sábado, 13 de octubre de 2018

Un nuevo día: otro amanecer del escritor Carlos Pérez Mujica


Yony G. Osorio G.

Hagamos bulla
dejemos que despierte
la imaginación”.

(Pérez, 2017, “El amanecer”, p. 20).


Poeta Carlos Pérez Mujica


Aproximación, identidad y apropiación de una “pequeña cápsula cargada de poesía”

El libro Un nuevo día (2017), es otro amanecer que nos entrega hoy el escritor yaracuyano Carlos Pérez Mujica (1960), quien está actualmente residenciado en la ciudad de Mérida puesto que ejerce el magisterio como profesor de Anatomía Humana Normal en la Universidad de los Andes. Este alumbramiento se trata de una especie discursiva denominada Haiku y es publicada por la Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida, cuyo formato ergonómicamente bello no pasa de 13 de alto por 10 de ancho. Desde el fondo constelado de la portada emerge la legendaria imagen del Samurái diseñada fraternalmente por los coterráneos, poeta Hermes Vargas y el autor de este del libro. Siendo su fachada fotografiada por Gonzalo Sánchez y la fisonomía del autor captada por la lente del escritor-narrador Ednodio Quintero. Producción editorial que contó con el auspicio y apoyo institucional del Presidente de FUNDECEM, Pausides Reyes, la Gobernación del Estado Mérida a cargo de su Gobernador Alexis Ramírez y contó con el diseño gráfico del artista plástico-diseñador-poeta Ever Delgado.


Este Médico Cirujano así como está dedicado a las Ciencias de la Salud, especializado en Imagenologìa y Diagnóstico por Imágenes, también ejerce un diestro manejo del bisturí en la sensibilidad poética al hundirse en el adentro y afuera que desemboca en el cuerpo del poema. En cuanto a su actividad cultural en general ha desplegado su talento en la acción teatral en el ámbito de los títeres, igualmente lo irradió como conductor del programa radial “Collage” e indistintamente continúa en su labor de articulista y promotor cultural. Es estudioso y difusor de la poesía japonesa, pero dedicado específicamente al difícil arte de la escritura del haiku. Entre sus resultados cuenta con un reciente trabajo antológico sobre autores venezolanos que han escrito en torno al haiku. Hasta ahora nos encontramos con las publicaciones: Haiku tropical (2004), Asahi El Alba (2008), Haizoo (2011), Palomares (2014), Haiku desde los Andes Venezolanos (2015). También en formato digital edita Tsukimi (2016). Webmaster de los blogs: Haizoo dedicado a la difusión del haiku, La Cola del Escorpión de opinión y política y Versonautas de promoción y difusión cultural. Entre los Premios, menciones, y reconocimientos ha obtenido: Primer Premio en el “Concurso Literario APULA”, Mención Poesía por Haiku tropical (2004), Primer Premio en el “Concurso de Cuento Breve y Poesía de la Librería Mediática”, Mención Poesía (2015); Mención de Honor en el “Concurso de Cuento, Ensayo y Poesía DAES ULA” por Tetralogía de la Desesperanza (1991), alcanzó el Cuarto lugar en el “Concurso de Cuento Breve y Poesía de la Librería Mediática”, Mención Cuento (2014). (En: Un nuevo día).

Este libro titulado Un nuevo día que el médico, escritor y poeta Carlos Pérez Mujica viene a compartir con nosotros, lectores yaracuyanos y de otras latitudes, en verdad merece algarabía y el agasajo porque según lo que aborda amanece en la intimidad del poemario un despertar de la imaginación hecha magnificencia y sosiego del ojo que capta la naturaleza en su mínima estampida esta obra que elogiamos, y es lo que emana de su fuerza interior: cuando enuncia: “dejemos que despierte/la imaginación” (Ibídem). Al mismo tiempo, es válido el pretexto para rendir un homenaje al poeta mejicano José Juan Tablada y celebrar el Centenario de la aparición del haiku en las letras castellanas –como lo afirma en su dedicatoria- (p. 7). No obstante, la concepción de Un nuevo día se constituye en un reto más que afronta este incansable arquitecto del riesgo. Aunque para los que creen que esta construcción es aparentemente fácil, no tienen la más mínima idea de la exigencia, extrema sensibilidad, riguroso ejercicio de contemplación, silencio y quietud, para que de ello explote lo sorpresivo y el contraste; pues, esta aventura implica todo un camino plagado de tropiezos a fin de lograr resultados edificantes en la creación desde el abismo de esa, al decir del otro poeta mejicano, Octavio Paz: “pequeña cápsula cargada de poesía capaz de hacer saltar la realidad aparente”, llamada haiku (p. 209).

El poemario Un nuevo día está conformado por cuatro estaciones de inspiración cósmica cuyo orden temporal-espacial discurre desde “El amanecer” (12 textos), “La mañana” (24 textos), “La Tarde” (12 Textos) hasta la fusión con “La noche” (12 textos). Parecida disposición transitoria la observamos en el libro Un día…poemas sintéticos (1919) del célebre poeta mexicano José Juan Tablada, veamos: “la mañana”, “La tarde”, “Crepúsculo” y “La noche”.1 Por otro lado, la forma métrica que acompaña a la totalidad de los 70 poemas contenidos en esta obra se ciñe a la norma tradicional compuesta por una estrofa de tres versos distribuidos en 17 sílabas, estableciéndose la cantidad de cinco (5) sílabas para el primer verso, siete (7) para el segundo y cinco (5) que aguardan el cierre de contraste o sorpresa en el tercero, de este modo la fórmula sintetizada es: (5, 7, 5).

Para confirmar ciertas sintéticas aproximaciones definitorias del haiku, la técnica que rige en esta tipología, lo referido a la posición y distribución espacial silábica, un breve comienzo y la importancia de Matsuo Bashoo, hemos consultado el libro Pedagogía de la escritura creadora. Minicuento, diario, imagen poética, haikú (1998). Allí se explica que:

El haikú es el poema más corto que existe. Su origen es japonés, y fue creado por Matsuo Bashoo en el siglo XVII d. c., quien es, según los mismos japoneses, el máximo poeta de todos los tiempos en este género. Si decimos género es porque bien podría el haikú ser considerado por nosotros –los occidentales- como un género lírico específico, con sus solos tres versos constituidos en total por diecisiete (17) sílabas repartidas así: Cinco (5) para el primer verso, siete (7) para el segundo, y para el tercero, cinco (5); no obstante su brevedad y su extremada sencillez aparente;...” (Jaramillo F. / Manjarrés E., p. 209).

De acuerdo a como se describe en la cita anterior, desde la fecha de aparición hasta nuestros días el quehacer en cuanto al acercamiento, identidad y apropiación (salvando la distancia, idioma y entorno cultural) de esa forma de creación de tan preciada joya expresiva que hemos heredado del mundo japonés, el haiku, ha evolucionado. Una muestra podría ser la incesante práctica de esta composición por parte de autores no hablantes de esa lengua del mundo hispano partidarios de traducciones y versiones. Y una consagración de este hecho estaría reflejada en la cercana “celebración del primer centenario de la aparición del haiku en las letras castellanas de la mano de José Juan Tablada” –como atentamente recuerda Carlos Pérez Mujica- en su poemario Un nuevo día. Esto supone tanto una ejecutoria como la enjundiosa valoración en donde no está lejos el examen que habría realizado el mismo poeta Carlos Pérez Mujica, una vez acabado su sostenido estudio, selección y notas a la Antología sobre los que han escrito el haiku en Venezuela.

No estaría de más traer una nota “aparentemente discordante”, si aún no es un pecado, que emerge como duda en el contexto de las letras en torno al haiku hecho en estas latitudes. Para ello apelamos, sin temor alguno, a la posición sostenida por el escritor y poeta Reynaldo Pérez Só, atento y cuidadoso lector muy cercano a este tipo de lectura. Así que encontramos en la Revista Poesía (2002, No. 71-72) el trabajo “FUUGA” en donde expone un criterio que sugiere la impenetrabilidad en ese idioma de esa forma expresiva, los valores estéticos que implica, lo pictográfico, ideogramas, su caligrafía, tensión emocional, traducción, versiones. Por tanto, el sistema de escritura japonesa: hiragana, katakana, kanjis y lo que incluye la placidez del trazado como arte del ojo que palpita ante el hechizo de la realidad, el orden que se requiere para llegar al signo que representa a la imagen sol, por ejemplo. Así que en tal sentido señala:

Cuando hablamos y pensamos sobre poesía y literatura japonesa, una imagen, un lugar común se nos muestra: la poesía japonesa es muy corta, concentrada. Realmente, no es cierto, pues nos limitamos a las traducciones a lenguas occidentales”. (…) Ellos, los japoneses, se empeñan en una factura poética, visual, cargada de sentido, hacia dos direcciones (vedado totalmente a nuestras lenguas); una, en las representaciones pictográficas ideogramas, kanjis) que relacionan al lector con el poema sin mayores mediadores, concretamente. Además la ambigüedad, la doble lectura por equívoco, queda relegada o desaparece, frente al texto. Y no nos detengamos en la sucesión de los kanjis, sus diferentes combinaciones, sus estructuras interna, riquezas de composición. Imposible en nuestro sistema. La otra factura, también de imposible traducción, es la caligrafía, los valores estéticos que ella implica, las cargas emocionales que transmite, etc. Lo cierto es, que luego de la versión nos resta una cosa muy pequeña, diríamos mejor, muñones, bien lejos del original.

Y en cuanto a su perspectiva respecto a la distribución silábica tradicional y cierta pretensión de encajonar a esa expresión poética en tal formulismo, afirma que:

Todavía recordamos la ingenuidad de muchos poetas occidentales que quisieron copiar formalmente el haiku, reduciendo versos a 5, 7, 5 sílabas para llegar al poema. La poesía estaba en otra parte, pues entendieron los fragmentos que su propia cultura les permitía. (p.23).


Una criatura flotante en la constelación del horizonte


Ausentes de esa discusión, cara a nuestra supina ignorancia en cuanto al conocimiento esa milenaria cultura, llamemos la atención, por un lado, sobre las condiciones que generalmente se requieren para acometer el hecho creador y, por otro, la criatura o producto generado. Primeramente, según las experiencias de los autores, las circunstancias tienen que ver con la soledad y el silencio. En segundo término, no escapa a tal estado cuando se trata de asumir la escritura de esa delicada pieza flotante en la constelación del horizonte, para la serena y sorprendente afloraciòn del haiku, al encontrarse en medio del imperturbable misterio de la noche, como igualmente nos lo hace saber el poeta Carlos Pérez Mujica en este poema situado en la morada de “La noche”: 

“Para escribir 
necesito estar solo
he allí la noche”. (p. 66).

Recordemos que cualquier hombre común y mortal ha percibido a través del tiempo el fenómeno cósmico noche/día, lo que ocurre cíclicamente, como ausencia o presencia de luz. Pero a la vista del poeta no deja de estar cargado de pleno simbolismo, como por ejemplo, el principio notorio del poder creador. De este modo, el poeta recibe la noche en su esplendor femenino caracterizado por lo fecundo. No obstante, en la despojada admiración ante el momento no deja de estar latente el elemento mítico que aguarda la voz de los antepasados.
La otra posibilidad que se asoma es la de aguardar el instante, el asombro y la cercanía a la naturaleza ante la revelada emoción fluyendo de una expresión poética tan impresionante como “el estallido a pleno mediodía de las granadas en un jardín”, para consagrarse en el letargo que sugiere el recogimiento de lo articulado por el poeta Carlos Pérez Mujica al culminar “La mañana”:

A mediodía
las granadas del jardín
de sol estallan”. (p. 46).

En consecuencia, podemos darnos cuenta y estar atentos a que dicha descarga de los sentidos obedece a una mínima condición en la operación poética, y que hemos podido apreciar en el poema precedente. Mas este chispazo permite apreciar el universo expresado desde lo imperceptible, tomando en cuenta que detrás de lo “aparentemente sencillo” ocurre la tonificación de la mirada cuando a esa hora templada del día el ojo cotidiano también resplandece ante el hechizo de esa manifestación sensual de lo natural.


La contemplación, el olvido y el recuerdo despierto en la desvanecida infancia


La contemplación, el olvido y el recuerdo conducen al Yo lírico hacia el éxtasis procurando la búsqueda en los umbrales de tiempos ya idos, tan sólo evocados en la subjetivación de los objetos que despiertan la memoria plena del homo ludens impregnando la piel de ayeres atesorados en los juegos de cometas, trompos y canicas:

De mi infancia
cielos claros, cometas
trompos y canicas”. (“La tarde”, p. 52).

No escapa a la percepción del poeta el eterno retorno a esos espacios del paraíso perdido de la infancia, cuando se pretende detener el instante para atrapar ese efímero recuerdo al fijar la mirada en los espacios celestes, en donde sólo queda la nostalgia objetivada desdibujada en la imagen de la cometa:

Veo en el cielo
la cometa que dejé
cuando era niño”. (“Tarde”, p. 54).

A pesar del tratamiento afectivo con respecto a la configuración de las nubes en el espacio celeste, no deja de evocarse el presagio que aguarda el signo. Pues, al parecer, ya su lectura se torna común en la sabiduría del hombre sencillo del campo, lo que lleva a consagrarle al desciframiento de lo preestablecido del enigma: la lluvia, la fertilidad o fatalidad que causa ese desplazamiento natural:

Vestidas de gris
lentas y amenazantes
vienen las nubes”. (“La tarde”, p. 55).


El “animalario” que habita este universo poético


No falta en este poemario la presencia del “animalario”, según Yeo Cruz, o bestiario despertando y alegrando el nuevo día que funda este universo poético. Por ejemplo, en la primera parte identificada con “El amanecer”, mediante un simbólico gallo se exhibe la sensualidad y gestualidad ilustrando el acontecer y tiñendo con su colorido y brillante plumaje la presencia imponente, que irrumpe y sacude con su canto a la estremecida alborada. De modo que nos diría el poeta:

Al amanecer
un gallo desafiante
rompe el silencio” (“El amanecer”, p. 12).

Asimismo, el amanecer se acompaña de imágenes fragantes que conforman la atmósfera radiante con el canto matutino aún atenuado con trazos de nocturnidad asimilado al aroma del café que también estimula la llegada del día con el canto de los gallos:

Negro amanecer
con aroma de café
cantan los gallos” (P. 14).

Desde la bruma acompaña este canto del amanecer el graznido de un alcaraván (p. 18). En la sesión “La mañana” apreciamos el pausado transitar de las babosas dejando una estela viscosa semejando la transparencia del río (p. 26). Igual cabida tiene el grillo marinero (p. 28), la mariposa (p. 29), las mariquitas que semejan el brillo, esplendor del color rojizo intenso de tan preciada gema, el rubí:

Como rubíes
un par de mariquitas
sobre la hoja” (p. 30).

Además de la danza de la abeja que detecta el néctar para el beso de la margarita (p. 31), se agitan las golondrinas atravesando cual aviones el firmamento (p. 32), y ocultos los colibríes celebran el ritual “entre las flores” (p. 36), a pesar de que la libélula pende del viento guarda el secreto de su metamorfosis (p.37); así sauce (p. 43) y gorrión (p. 45) terminan cantándole a la mañana y anticipando ya el mediodía.
En el aparte “La tarde” aún sobrevive una mosca en donde podemos aguzar los sentidos en cuanto a que la tarea de la araña es tejer y destejer la red para la vida y la muerte, mientras que la tarea del poeta sería la de contemplar la fugaz desdicha de la mosca al sucumbir en medio de la obra deshecha. He allí la circunstancialidad que envuelve al ser en la aparente simpleza de la mirada detenida que hace de esta brevedad su arquitectura: 
 
Pasó una mosca
quedó deshilachada
la telaraña” (p. 50).

Podríamos traer a contexto el poema del libro Un día…poemas sintéticos escrito por José Juan Tablada, en el que ahora se invierte el destino inmovilizador porque detrás del tejido lunar el ojo de ésta revela a la araña despierta:

Recorriendo su tela
esta luna clarísima
tiene a la araña en vela” (“La noche”, poema “La araña”).

En fin, dos hechos visualizados bifurcándose en dimensiones temporales que ocurren entre “La Tarde” y “La noche”. 2 Finalmente, ante la fatalidad de la lluvia un nuevo ser vivo se manifiesta subsistiendo a la incertidumbre, puesto que la luz de la vida también dura como la aparición y disipación de la lluvia:

Tanto ha llovido
que le salieron alas
a las termitas” (p. 58).

Mientras acontece el último tramo de “La noche” mensajeros ululantes se suman al silencio como el rapaz mochuelo (p. 62), tantean adheridas las polillas la luz artificial (p. 63), estridentes los grillos le cantan a la noche serena (p. 64), pero el pájaro que sueña el poeta lo sorprende con la imaginación despertando Un nuevo día:

Noche de insomnio
un pájaro a lo lejos
invoca el alba” (p. 70).

 
Referencias:

Jaramillo F., y Manjarrés E. (1998). Pedagogía de la escritura creadora. Minicuento, diario, imagen poética, haikú. (Citado por Jaramillo F. / Manjarrés E. En Las peras del olmo. Seix Barral. Colección Literatura Contemporánea, número 23. Carvajal S. A. Bogotá, 1985. 
 
Pérez Mujica., C. (2017). Un nuevo día. Estado Mérida: Fundación para el Desarrollo Cultural.


Pérez Só, R. (2002). “FUUGA”. En revista Poesía. Valencia, estado Carabobo, Departamento de Literatura/Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, No. 71-72.
 
Versión digital:
Nota: 1 y 2. José Juan Tablada. (1919). Un día…poemas sintéticos.
(https:/terebess.hu/english/haiku/undìa.html. Disponible, consultado 22-09-2018).
明日 あした Ashita Mañana (día) (sust.)
https://es.wikibooks.org/wiki/Japon%C3%A9s/Kanji/Grado_1/%E6%97%A5


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