José Gregorio González
Márquez
August Macke. Hombre leyendo en el parque |
cambiado.
La
lectura es un acto mágico. Leer implica sumergirse en el orbe de la
palabra; atesorar consigo la cosmogonía que sustenta toda forma de
existencia. El libro constituye un eslabón único entre el creador y
el lector. Quien lee y se hace partícipe de la palabra escrita,
funda en su memoria un universo de pasión, amor, sabiduría,
imaginación, fantasía y libertad. La lectura hace de los hombres,
seres poseedores de la alquimia, de la magia, del misterio.
El
hábito de la lectura no se hace logra por obligación, se adquiere
por necesidad. Por supuesto, necesidad que nace del alma misma del
lector. Todavía manejamos una concepción errada al pretender
obligar a niños y jóvenes a leer; y no sólo eso, asumimos que
deben adentrarse en los libros que consideramos pertinentes para sus
edades y gustos. Nos empeñamos en proponer textos que son de nuestro
agrado sin saber si son del placer y disfrute de los demás.
El
hogar y la escuela son las instituciones dilectas para promocionar la
lectura. Sin embargo, este proceso de comunicación no puede usarse
como modelo punitivo. Aún vemos con dolor como en muchas aulas
escolares se usa la lectura para castigar al discente; para obligarlo
a formalizar el acto de descifrar signos y símbolos con la creencia
que aprenderán a leer. Este razonamiento está lejos de la realidad.
Los niños y jóvenes se interesan por la lectura si pueden escoger
con libertad lo que quieren leer.
Con el
auge vertiginoso de las tecnologías de la información y
comunicación, muchos consideran que el libro como objeto tangible va
a desaparecer y se llevará consigo el deseo de leer; otros sostienen
que los libros digitales reemplazarán a los físicos pero
permanecerá intacto el gusto por la lectura. No dudamos que a largo
plazo se presentará la disyuntiva entre ambas posiciones; pero,
jamás perderemos la capacidad de apoderarnos de la sabiduría, del
lenguaje y sus creaciones. Por lo tanto, el libro seguirá viviendo
entre nosotros, ocupará lugares de privilegio pues de él depende la
historia de la humanidad. Todos los saberes ancestrales están
atesorados y a buen resguardo en las páginas del libro. Así,
estamos obligados a preservarlo y con ello disfrutar del placer de la
lectura para conservar la memoria colectiva.
Excelente trabajo
ResponderEliminarme complace leer tus trabajos, José Gregorio. Tuis ideas,conceptos me dan pie para iniciar mi ensayo, alguna cuartilla para enviartela e iniciar un dialogo, una mesa de trabajos para que sea aprovechada por otros respecto a los temas planteados.
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