José Gregorio González
Márquez
Niños leyendo un cuento. Raúl Canestro |
Son
muchos los factores que inciden en el proceso de formación de los
niños. La lectura ocupa un lugar preponderante pues ella proporciona
la compresión que se tiene del universo que nos rodea.
Lamentablemente, los adultos siempre imponemos a los más pequeños nuestras reglas. La visión que tenemos nos lleva a tratarlos como seres incapaces de decidir lo que deben o pueden leer; nos olvidamos que su capacidad de razonar comienza a activarse y por lo tanto, pueden seleccionar las lecturas de acuerdo a sus intereses. Si un niño observa en su medio la presencia de lectores seguramente empezará a interesarse por el fabuloso mundo de la palabra. Así, el libro se transforma en su cómplice; en la vía para escaparse al macrocosmos de la imaginación; en el instrumento que le lleva a explorar la realidad circundante.
Lamentablemente, los adultos siempre imponemos a los más pequeños nuestras reglas. La visión que tenemos nos lleva a tratarlos como seres incapaces de decidir lo que deben o pueden leer; nos olvidamos que su capacidad de razonar comienza a activarse y por lo tanto, pueden seleccionar las lecturas de acuerdo a sus intereses. Si un niño observa en su medio la presencia de lectores seguramente empezará a interesarse por el fabuloso mundo de la palabra. Así, el libro se transforma en su cómplice; en la vía para escaparse al macrocosmos de la imaginación; en el instrumento que le lleva a explorar la realidad circundante.
La
escuela constituye un lugar natural para encaminar a los niños
hacia la lectura. En ocasiones vemos con tristeza como muchos
docentes utilizan este proceso para castigar o “entretener” a sus
alumnos. No basta con ponerlos a copiar de los libros cualquier tema,
se usa la lectura como medio punitivo inmisericorde para condenarlos
a fracasar en su interacción con el lenguaje. Laura Antillano en su
libro La Aventura de Leer nos dice: “Cuando el niño descubre el
lenguaje, y lo posee, paulatinamente va tomando conciencia de esta
situación. El lenguaje poético es su lenguaje natural, porque al
percibir el mundo lo interioriza y enriquece, de la misma manera que
el poeta, y el hombre primitivo, elemental, atado a la tierra y a su
génesis”. En otras palabras, la necesidad de disfrutar la lengua
escrita es innata en el niño.
Otro
de los problemas que afrontamos es lo poco que se escribe en el área
de literatura infantil; además, algunos escritores hacen uso
indiscriminado de diminutivos en sus producciones pensando que la
musicalidad desmedida le gusta a los niños. Es obvio que un buen
texto debe tener música propia pero esto no le da patente al creador
para empalagar a sus pequeños lectores.
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