David Figueroa
González
“Apenas
brotabas
por
ti esperaba soñando.”
Orlando Araujo |
La
vida es sin duda la Universidad más grande que el hombre puede
llegar a tener.Tal aseveración la hago en base a vivencias propias y
anécdotas ajenas, claro que los estudios formales, grados, posgrados
y doctorados, también tienen su valor y ponderación, pero, para
realizarlos hay que estar vivo, por un lado y por otro ser vivo. Acá
es donde esa “gran Universidad” nos separa de los que están
vivos pero no han vivido, ya que las oportunidades para la superación
o el éxito en muchos casos la pintan calva, claro está, como diría
Miguel Ángel Cornejo para lograr el éxito se necesitan tres
factores: la oportunidad, la preparación y cierto grado de suerte.
El
año 1992 en mi vida fue realmente de altos y bajos. Participé en la
asonada golpista del 4-F, cuando era estudiante de Economía en la
Universidad de Carabobo; ese mismo año cuando las mareas bajaron, me
retiré de la universidad, logré conseguir cupo en el Instituto de
tecnológico de Yaracuy (IUTY), donde cursé estudios de
Administración. Una nueva oportunidad surge y curso la licenciatura
en Administración en la Universidad Fermín Toro. Comencé así a
cumplir las máxima del mencionado autor. Los años pasaron y en el
2009 entre alegrías y esperanza aguardaba la llegada de mi primer y
único hijo; sin embargo, los planes de Dios eran otros y mi hijo se
fue en la alas de San Miguel. Ese mismo año y en medio de nuestra
despedida le prometí que lo llevaría a escalar el Humboldt y en el
año 2010 le cumplí esa promesa, claro de manera simbólica, ya que
llevo tatuado su rostro en mi hombro derecho.
Bajo
esos aspectos, me sorprendió gratamente encontrar en la obra del
escritor Venezolano Orlando Araujo (1928-1987), tres libros que
guardan una relación espiritual y hasta cierto punto mágica con mi
persona, esos textos son: Compañero de Viaje, Viaje a Sandino y
Cartas a Sebastián para que no me olvide. En ellos, he visto
reflejada mi vida en más de un aspecto.
En
Viaje a Sandino Araujo hace un escrito detallado de su
estancia en Nicaragua, y refleja en forma de crónica su testimonio,
su vivencia de la Revolución Sandinista. Es el hombre que desea dar
aportes a favor del prójimo, la visión del que está en el frente
de batalla o como dice el propio escritor : “Escribí en un
puesto de avanzada de San Sebastián de Yalí, más allá de
Jinotega, más allá de San Rafael del Norte y bien cerca del río
Coco, no es una escritura polémica ni política ni económica ni
literaria. Soy yo en Nicaragua y Nicaragua en mí”.
Estas
palabras me hacen recordar la formación que en el hogar mis padres
me han dado; del ejemplo, constancia y dedicación con la que nos
formaron a mi hermana y a mí. Remembrar el ver a mi papá partir a
la hermana Isla de Cuba, a colaborar con el corte de caña Ad
honorem
en un momento donde las relaciones diplomáticas entre nuestros
países estaban rotas, o recordar esas historias de las guerrillas y
la creación de la célula Vladimir
Maiakovski,
eran la batería que impulsaba mi alma, mi espíritu, mi ser a
continuar con lo planteado.
Autobús en Caracas 1914 |
No
recuerdo quién se sentó a mi lado en el bus que nos transportaba
religiosamente todos los domingos y los lunes desde San Felipe a la
Universidad de Carabobo, pero hay algo que nunca olvidaré, la cara
de mis compañeros que llenas de esperanza, aguardaban con ansias
aquel 4 de febrero. Como diría Araujo: “ama y combate, para que
la piel que nos cubre se desprenda dejando el hueso tibio de la
libertad. Esos huesos han alumbrado el camino de América y en una
noche de luna brillan en la memoria de los hombres cada vez que
alguien ama, llora y se da como una rosa en las manos de los
humillados y ofendidos”
Así,
luego de aquel día mi vida cambiaría para siempre, y después de
tantos giros por los márgenes oscuros de la ley, puesto que las
garantías habían sido suspendidas, al salir en libertad iba
embriagado por la utopía del cambio, del sueño inconcluso, de la
alianza cívico militar, esa que de forma profética augurada ya
Orlando Araujo en el cuartel general de Jinotega al joven oficial
Edén Pastora, luego que este le preguntará ¿Cómo son las
relaciones del ejército con el pueblo de Venezuela? Él le afirmará
sin titubear “Un poco lejanas, pero ya se acercarán” y
con los años así fue…!
Al
pasear mis ojos por Cartas a Sebastián para que no me olvides,
descubro a un poeta maravilloso que se plantea de modo personal y
artístico un diálogo con sus hijos a través de epístolas, y
como menciona David Figueroa Figueroa en su libro Orlando Araujo:
el niño que llevamos dentro, “Desde la primera carta nos
encontramos que el creador nos quiere llevar a lo cierto, a lo
verídico, pero con ojos de poeta, la metáfora camina por los
cuatro puntos cardinales de los sentidos”. En estas misivas
él, les deja su visión del mundo, un mundo que a ellos les tocará
vivir, esto sin perder la magia o la inocencia en sus versos, así lo
plantea el escritor Giondelys Montilla en su ensayo Cartas de
Amor: “Treinta y cuatro textos cargados de poesía que nos
acerca a lo más íntimo del autor, el amor por la vida, por sus
hijos, por sus ancestros”. Y es este amor por la familia lo que
me hace a Orlando un hombre cercano, un amigo, como el propio Araujo
lo define en el poema Amigo: /“Un amigo te levanta cuando
caes / y no espera saber que te has caído/ es como si de pronto
estás muy solo / y alguien te llama para decirte que lo esperes/ Un
amigo es el guante de tu corazón cuando tienes frío/ el bolsillo
donde guardas las cosas que no muestras….”/
Bajo
esta óptica recibo este libro en mi vida ya que en esos momentos
difíciles luego de la partida de mi hijo, encuentro al amigo que me
levanta, quién, entre poema y poema llenó mi horizonte de luz. El
poema Sobre la Muerte, fue una suerte de cofre donde
guardé mis perlas amargas, allí nos deja los siguientes versos: “La
muerte es una cosa muy de uno y sin espejos,/ de pronto te miras a ti
mismo y no te ves./ La muerte es como cerrar los ojos y dormir/ La
muerte es dulce y no es esquiva…”
También
es la esperanza que cabalga en los ríos, en el viento, en las nubes,
en el amor. Amor que el poeta expresa en estas palabras: /“Una
escalera de aguas blancas con anteojos azules./ Esa guacharaca que
canta en la mañana más allá del río/ El salto de un niño sobre
el pozo que la lluvia/ le dejó en la calle con el sol adentro./ El
amor eres tu y yo cuando conversamos en silencio”/
Cartas
a Sebastián, son mis cartas a David Alejandro para nunca
olvidarlo, la voz del silencio entre los dos. Con la fe puesta en las
alas de San Miguel, que algún día me llevará a su lado y juntos mi
Hijo, Él y Yo volaremos cometas en la niebla o volveremos a escalar
las blancas montañas.
Compañero de Viaje dirigida por Clemente de la Cerda |
Compañero
de viaje es una obra que nos lleva al
piedemonte andino, tierra de hombres trabajadores, dedicados a
las labores del campo, lugar acariciado eternamente por la neblina,
de ríos imponentes que juegan por sus laderas y con cantos mágicos
cortejan las frías noches de los habitantes, en este libro dibuja la
belleza de su tierra, habla de personas que conoció en su niñez y
que siempre llevó consigo en sus recuerdos. El poeta José Gregorio
González Márquez nos revela más del autor : “Orlando Araujo,
mago de la palabra, artífice de la acción creadora no escatimó
jamás una expresión literaria para llevar a los niños el aliento
de la montaña, la inmaculada pureza de la serranía, la ignota luz
de su patria Venezuela”
Compañero
de viaje me transporta a los caminos de frailejones, a la
niebla, al frío, al páramo. Páramo que he caminado, y se ha ido
colando a lo más profundo de mi ser. Orlando Araujo lo precisa en el
siguiente párrafo: “El páramo desciende por una travesía que
sube su trinchera con los frailejones de hojas grises y flores
amarillas”
La
primera vez que anduve por los senderos andinos camino al Humboldt,
me abrigó su extraordinaria belleza, todo te hace sentir realmente
pequeño, incluso una sensación abrumadora te recorre el cuerpo al
ver las majestuosas montañas, que bañadas por el río hechizan tu
vista. En el relato “Como llegar” Araujo
señala: “Salimos de la penumbra montañosa y friolenta, sin sol
y sin cantos, aun pasaje abierto de montañas menores…..surcado por
aguas limpísimas y heladas –aguas blancas – que caen desde el
páramo”
Realizar
caminatas por estos parajes es una experiencia única y a pesar de la
compañía, siempre al marchar estas sólo con tus pensamientos.
Estos pensamientos me permitieron aceptar y comprender que mi
“compañero de viaje” siempre había estado y estará allí,
justo allí, más allá del tatuaje en el brazo, en mi alma y en mi
corazón; así fue como luego de caminar por horas y horas, estaba
cumpliendo una promesa hecha a mi hijo, lo estaba llevando a pisar
las nieves eternas de los Andes Venezolanos, lo habíamos logrado
juntos Él y Yo.
Para
finalizar Orlando Araujo a manera de reflexión nos regala las
siguientes palabras: “Caminos nuevos se han añadido a los
antiguos y hombres nuevos habitan las casas y trabajan las tierras de
los que se fueron, pero las aguas de los ríos que bajan del páramo
siguen corriendo por los viejos cauces”.
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