Yony
G. Osorio G.
“Hagamos
bulla
dejemos
que despierte
la
imaginación”.
(Pérez,
2017, “El amanecer”, p. 20).
Poeta Carlos Pérez Mujica |
Aproximación,
identidad y apropiación de una “pequeña cápsula cargada de
poesía”
El
libro Un
nuevo día (2017),
es otro amanecer que nos entrega hoy el escritor yaracuyano Carlos
Pérez Mujica (1960), quien está actualmente residenciado en la
ciudad de Mérida puesto que ejerce el magisterio como profesor de
Anatomía Humana Normal en la Universidad de los Andes. Este
alumbramiento se trata de una especie discursiva denominada Haiku y
es publicada por la Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado
Mérida, cuyo formato ergonómicamente bello no pasa de 13 de alto
por 10 de ancho. Desde el fondo constelado de la portada emerge la
legendaria imagen del Samurái diseñada fraternalmente por los
coterráneos, poeta Hermes Vargas y el autor de este del libro.
Siendo su fachada fotografiada por Gonzalo Sánchez y la fisonomía
del autor captada por la lente del escritor-narrador Ednodio
Quintero. Producción editorial que contó con el auspicio y apoyo
institucional del Presidente de FUNDECEM, Pausides Reyes, la
Gobernación del Estado Mérida a cargo de su Gobernador Alexis
Ramírez y contó con el diseño gráfico del artista
plástico-diseñador-poeta Ever Delgado.
Este
Médico Cirujano así como está dedicado a las Ciencias de la Salud,
especializado en Imagenologìa y Diagnóstico por Imágenes, también
ejerce un diestro manejo del bisturí en la sensibilidad poética al
hundirse en el adentro y afuera que desemboca en el cuerpo del poema.
En cuanto a su actividad cultural en general ha desplegado su talento
en la acción teatral en el ámbito de los títeres, igualmente lo
irradió como conductor del programa radial “Collage”
e
indistintamente continúa en su labor de articulista y promotor
cultural. Es estudioso y difusor de la poesía japonesa, pero
dedicado específicamente al difícil arte de la escritura del haiku.
Entre sus resultados cuenta con un reciente trabajo antológico sobre
autores venezolanos que han escrito en torno al haiku. Hasta ahora
nos encontramos con las publicaciones: Haiku
tropical
(2004), Asahi
El Alba
(2008), Haizoo
(2011),
Palomares
(2014), Haiku
desde los Andes Venezolanos
(2015). También en formato digital edita Tsukimi
(2016). Webmaster de los blogs: Haizoo
dedicado a la difusión del haiku, La
Cola del Escorpión
de opinión y política y Versonautas
de promoción y difusión cultural. Entre los Premios, menciones, y
reconocimientos ha obtenido: Primer Premio en el “Concurso
Literario APULA”, Mención Poesía por Haiku
tropical
(2004), Primer Premio en el “Concurso de Cuento Breve y Poesía de
la Librería Mediática”, Mención Poesía (2015); Mención de
Honor en el “Concurso de Cuento, Ensayo y Poesía DAES ULA” por
Tetralogía
de la Desesperanza
(1991), alcanzó el Cuarto lugar en el “Concurso de Cuento Breve y
Poesía de la Librería Mediática”, Mención Cuento (2014). (En:
Un
nuevo día).
Este
libro titulado Un
nuevo día
que el médico, escritor y poeta Carlos Pérez Mujica viene a
compartir con nosotros, lectores yaracuyanos y de otras latitudes, en
verdad merece algarabía y el agasajo porque según lo que aborda
amanece en la intimidad del poemario un despertar de la imaginación
hecha magnificencia y sosiego del ojo que capta la naturaleza en su
mínima estampida esta obra que elogiamos, y es lo que emana de su
fuerza interior: cuando enuncia: “dejemos que despierte/la
imaginación” (Ibídem). Al mismo tiempo, es válido el pretexto
para rendir un homenaje al poeta mejicano José Juan Tablada y
celebrar el Centenario de la aparición del haiku en las letras
castellanas –como lo afirma en su dedicatoria- (p. 7). No obstante,
la concepción de Un
nuevo día
se constituye en un reto más que afronta este incansable arquitecto
del riesgo. Aunque para los que creen que esta construcción es
aparentemente fácil, no tienen la más mínima idea de la exigencia,
extrema sensibilidad, riguroso ejercicio de contemplación, silencio
y quietud, para que de ello explote lo sorpresivo y el contraste;
pues, esta aventura implica todo un camino plagado de tropiezos a fin
de lograr resultados edificantes en la creación desde el abismo de
esa, al decir del otro poeta mejicano, Octavio Paz: “pequeña
cápsula cargada de poesía capaz de hacer saltar la realidad
aparente”,
llamada haiku (p. 209).
El
poemario Un
nuevo día
está conformado por cuatro estaciones de inspiración cósmica cuyo
orden temporal-espacial discurre desde “El amanecer” (12 textos),
“La mañana” (24 textos), “La Tarde” (12 Textos) hasta la
fusión con “La noche” (12 textos). Parecida disposición
transitoria la observamos en el libro Un
día…poemas sintéticos
(1919) del célebre poeta mexicano José Juan Tablada, veamos: “la
mañana”, “La tarde”, “Crepúsculo” y “La noche”.1
Por otro lado, la forma métrica que acompaña a la totalidad de los
70 poemas contenidos en esta obra se ciñe a la norma tradicional
compuesta por una estrofa de tres versos distribuidos en 17 sílabas,
estableciéndose la cantidad de cinco (5) sílabas para el primer
verso, siete (7) para el segundo y cinco (5) que aguardan el cierre
de contraste o sorpresa en el tercero, de este modo la fórmula
sintetizada es: (5, 7, 5).
Para
confirmar ciertas sintéticas aproximaciones definitorias del haiku,
la técnica que rige en esta tipología, lo referido a la posición y
distribución espacial silábica, un breve comienzo y la importancia
de Matsuo Bashoo, hemos consultado el libro Pedagogía
de la escritura creadora. Minicuento, diario, imagen poética, haikú
(1998).
Allí se explica que:
“El
haikú es el poema más corto que existe. Su origen es japonés, y
fue creado por Matsuo Bashoo en el siglo XVII d. c., quien es, según
los mismos japoneses, el máximo poeta de todos los tiempos en este
género. Si decimos género es porque bien podría el haikú ser
considerado por nosotros –los occidentales- como un género lírico
específico, con sus solos tres versos constituidos en total por
diecisiete (17) sílabas repartidas así: Cinco (5) para el primer
verso, siete (7) para el segundo, y para el tercero, cinco (5); no
obstante su brevedad y su extremada sencillez aparente;...”
(Jaramillo F. / Manjarrés E., p. 209).
De
acuerdo a como se describe en la cita anterior, desde la fecha de
aparición hasta nuestros días el quehacer en cuanto al
acercamiento, identidad y apropiación (salvando la distancia, idioma
y entorno cultural) de esa forma de creación de tan preciada joya
expresiva que hemos heredado del mundo japonés, el haiku, ha
evolucionado. Una muestra podría ser la incesante práctica de esta
composición por parte de autores no hablantes de esa lengua del
mundo hispano partidarios de traducciones y versiones. Y una
consagración de este hecho estaría reflejada en la cercana
“celebración del primer centenario de la aparición del haiku en
las letras castellanas de la mano de José Juan Tablada” –como
atentamente recuerda Carlos Pérez Mujica- en su poemario Un
nuevo día.
Esto supone tanto una ejecutoria como la enjundiosa valoración en
donde no está lejos el examen que habría realizado el mismo poeta
Carlos Pérez Mujica, una vez acabado su sostenido estudio, selección
y notas a la Antología sobre los que han escrito el haiku en
Venezuela.
No
estaría de más traer una nota “aparentemente discordante”, si
aún no es un pecado, que emerge como duda en el contexto de las
letras en torno al haiku hecho en estas latitudes. Para ello
apelamos, sin temor alguno, a la posición sostenida por el escritor
y poeta Reynaldo Pérez Só, atento y cuidadoso lector muy cercano a
este tipo de lectura. Así que encontramos en la Revista
Poesía
(2002, No. 71-72) el trabajo “FUUGA” en donde expone un criterio
que sugiere la impenetrabilidad en ese idioma de esa forma expresiva,
los valores estéticos que implica, lo pictográfico, ideogramas, su
caligrafía, tensión emocional, traducción, versiones. Por tanto,
el sistema de escritura japonesa: hiragana, katakana, kanjis y lo que
incluye la placidez del trazado como arte del ojo que palpita ante el
hechizo de la realidad, el orden que se requiere para llegar al signo
que representa a la imagen sol, por ejemplo. Así que en tal sentido
señala:
“Cuando
hablamos y pensamos sobre poesía y literatura japonesa, una imagen,
un lugar común se nos muestra: la poesía japonesa es muy corta,
concentrada. Realmente, no es cierto, pues nos limitamos a las
traducciones a lenguas occidentales”. (…) Ellos, los japoneses,
se empeñan en una factura poética, visual, cargada de sentido,
hacia dos direcciones (vedado totalmente a nuestras lenguas); una, en
las representaciones pictográficas ideogramas, kanjis) que
relacionan al lector con el poema sin mayores mediadores,
concretamente. Además la ambigüedad, la doble lectura por equívoco,
queda relegada o desaparece, frente al texto. Y no nos detengamos en
la sucesión de los kanjis, sus diferentes combinaciones, sus
estructuras interna, riquezas de composición. Imposible en nuestro
sistema. La otra factura, también de imposible traducción, es la
caligrafía, los valores estéticos que ella implica, las cargas
emocionales que transmite, etc. Lo cierto es, que luego de la versión
nos resta una cosa muy pequeña, diríamos mejor, muñones, bien
lejos del original.
Y
en cuanto a su perspectiva respecto a la distribución silábica
tradicional y
cierta pretensión de encajonar a esa expresión poética en tal
formulismo, afirma que:
“Todavía
recordamos la ingenuidad de muchos poetas occidentales que quisieron
copiar formalmente el haiku, reduciendo versos a 5, 7, 5 sílabas
para llegar al poema. La poesía estaba en otra parte, pues
entendieron los fragmentos que su propia cultura les permitía.
(p.23).
Una
criatura flotante en la constelación del horizonte
Ausentes
de esa discusión, cara a nuestra supina ignorancia en cuanto al
conocimiento esa milenaria cultura, llamemos la atención, por un
lado, sobre las condiciones que generalmente se requieren para
acometer el hecho creador y, por otro, la criatura o producto
generado. Primeramente, según las experiencias de los autores, las
circunstancias tienen que ver con la soledad y el silencio. En
segundo término, no escapa a tal estado cuando se trata de asumir la
escritura de esa delicada pieza flotante en la constelación del
horizonte, para la serena y sorprendente afloraciòn del haiku, al
encontrarse en medio del imperturbable misterio de la noche, como
igualmente nos lo hace saber el poeta Carlos Pérez Mujica en este
poema situado en la morada de “La noche”:
“Para
escribir
necesito
estar solo
he
allí la noche”. (p. 66).
Recordemos
que cualquier hombre común y mortal ha percibido a través del
tiempo el fenómeno cósmico noche/día, lo que ocurre cíclicamente,
como ausencia o presencia de luz. Pero a la vista del poeta no deja
de estar cargado de pleno simbolismo, como por ejemplo, el principio
notorio del poder creador. De este modo, el poeta recibe la noche en
su esplendor femenino caracterizado por lo fecundo. No obstante, en
la despojada admiración ante el momento no deja de estar latente el
elemento mítico que aguarda la voz de los antepasados.
La
otra posibilidad que se asoma es la de aguardar el instante, el
asombro y la cercanía a la naturaleza ante la revelada emoción
fluyendo de una expresión poética tan impresionante como “el
estallido a pleno mediodía de las granadas en un jardín”, para
consagrarse en el letargo que sugiere el recogimiento de lo
articulado por el poeta Carlos Pérez Mujica al culminar “La
mañana”:
“A
mediodía
las
granadas del jardín
de
sol estallan”. (p. 46).
En
consecuencia, podemos darnos cuenta y estar atentos a que dicha
descarga de los sentidos obedece a una mínima condición en la
operación poética, y que hemos podido apreciar en el poema
precedente. Mas este chispazo permite apreciar el universo expresado
desde lo imperceptible, tomando en cuenta que detrás de lo
“aparentemente sencillo” ocurre la tonificación de la mirada
cuando a esa hora templada del día el ojo cotidiano también
resplandece ante el hechizo de esa manifestación sensual de lo
natural.
La
contemplación, el olvido y el recuerdo despierto en la desvanecida
infancia
La
contemplación, el olvido y el recuerdo conducen al Yo lírico hacia
el éxtasis procurando la búsqueda en los umbrales de tiempos ya
idos, tan sólo evocados en la subjetivación de los objetos que
despiertan la memoria plena del homo ludens impregnando la piel de
ayeres atesorados en los juegos de cometas, trompos y canicas:
“De
mi infancia
cielos
claros, cometas
trompos
y canicas”. (“La tarde”, p. 52).
No
escapa a la percepción del poeta el eterno retorno a esos espacios
del paraíso perdido de la infancia, cuando se pretende detener el
instante para atrapar ese efímero recuerdo al fijar la mirada en los
espacios celestes, en donde sólo queda la nostalgia objetivada
desdibujada en la imagen de la cometa:
“Veo
en el cielo
la
cometa que dejé
cuando
era niño”. (“Tarde”, p. 54).
A
pesar del tratamiento afectivo con respecto a la configuración de
las nubes en el espacio celeste, no deja de evocarse el presagio que
aguarda el signo. Pues, al parecer, ya su lectura se torna común en
la sabiduría del hombre sencillo del campo, lo que lleva a
consagrarle al desciframiento de lo preestablecido del enigma: la
lluvia, la fertilidad o fatalidad que causa ese desplazamiento
natural:
“Vestidas
de gris
lentas
y amenazantes
vienen
las nubes”. (“La tarde”, p. 55).
El
“animalario” que habita este universo poético
No
falta en este poemario la presencia del “animalario”, según Yeo
Cruz, o bestiario despertando y alegrando el nuevo día que funda
este universo poético. Por ejemplo, en la primera parte identificada
con “El amanecer”, mediante un simbólico gallo se exhibe la
sensualidad y gestualidad ilustrando el acontecer y tiñendo con su
colorido y brillante plumaje la presencia imponente, que irrumpe y
sacude con su canto a la estremecida alborada. De modo que nos diría
el poeta:
“Al
amanecer
un
gallo desafiante
rompe
el silencio” (“El amanecer”, p. 12).
Asimismo,
el amanecer se acompaña de imágenes fragantes que conforman la
atmósfera radiante con el canto matutino aún atenuado con trazos de
nocturnidad asimilado al aroma del café que también estimula la
llegada del día con el canto de los gallos:
“Negro
amanecer
con
aroma de café
cantan
los gallos” (P. 14).
Desde
la bruma acompaña este canto del amanecer el graznido de un
alcaraván (p. 18). En la sesión “La mañana” apreciamos el
pausado transitar de las babosas dejando una estela viscosa semejando
la transparencia del río (p. 26). Igual cabida tiene el grillo
marinero (p. 28), la mariposa (p. 29), las mariquitas que semejan el
brillo, esplendor del color rojizo intenso de tan preciada gema, el
rubí:
“Como
rubíes
un
par de mariquitas
sobre
la hoja” (p. 30).
Además
de la danza de la abeja que detecta el néctar para el beso de la
margarita (p. 31), se agitan las golondrinas atravesando cual aviones
el firmamento (p. 32), y ocultos los colibríes celebran el ritual
“entre las flores” (p. 36), a pesar de que la libélula pende del
viento guarda el secreto de su metamorfosis (p.37); así sauce (p.
43) y gorrión (p. 45) terminan cantándole a la mañana y
anticipando ya el mediodía.
En
el aparte “La tarde” aún sobrevive una mosca en donde podemos
aguzar los sentidos en cuanto a que la tarea de la araña es tejer y
destejer la red para la vida y la muerte, mientras que la tarea del
poeta sería la de contemplar la fugaz desdicha de la mosca al
sucumbir en medio de la obra deshecha. He allí la circunstancialidad
que envuelve al ser en la aparente simpleza de la mirada detenida que
hace de esta brevedad su arquitectura:
“Pasó
una mosca
quedó
deshilachada
la
telaraña” (p. 50).
Podríamos
traer a contexto el poema del libro Un
día…poemas sintéticos
escrito por José Juan Tablada, en el que ahora se invierte el
destino inmovilizador porque detrás del tejido lunar el ojo de ésta
revela a la araña despierta:
“Recorriendo
su tela
esta
luna clarísima
tiene
a la araña en vela” (“La noche”, poema “La araña”).
En
fin, dos hechos visualizados bifurcándose en dimensiones temporales
que ocurren entre “La Tarde” y “La noche”. 2
Finalmente, ante la fatalidad de la lluvia un nuevo ser vivo se
manifiesta subsistiendo a la incertidumbre, puesto que la luz de la
vida también dura como la aparición y disipación de la lluvia:
“Tanto
ha llovido
que
le salieron alas
a
las termitas” (p. 58).
Mientras
acontece el último tramo de “La noche” mensajeros ululantes se
suman al silencio como el rapaz mochuelo (p. 62), tantean adheridas
las polillas la luz artificial (p. 63), estridentes los
grillos le cantan a la noche serena (p. 64), pero el pájaro que
sueña el poeta lo sorprende con la imaginación despertando Un
nuevo día:
“Noche
de insomnio
un
pájaro a lo lejos
invoca
el alba” (p. 70).
Referencias:
Jaramillo
F., y Manjarrés E. (1998). Pedagogía
de la escritura creadora. Minicuento, diario, imagen poética, haikú.
(Citado por Jaramillo F. / Manjarrés E. En Las
peras del olmo.
Seix Barral. Colección Literatura Contemporánea, número 23.
Carvajal S. A. Bogotá, 1985.
Versión
digital:
Nota:
1 y 2. José Juan Tablada. (1919). Un
día…poemas sintéticos.
(https:/terebess.hu/english/haiku/undìa.html.
Disponible, consultado 22-09-2018).
https://es.wikibooks.org/wiki/Japon%C3%A9s/Kanji/Grado_1/%E6%97%A5
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