Carlos
Yusti
Retrato de Franz Kafka |
Siempre
se vuelve a los escritos de Franz Kafka. En sus diarios y anotaciones
sueltas en cuadernos se encuentran frases, visiones sobre la
literatura y algunos sueños que ofrecen el perfil de un individuo
entregado a la escritura, de un hombre atrapado en esa sutil reseda
de esa realidad otra,
en la que todo sufre un trastrocamiento y se llena con una baba
irreal en la que el tiempo, los días y los objetos tienen una
apariencia blanda fantástica, una realidad gelatinosa que parece
desplazarse de puntillas y que conspira con ese mundo vulgar y
endurecido de la cotidianidad.
En
sus diarios hay algunas pistas sobre su existencia en función de la
escritura, su vida diaria, en los mínimos detalles, pasada por el
cedazo de esa percepción que irremediablemente desemboca en la
anotación fugaz, en un relato o en una novela. La minucia sin valor,
lo irrelevante o lo trascendente de la existencia pasa a formar parte
de una comentario nervioso y al vuelo, persistente; de esa minuta sin
tregua incluso cuando no hay nada que escribir, por paradójico que
resulte. Por ejemplo anota en su diario: “Tan abandonado por mí,
por todo. Ruido en el cuarto de al lado”. Otro día garrapatea: “1
de junio de 1912. No he escrito nada”.
Escribir
un diario es exponerse, exhibirse como si de una vidriera formada
espejos se tratara, para que los otros se vean en dichos espejos y
traten de redimirse. Por supuesto que husmear en los diarios de otros
escritores es una actividad subalterna y es más digna para el diván
del siquiatra. Hoy los diarios personales tienen su equivalencia con
el blog. Tanto el uno como el otro participan de esa intimidad que se
exterioriza sin cortapisa, escritos en solitario (guardados con celos
o dejados en la red como quien arroja una botella con un mensaje
dentro al mar), pero pidiendo a gritos que alguien los lea, que
cualquier otro desdichado atrapado por la literatura escudriñe en
ellos, sin importar el asunto freudiano colateral.
En
Kafka sus anotaciones dispersas y sus diarios sólo subrayan su
condición de escritor anómalo (aunque muchos escritores que he
conocido, sin ser Kafka en cuanto a escritura claro, sólo se quedan
patinando en su condición de escritores metidos en su rol, algo
desaliñado, de extravagantes). Kafka pactó con la literatura para
convertirse en una especie de secretario de la condición humana
desde el absurdo y lo inusitado. No fue al encuentro de lo extraño y
rarofilo por pose o moda, sino que muchos factores conspiraron para
que su trabajo literario se enfocara hacia temas nada comunes, pero
con el componente subyacente del hombre azotado y vapuleado por la
existencia sin razón aparente.
La metamorfosis. Portada primera edición |
Siguiendo
en este peregrinar por los diarios de Kafka, o su blog personal, me
encuentro con este texto:
“30
de agosto de 1912. Esta tarde, mientras estaba acostado en la cama,
alguien hizo girar rápidamente una llave en la cerradura; durante un
instante tuve cerraduras por todo el cuerpo, como en un baile de
disfraz; aquí y allá, con breves intervalos, abrían o cerraban una
de las cerraduras”. Aparte de estas anotaciones, poco comunes, sus
escritos del día a día están plagados de sueños, cartas,
aforismos, lecturas, etc. Muchas notas se orientan hacia los
pormenores de la escritura y ese forcejeo constante por escribir, por
llenar páginas y páginas con algo que valga la pena. Nunca estuvo
seguro de lo que escribía, quería escribir con tal perfección que
a veces dudada de estar a la altura para semejante tarea. Gustav
Janouch recopila un hecho que expone la relación de Kafka con la
escritura y su fingimiento. Este se encontraba en su estudio,
sostenía un libro en blanco, dijo exasperado: “¡Sí, un libro! En
realidad no es más que un simulacro hueco y vacío. Está
encuadernado con piel artificial. Aunque mejor dicho, en él no hay
rastro ni de artificio, ni de piel. Todo es papel. (…) ¡Dentro no
hay nada, absolutamente nada! (…) ¿Se me está queriendo insinuar
algo con esto? ¿Qué significa este libro que no es un libro?”. Un
libro que en su aspecto externo lo es, pero en cuyo interior no tiene
nada escrito señala un poco su condición: por fuera, sentado
escribiendo, produce la sensación de ser un escritor, pero por
dentro no hay nada. Un poco como
Jack
Torrance, aquel escritor de Kubrick/
Stephen
King, de la película “El resplandor”, que como un poseso escribe
y va llenando hoja tras hoja
con
una sola frase: “Todo el trabajo y nada de juego hacen de Jack un
chico aburrido”. Pero para Kafka la escritura no era un simulacro,
ni un sencillo juego: “Todo cuanto no es literatura me hastía y
provoca mi odio, porque me molesta o es un obstáculo para mí,…".
Kafka. Sofía Gandarias |
Por
casualidad me topé con los diarios de la poeta Alejandra Pizarnik,
quien tampoco se tomó eso de la escritura como pasatiempo para ser
feliz o para que sus amigos la quisieran más, sino que para ella fue
una actividad torturante y metódica. Por supuesto tenía
devoción/obsesión por los diarios de Kafka, era su Biblia, según
sus propias palabras, manoseada, percudida y con infinidad de
anotaciones al margen. Ella escribió con esa claridad tan oscura en
su diario: “No es la vida lo que me molesta; son los detalles”.
Aunque en un poema la poeta vislumbró algo con respecto a Kafka y a
ella misma: “…pero le paso (a Kafka) lo que a mí:/se separó/fue
demasiado lejos en la soledad/ y supo -tuvo que saber- /
que de allí no se vuelve / se alejó -me alejé-/ no por
desprecio (claro es que nuestro orgullo es infernal) / sino
porque una es extranjera/ una es de otra parte, (…)”
En una de
las anotaciones finales de su diario Pizarnik escribe: “No
olvidarse de suicidarse”. Días después, efectivamente, lo recordó
con fría precisión. Kafka no se suicidó, murió de tuberculosis,
no había cumplido los 40 años. No obstante al final pidió a su
amigo Max Brod que arrojara al fuego todos sus escritos, que era como
una especie de suicidio ya que la escritura, que tanto desvelos y
revelaciones le había deparado, era lógico que acabase convertida
en cenizas, sólo que su amigo no tuvo la firmeza para cumplir con el
mandato final de su amigo y Kafka sigue en la oscura eternidad de la
literatura, en el rincón de una fría habitación soñando como sus
escritos arden y vuelan por el aire convertidos en pequeños pájaros
negros, mientras alguien gira todas las llaves y abre las cerraduras
de su cuerpo.
Excelente escritor uno de mis favoritos..
ResponderEliminarMuy buen escritor.
ResponderEliminarSaludos
Me gustó mucho la entrada acerca de este gran escritor, dejé mi comentario en Macondo. Gracias por compartir!!
ResponderEliminarExcelente articulo sobre Kafka...
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