Víctor Montoya
Monica Zak confesó que la idea de escribir este
libro empezó a principios del 2002, en la capital de Honduras, donde conoció a un niño de
la calle, cuya vida insólita, en compañía de dos perros vagabundos, la impactó
tanto que, sin pensar dos veces, decidió acercarse a la realidad de los niños
andariegos de la limosna; una experiencia que duró dos meses y constituyó el
tema central de “Alex Dogboy”. Lo interesante es que no todo terminó en este
libro, ya que su obsesión por el tema, como ya le había ocurrido en otras
ocasiones, con otros libros y otros temas, la impulsó a escribir la
continuación bajo el título de “Tredje kärleken” (El tercer amor), un libro aún
inédito en nuestra lengua.
Monica Zak, con pasión y estilo depurado, combina
los métodos del periodista acucioso con el talento del narrador que sabe
manejar el hilo sutil de la imaginación y la realidad a la hora de tejer el
texto y el contexto de su obra, con personajes y situaciones que existen y
respiran cerca de nosotros; por eso mismo, el libro “Alex Dogboy”, lejos de
toda consideración tendenciosa, es una obra que pertenece al llamado realismo
social, que sigue teniendo tanto cultores como lectores en este nuevo milenio.
La caracterización del personaje
El protagonista principal, llamado Alex Dogboy
entre amigos y conocidos, tiene un aspecto fácil de identificar; viste gorra roja de
béisbol, pantalones sucios, suéter grande y zapatos de tenis. Es un niño de
carácter taciturno y melancólico que, como todos los mendigos, raterillos
ocasionales y buscadores de deshechos, deambula por las calles de Tegucigalpa,
comiendo lo que encuentra a su paso y durmiendo a cielo abierto en las aceras
de la Calle Real, como hijo de nadie, como basura de la ciudad.
Monica Zak corresponde a esa categoría de
escritoras europeas que no temen ingresar en los territorios invadidos por las
injusticias sociales, raciales y culturales. La prueba está en que siempre
avanza más allá de lo folklórico y lo pintoresco de un país, para escudriñar de
cerca una realidad que resulta sugerente y explosiva, sobre todo, cuando
penetra en el fuero interno de su personaje, para ver el entorno social a
través de los ojos de él y para sentir las llagas de un corazón angustiado, que
palpita entre el desamparo y el desprecio de una sociedad donde los sistemas de
poder enseñan la ley salvaje del “sálvese quien pueda”.
El abandono y la esperanza
Alex Dogboy tiene cuatro años de edad cuando lo
abandona su madre, quien se marcha a Estados Unidos en busca de mejores
horizontes de vida. Desde entonces vive soñando con ella, abrigando la
esperanza de volver a verla, de estrecharla en sus brazos y cubrirla de besos.
Acude cada tarde a la parada del autobús, hasta el
día en que la ve llegar hasta la puerta de la casa. Hay júbilo en la familia,
pero la alegría se esfuma pronto, porque la madre, al cabo de un tiempo,
retorna a Estados Unidos llevándose sólo a sus hijos mayores. Ni modo, Alex
Dogboy queda primero bajo el cuido de su padre, un humilde pescador, y luego
bajo la custodia de su tía, una mujer con varios hijos y una modesta casa.
Así transcurren los días, los meses, los años y no
vuelve a saber de su madre, quien parece haberlo puesto en el olvido, a
diferencia de él que la sigue esperando con cariño, recordando vagamente la vez que lo llamó “orejas
de perro”, porque nació con las orejas peludas. No pocas veces sus deseos se
proyectan como películas en su mente. En sus pensamientos ve a su madre
descendiendo de un taxi, con juguetes traídos desde tierras lejanas y con la
promesa de recogerlo y llevárselo vivir a su lado.
Monica Zak, conocedora intuitiva del espíritu
humano, intenta reflejar en el libro las añoranzas y esperanzas de un niño de
la calle, porque la esperanza es lo último que se pierde en la vida, luego de
haber vivido a saltos de mata y entre golpe y golpe
Una vida en la calle
Se
sabe que Alex Dogboy no se siente bien en la casa de su tía Ana Lucía, por eso desea
huir de una vez y para siempre. En ese transe se cruza en su camino otro niño,
el Rata, quien le comenta que la vida en la calle es lo mejor, que uno no está
obligado a asistir a la escuela y que sólo hace falta pedir limosna para comer
a gusto. Estas insinuaciones son suficientes para que Alex Dogboy tome la
decisión de marcharse, tras quemar las fotografías de sus padres en el patio de
la casa de su tía.
Así cambia el curso de su vida y comienza la
historia de un niño más de la calle. Pero muy pronto, mientras
vaga sin más consuelo que la
esperanza pero sintiendo una profunda libertad por dentro, se da cuenta de que
la vida en la calle es mucho más peligrosa y complicada. Si bien es cierto que
existe solidaridad entre quienes comparten el mismo destino, es cierto también
que uno pierde la confianza en los demás, aunque todos comparten los mismos
sueños, incluso el de enamorarse de una persona que ostenta otra condición
social, como le ocurre a Alex Dogboy, quien se siente atraído por una muchacha
cuyos padres tienen casa, trabajo y dinero.
Los niños de la calle, desde el instante en que
piden limosna en afán de llevarse un mendrugo de pan a la boca, así como
aprenden a inhalar pegamento para escaparse de la realidad y refugiarse en
falsas ilusiones, aprenden también que las reglas para sobrevivir son el robo y
la velocidad, ya que ellos, en su condición de elementos considerados “asociales”, viven huyendo de
la policía, de los autos patrulla y de los guardias armados y uniformados, por
el temor a que los pillen y los encierren en la celda de una “Cuarta” (estación
de policía), donde van a dar los delincuentes, las prostitutas y los miembros
de las “maras” (pandillas), quienes son sometidos a un régimen de maltratos y
humillaciones.
Monica Zak, con su estilo particular de contar
historias sostenidas sobre una base real, habla con la voz de ellos, como si
formara parte de ese grupo de rapazuelos que conviven en la calle sin que nadie
los acepte, ni los integre -o reintegre- a la vida social, donde el respeto a
los Derechos Humanos es escamoteado por la desidia de propios y ajenos. Aquí es
donde la Declaración de los Derechos de los Niños se torna en un mero enunciado
lírico, porque una cosa está escrita en los papeles y otra muy distinta es la
realidad que experimentan los niños de la calle, quienes no conocen la
escolaridad, la seguridad social ni la protección familiar.
Ellos son hijos de nadie y, por lo tanto, no gozan
de los mismos derechos ni de las mismas oportunidades que los hijos de las
familias pudientes. Y, lo que es peor, las diferencias sociales y el
menosprecio hacia los menos privilegiados se vislumbran en todos los niveles de
la vida social. Esto constatan Alex Dogboy y sus compañeros
cuando son llevados a la casa del gringo George, un ser sin escrúpulos que los
invita a comer y a dormir en camas cómodas, con la intención de abusar de ellos
y luego venderlos a los mercaderes que controlan la red de la prostitución y la
pornografía infantil. Por suerte, Alex Dogboy y sus compañeros logran huir
sanos y salvos de la casa del gringo George.
Dogboy en el basural
El
protagonista del libro, entre idas y venidas, trabaja como pepenador en una
montaña de basura, en medio de olores malolientes y aves de carroña. Vive bajo
un techo de cartones y bolsas de plástico y se alimenta con los restos que
echan los camiones de McDonald’s, Pizza Hut y Burger King. Trabaja de sol a
sol, hasta que un día encuentra a una cachorra moribunda tirada en una caja de
cartón. Él la cuida y le entrega su cariño. La llama Emmy y la convierte en su
fiel compañera. Con ella, más que con sus amigos, comparte sus penas y
alegrías.
En el
basural, a orillas del río, donde encuentra a la preciosa cachorrita, encuentra
también su segundo nombre: Dogboy, el muchacho de los perros. No es para menos,
pues Alex Dogboy conversa en voz alta con la perra, y ésta, con las orejas en
alto, parece escucharle el relato de una vida hecha de dolores y desengaños.
En el libro de Monica Zak, al mejor estilo de Jack London, los perros se convierten instintivamente en personajes dignos de ser amados y admirados, no sólo porque son los mejores amigos del hombre, sino también porque atesoran un sentimiento más noble que el de muchos humanos. A pesar de ello, los perros callejeros, en ciudades como Tegucigalpa, son animales que sufren el desprecio y el abandono.
En el libro de Monica Zak, al mejor estilo de Jack London, los perros se convierten instintivamente en personajes dignos de ser amados y admirados, no sólo porque son los mejores amigos del hombre, sino también porque atesoran un sentimiento más noble que el de muchos humanos. A pesar de ello, los perros callejeros, en ciudades como Tegucigalpa, son animales que sufren el desprecio y el abandono.
En este mismo ambiente, plagado de moscas y
deshechos, Alex Dogboy conoce a una niña llamada Margarita, la misma que,
ataviada siempre con un vestido rojo, camina en medio del basural rodeada por
una manada de canes de todos los tamaños y colores. Se hacen amigos, juegan y
conversan en sus ratos de ocio, compartiendo un interés común y el amor que sienten
por los perros.
Alex
Dogboy, con el paso del
tiempo, se adjudica un nuevo perro que, como agradecimiento al trato que
recibe, pasa a ser otro de sus mejores compañeros. No en vano un día les
confiesa: “Son ustedes los que son mi madre y mi padre”. De este modo, los dos
perros, Emmy y Canelo, se convierten en la única familia de este niño de la
calle, aparte de la mujer caritativa que, una y otra vez, deja que la ayude en
los quehaceres de su restaurante popular a cambio de un plato de comida y algo
de ropa.
En la obra de Monica Zak se funden los perros y el
niño en una simbiosis que les permite sobrevivir a las adversidades, mientras
vagan por los recovecos de la cuidad y husmean en los basurales en procura de
encontrar restos de comida y un rincón donde pasar la noche.
Calidad literaria y compromiso
No cabe duda de que la autora del libro, con la
habilidad legítima de una comunicadora de fuste, deja traslucir el submundo
urbano, como quien deposita su amor y su sabiduría en todo lo que escribe, aun
a riesgo de conceder, de manera consciente o inconsciente, demasiada ternura
maternal a sus personajes; algo que los lectores pueden constatar en algunas de
las páginas cargadas de sensaciones sólo conocidas por quienes entablan un
contacto estrecho con los héroes y antihéroes de una obra literaria.
Se nota, asimismo, que el discurso narrativo fluye
como el remanso de un río, sin ripios ni descripciones abundantes. Usa un
lenguaje sencillo pero efectivo, y nos conduce de la mano por un ámbito que,
aunque alejado de la Inglaterra victoriana, nos recuerda a Oliver Twist y a
otros personajes de Charles Dickens; más todavía, su capacidad de percibir las
palpitaciones de la naturaleza le permite describir con precisión la catástrofe
provocada por el huracán Mitch, el aullido del viento, las lluvias
torrenciales, la belleza salvaje del mar, la exuberancia del paisaje tropical y
la forma de cómo Alex Dogboy y su perra Emmy, que se refugian del huracán entre
las ramas de un árbol, son rescatados por un helicóptero de salvación.
Por lo
demás, el libro “Alex Dogboy” es un regio alegato a favor de los niños de la
calle, un testimonio que adquiere dimensiones verdaderamente humanas en la obra
de una escritora que, desde los primeros atisbos de su vocación, ha dedicado su
tiempo y su energía a forjar una literatura basada en hechos reales y
documentos de primera mano.
Vida y
obra de Monica Zak
Monica Zak es escritora, periodista y productora
de documentales para televisión. Durante diez años trabajó en la revista Globen
(El Globo), como corresponsal internacional, escribiendo reportajes de África,
Asia y América Latina. Su preocupación principal fue siempre el derecho y la
vida de los niños del mundo.
En 1971
escribió sus primeros libros, y desde entonces ha publicado 47 libros, la
mayoría destinados a los jóvenes y niños. Sus libros han sido traducidos a 15
idiomas.
Durante
2005 terminó un guión de película basado en su novela “Pojken som levde med
strutsar” (El niño que vivió con avestruces), para la compañía de cine FinalCut
de Dinamarca, y publicó la novela juvenil “Tredje kärleken” (El tercer amor).
La vida de
Monica Zak está hecha de viajes, aventuras e investigaciones. En 1965 dejó su
trabajo en el periódico Aftonbladet y compró junto con su marido un viejo barco
de pesca, un barco sin motor, sólo con velas. Cruzaron el Mar del Norte y el
Atlántico. En la isla Tobago, en las Antillas, tuvieron un hijo, que se llamó
Christofer Tobago, y siguieron viajando. Con el viejo velero visitaron todas
las islas del Mar Caribe, parte de
América del Sur y Centroamérica. Durante ese viaje creció su amor e interés
profundo por
América Latina. El viaje duró seis años, y, durante ese tiempo,
Monica Zak publicó sus primeros libros, uno para niños y otro para adultos
sobre los indígenas cunas de Panamá.
Desde entonces ha regresado a América Latina
muchas veces y ha publicado libros con temas concernientes al Perú, Panamá,
Nicaragua, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Belice, México y Honduras. Sus
últimas novelas juveniles son “Alex Dogboy” (2003) y “El tercer amor” (2005),
cuyos temas abordan las peripecias de un niño que vive con sus perros en las
calles de Tegucigalpa, Honduras.
Su primer trabajo sobre Guatemala fue la novela
“La hija del puma” (1986), que se adjudicó dos premios, uno en Suecia y el otro
a nivel internacional. La novela ha superado los 50.000 ejemplares vendidos en
Suecia y ha sido publicada en Noruega, Dinamarca, Alemania, México y, en 2004,
en Guatemala. La película “La hija del puma”, basada en la novela, ganó un
“Guldbagge” (Escarabajo de Oro) en
Suecia y otros premios internacionales.
Otros libros que reflejan la vida de los niños y
jóvenes en Guatemala son “Gatubarnsmordet” (La muerte de un niño de la calle) y
“Felix gatubarn” (Félix, niño de la calle), dos libros cortos que cuentan la
vida de algunos niños en la ciudad de Guatemala. En la colección de cuentos
cortos “Tigermiraklet” (El milagro del tigre) hay también un cuento de dos
niños indígenas de Guatemala adoptados por una sueca.
Monica Zak, en los últimos años, se ha interesado
mucho por la literatura de la tradición oral; ha reunido cuentos de espanto y
aparecidos de varios países, y ha publicado tres libros, en cada uno de ellos
hay varios cuentos de América Latina. En el primero, “Spöken från hela världen”
(Fantasmas del mundo entero), figuran, por ejemplo, El Sombreron, La Llorona y
otros de los nahuales. Los niños suecos, gracias a este libro, conocen los
espantos famosos de Guatemala y El Salvador, y hay suecos que juran que El
Sombreron se les aparece ahora en las tiendas del sur de Suecia. Este libro, el
año 2004, fue publicado en sorani, el dialecto más importante de los curdos.
Según comenta el traductor, ahora los niños curdos en Turquía, Irán e Irak,
conocen también a El Sombreron, a La Llorona y a los nahuales de los mayas.
Las últimas
dos colecciones de cuentos de terror son “Vampyrens tunga” (La lengua del
vampiro, 2002) y “Den sjungande dödskallen” (La calavera cantante, 2004), con
cuentos orales de terror de América Latina, Suecia, Sahara, Somalia y Asia.
En 2002. “Vampyrens tunga” (La lengua del
vampiro), ganó el premio Bokjuryn (Jurado del libro). 16.000 lectores, entre 14
y 19 años de edad, lo nominaron como el mejor libro del año.
Libros publicados en español: “Salve mi selva”
(Sitesa, México, 1989), “Paloma y el
secreto de las pirámides” (Sitesa, 1991), “La hija del puma” (Sitesa, 1997, y
Piedra Santa, Guatemala 2004, con nueva
traducción de Ana L. Valdés), “Alex Dogboy” (Coedición Nordan, Uruguay, y
Piedra Santa, Guatemala, 2005, traducción de Ana L. Valdés) y “Colin y los
monos” (Piedra Santa, Guatemala, 2006).
Monica Zak, como
productora de documentales, ha filmado en México y en Guatemala un documental
sobre el niño Omar Castillo, quien trató de proteger la última selva de México,
y en 1995 tres documentales sobre la selva de Ixcan de Guatemala, país al cual
retornó con el camarógrafo Bo Öhlén, en 1999, para filmar el trabajo de algunas
“brujas”. Este documental, “Las brujas y San Simón”, ganó el Premio de Onda de
España como el mejor documental del año. Al mismo tiempo filmaron cinco
documentales cortos para niños, “Lucky en la Línea”, sobre la vida de una niña de siete años que vive en La Línea. Luego
regresaron para filmar tres documentales más sobre la vida de algunos niños
indígenas de Todos Santos y dos sobre niños mexicanos que ayudan a los
científicos a proteger las tortugas marinas.
Monica
Zak nació en Dresden, Alemania,
en 1939, de madre sueca y padre Checoslovaco. La pequeña familia logró salir de
Alemania para evitar la Segunda Guerra Mundial. Creció en Örebro, donde culminó
el bachillerato. Después se mudó a Estocolmo, donde estudió periodismo en la
Universidad y empezó su vida profesional. Entre 1994 y 2003 fue miembro de
Svenska Barnboksakademin (Academia Sueca de la Literatura Infantil y Juvenil). Actualmente vive en Estocolmo, está divorciada y
tiene un hijo.
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