José Gregorio González Márquez
La Miseria. Cristóbal Rojas. (1858-1890) |
trasciende la escritura para fijarse una residencia: el mundo donde la voz se desliga de la vertiginosa presencia de los cánones humanos y se siembra en la belleza del quehacer diario.
En el
poemario Plazo fijo para vivir de César Uzcátegui
Mantilla la cotidianidad de una ciudad donde muchos de sus
habitantes sobreviven al margen de la sociedad, es pintada con
metáforas que ilustran la efervescencia, el calor humano, la osadía
de haber nacido en un territorio en el que se lucha en espera de un
futuro quizás más promisorio. /Una mujer pluralista /
es una calle sin esquinas / ella con sus tareas declaradas de hogar y
bisutería/ no se percata que el sol cambia / antes de la fecha
indicada/. Este texto nos acerca a la vida común de la mujer
caraqueña tal vez, sólo que el tratamiento dado a ella está
enmarcado en la constante transformación política que se vive. En
el poema demagogia Uzcátegui Mantilla intenta comparar los halagos
que están presentes en la política y en el amor; desentraña el
poder presente en el sentimiento del hombre cuando ama: /El amor
es como la democracia/ no es exacto/ presenta dificultades/ cultiva
ilusiones/ es restaurador/ a veces demagógico/.
La
ciudad como memoria diaria y caudal de experiencias inciertas se
nutre de los entes que le son más fieles. Sin pecar de panfletario
el autor asume la defensa de esos seres que generalmente están
segregados por las pocas posibilidades económicas, los enfrenta a
sus propias ilusiones y desencantos para llevarlos de la realidad
hasta universo de la palabra. Los desamparados, los niños
abandonados, los buhoneros, los políticos de oficio, los amantes
furtivos, los godos y oligarcas, las niñas bien son personajes
retratados en este poemario dentro del espacio vital de la ciudad. En
el poema Tendero, el poeta nos dice: /En este país/
los carajitos se convirtieron/ en la vanguardia de las aceras/ en los
centinelas realengos/ de una hipócrita ciudadanía/ aquí aprendo a
ver colgada mi infancia/ en los pezones enrojecidos de Caracas/.
Otro
referente presente en la poesía de César Uzcátegui es el
amoroso. Aunque pareciera que sus textos están imbricados por la
desolación, debajo de ellos pervive el amor y el desamor; el olvido
se difumina entre las nieblas urbanas para afrontar el sentimiento.
En Estación de metro nos confiesa: /A dónde me
quieres/ a donde debo ir en este instante/ a dónde me estás
pensando/ que sigo llegando tarde/ a dónde entras con crimen en la
piel/... A dónde quieres que ponga el olvido/ si no te tengo debajo
de esta ciudad/ donde los rieles se han llevado/ a cada estación tu
nombre/
En
Invasiones Bárbaras, segunda parte del libro, el poeta
hace suyo el sufrimiento vivido por los pueblos del Medio Oriente. La
historia destrozada en pedazos por el imperialismo y que causa
dolor y sufrimiento a los más débiles se ve recreada en estos
textos. Los civiles, niños, mujeres, ancianos cuyas bajas y destinos
inciertos representan lo que hipócritamente denominan los países
agresores como “daños colaterales” asumen en la poesía de César
la desesperanza de los oprimidos. En Intifada nos dice:
/Esa niña de piel aceitunada/ todavía contempla los asentamientos/
de Chatila y Sabra/ todavía/ le prohiben dormir para no soñar/...
/ella ha visto como cae su casa/ despaciosamente/ bajo el vuelo de
las águilas/ . Más adelante en Ciudad Santa
nos expresa: /Faluya duerme tomada desde sus afueras/ con la
eternidad en la mezquita/ los hombres en las esquinas de la ciudad/
padecen una mudez milenaria/ protestada desde el cielo/ por los
helicópteros/ que apagan la vida por las noches/.
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