tengan para hacerme, me gustaría
decir, ya que sé que puede ser una preocupación de los docentes y
especialistas, tanto argentinos como venezolanos, que elegí este tema no solo
porque es una preocupación constante de mi vida, además de mi literatura, sino
también porque sé que la historia reciente, bien contada, produce gran interés
en los chicos y chicas y ayuda, creo yo, a la construcción de lectores y nuevos
lectores.
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